Penya Barcelonista de Lisboa

diumenge, de març 06, 2011

Un partido para dar las gracias a Keita




Un partido para dar las gracias a Keita
Un gol del volante le da la victoria al Barcelona frente a un peligroso Zaragoza
RAMON BESA - Barcelona


Seydou Keita, un meritorio por excelencia, resolvió un partido diseñado para los jornaleros, alejado de cualquier pomposidad y grandeza, generalmente peligrosos, porque la victoria se da por descontada a favor del equipo que manda en el campeonato. La mayoría son encuentros que se presentan tan mansos como difíciles de jugar, se dan en días de entretiempo o jornadas llamadas valle que sirven para mover la plantilla y administrar los esfuerzos, momentos expresos para la recuperación después de un encuentro de máxima exigencia y camino de una nueva confrontación de extrema dificultad. El Barcelona se dejó los riñones el miércoles en Valencia y el martes le aguarda un intenso ejercicio con el Arsenal. La hinchada no acostumbra a pedir explicaciones por el fútbol en días como hoy sino que aguarda que se ratifique la victoria de rigor y no se cuenten lesionados.

Hay que evitar riesgos. Así lo entendió también Guardiola. Ocurre que su interpretación del partido fue tan extrema que hubo aficionados que se preguntaron si al entrenador no se le había ido la mano. El técnico prescindió de Abidal, Busquets, Iniesta y Villa, los cuatro de una tacada, y alineó a Milito y Bojan, juntó a Mascherano y Keita, tocó muchas teclas.

Al Zaragoza le dio lo mismo, porque había preparado la visita al Camp Nou sin siete de sus titulares, por lesión o sanción, consciente de que hay partidos más accesibles que el de anoche en su pugna por la permanencia. Aunque no renunciaba a la victoria, se proponía retrasar la derrota o evitarla si es que era posible. Los muchachos de Aguirre se cerraron con una defensa de cinco zagueros, negaron los espacios por dentro para que los azulgrana atacaran por fuera y buscaron las espaldas de Milito cuando se encontraban con la pelota.

Mejor en la recuperación que en la elaboración, el Barça comenzó gobernando la contienda con una posesión escandalosa del balón. Poco fluidos en la circulación y nada finos en el pase interior, los azulgrana se empeñaron en tirar el muro aragonés con el tiro exterior, una novedad en el catálogo barcelonista. Los remates desde la media distancia se sucedían y el alboroto en el área de Doblas era tan monumental como estéril. La mayoría de las veces intervenía el portero, en ocasiones se cruzaba un defensa y a menudo el cuero acababa en el córner. No había manera de meter la pelota en el marco del Zaragoza. Menos artísticos y más laboriosos, los barcelonistas nunca desfallecieron en su ataque, siempre perserverantes. Al final, sin embargo, no quedó más remedio que recurrir al futbolista de siempre, el jugador universal que quiere disputar todos los partidos, sin reparar en su categoría, ni en que está a una tarjeta de la suspensión: Messi.

Messi agarró la pelota por el costado derecho del área, eliminó a N'Daw, Obradovic y Da Silva, puso el centro para la llegada de los volantes, metió la pata Lanzaro y el rechace lo recogió Keita, tal y como demandaba el guión de un partido tan esforzado. No hay jugador más agradecido ni trabajador, un volante con más llegada en el Barça, que Keita.

Abatido al borde del descanso, el Zaragoza reaccionó con el marcador en contra, dispuesto a buscarle las vueltas a la improvisada zaga azulgrana con la salida de Uche, que sustituyó a Bertolo después que al argentino se le escapara un remate de gol por poco. El partido se puso muy delicado para el Barça, que no atinó a certificar el triunfo, sin puntería en el área rival y con concesiones en la suya. Los centrales mezclaban mal y no se corregían mientras el reaparecido Valdés resolvía de forma magistral con el pie un mano a mano con Sinama-Pongolle.

La verticalidad del Zaragoza contrastaba con la dispersión del Barça, que perdió el control del encuentro y bajó el ritmo de su juego, sostenido por el oficio Mascherano. A Guardiola no le quedó más remedio que quitar a Bojan y poner a Villa, que se presentó con un remate liftado ante Doblas, y más tarde dar entrada a Abidal y finalmente a Iniesta. El técnico, recién salido de la clínica después de sufrir una hernia discal, tuvo que salir a pie de campo y agotar los cambios, signo de que el choque no discurría por las coordenadas de costumbre, más abierto que ninguno. Los seguidores barcelonistas se pusieron a animar al equipo, conscientes de que quien canta el mal espanta, nervioso porque no había manera de que cayera un segundo gol que acabara con el suspense. No hubo manera. Al final, quizá porque el partido no dio para más, alcanzó con el gol de Keita para suerte del Barça y de la mujer barcelonista, protagonista en el Camp Nou.