Penya Barcelonista de Lisboa

dimarts, de juny 08, 2010

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Laporta, una estrella en el papel de telonero
David Torras, PERIODISTA


La sala del hotel Avenida Palace estaba vacía. Todos los que habían seguido la intervención de Jaume Ferrer en Tribuna Barcelona se habían ido. Todos, menos Joan Laporta, que seguía ahí, charlando con un par de periodistas. En medio de la conversación, varios cámaras y fotógrafos que esperaban fuera al presidente entraron en la estancia y, entonces, se escuchó una voz: «¿Es que no puedo saludar al presidente del Barça? Estoy en mi casa». Lo dijo con un tono conocido, que en otros tiempos utilizó un montón de veces para reclamar un poco de consideración cuando a su alrededor todo eran reproches. Y pañuelos. Laporta se le acercó, se saludaron amistosamente, hablaron unos minutos y se desearon suerte.
Un encuentro mucho más breve que el que tuvieron en este escenario hace siete años. También después de un Tribuna Barcelona. Entonces, Laporta era el invitado, como nuevo presidente del Barça, y le acompañaban un grupo de entusiastas directivos unidos por la promesa de dedicar los mejores años de su vida al Barça. Ahora, la mayoría están separados y se dedican a hablar mal unos de otros, muy lejos del romance que vivían en aquellos momentos cuando estaban encantados de conocerse, y todo eran piropos y buen rollo. Ese día, el dueño de la casa también saludó a Laporta. Pero fue una reunión mucho más discreta, en una sala privada, y que dio pie a una leyenda que tiene que ver con la limpieza y las alfombras, y que ahora tal vez vuelva a ponerse de moda según quien gane el domingo. Que las alfombras dan mucho juego.

Laporta está muy cerca de ser lo que es su anfitrión desde hace siete años. Un expresidente. Pero será el único rasgo común. Por lo demás, nada que ver. Laporta tiene mucho que recordar y mucho (más bueno que malo) por lo que recordarle. Joan Gaspart, la figura con la que ayer se reencontró en esa sala, vivió en cambio los peores años de su vida cuando Núñez le señaló como su heredero y le dejó en la primera fila del palco. Le salió rana.

Ahora, obligado a marcharse cuando le encantaría seguir y, sobre todo, estar en campaña, frente a frente con Rosell e Ingla, Laporta ha acabado poniendo la sucesión en manos de Ferrer, después de haberle dejado de lado. Ayer, ejerció de presentador-telonero, un papel que no va con él, acostumbrado como está a ser el actor principal. Pero es el que ha elegido representar. Y como si quisiera ajustarse al tono sosegado de Ferrer, se mostró comedido y hasta las referencias a los rivales fueron leves insinuaciones, muy lejos de los ataques que ha venido lanzando estos días. Un único mensaje que, en otras épocas, podría haber sonado algo así: Que no les embauquen, que dicen que este es su modelo y que han ayudado a construirlo, y no es verdad. ¡Al loro!

Pero se contuvo. Igual que al escuchar algunas incisivas preguntas que Josep Maria Sanclimens le hizo a Ferrer, y a las que hoy debería enfrentrarse Ingla, mañana Rosell y el viernes Benedito. Habló del declive del Barça de Ronaldinho, de jugadores entrenando en la camilla, de las tarjetas de crédito de los directivos, de viajes en jets privados, de poca transparencia... Laporta se removía en la silla, mientras susurraba algún comentario a Serra Ramoneda. No dejó de sonreír, aunque el cuerpo igual le pedía otra cosa. Pero ahora se debe a Ferrer y a quienes le acompañan. En el fondo, ya ha empezado su cuenta atrás. Y da la sensación de que quiere que se acabe.