Leo Messi abre en canal al Arsenal
Leo Messi abre en canal al Arsenal
Responde con cuatro goles y un excelso partido al arañazo inicial de Bendtner
Responde con cuatro goles y un excelso partido al arañazo inicial de Bendtner
En semifinales, el Barça volverá a enfrentarse al Inter de Mourinho y Eto'o
En los 180 minutos de los cuartos de final de la Liga de Campeones, el Barcelona ha pasado por encima de un buen Arsenal, abatido sin remisión en el Camp Nou por el hambre, la sed y la inteligencia del 10 azulgrana, autor de los cuatro goles de su equipo. [Narración y Estadísticas]
Lionel Andrés Messi añade a sus 170 centímetros 'pelaos' una altura que sobrepasa lo que cualquier humano pueda concebir. Lo suyo es arte y magia, deseo y emoción, diversión y fiereza. Retiene en su pequeño continente un contenido infinito en humores, sabores y aromas del fútbol eterno, incluido lo que está aún por inventar.
Su primera mitad frente al Arsenal en el Camp Nou será referencia ineludible en cualquier coloquio sobre el deporte de los 105 x 70 metros. Posición libre, precisión tremenda en cada pelota que salió de sus botas: seis tiros, cuatro a puerta -el primero es una intervención gloriosa de Almunia- y tres goles; 17 pases bien ejecutados de 20.
Con esa aportación fabulosa, el Barcelona se sacó del zapato esa piedrecilla en forma de gol que le introdujo el danés Bendtner por sorpresa, en un contraataque que lanzó con inteligencia Nasri aprovechándose de una clara falta de Diaby a Milito en el círculo central.
La alegría de los 4.500 'gunners' adictos al buen fútbol y a la cerveza de cualquier clase duró exactamente tres minutos. Un zarpazo seco desde la frontera del área de Almunia hizo imposible la estirada del portero navarro del Arsenal. Una muestra del mortífero cuchillo de la pierna izquierda argentina.
Víctima de lo incontrolable
No era el resultado malo para los capitidisminuidos discípulos de Arsène Wenger. Con una plaga de lesiones y Cesc Fábregas en el palco, sufriendo de estar ahí por doble motivo, sanción y baja médica, el Arsenal aguantaba el tirón en 20 minutos de concesión de balón y de ocasiones de gol, pero con una buena praxis sobre el campo. La pizarra le valía. Sólo le hacía daño lo incontrolable: Messi.
El Barcelona, fiel a sí mismo, merodeaba con peligro en un juego con demasiadas interrupciones por las acciones al límite de los jugadores del Arsenal, que no sólo saben hacer fútbol de salón. La falta de cohesión entre la pareja de centrales (Márquez y Milito no jugaban juntos desde 2008, en un partido de Champions disputado en Glasgow) era lo más vulnerable del Barça, junto con la vuelta de Abidal, recién recuperado de una lesión y a pocos minutos de volver a dañarse, al inicio del segundo tiempo. Lo único amargo de la noche azulgrana, que vio a Iniesta de nuevo sobre el tapete en los últimos minutos del partido.
Messi descerrajó la portería de Almunia por segunda vez al recoger la cesión de Pedro en el área, que había recibido en una de las subidas de Abidal. Una magnífica jugada guindada a la carta por la pierna derecha argentina, también letal en ocasiones.
Pero la madre de todas las jugadas fue la del 3-1 en la que un mal rechace inglés en el medio lo prolongó Keita con un cabezazo hacia la 'Pulga'. Metros por delante, pelota absolutamente controlada a pesar de la velocidad y pelota picada por encima de la cabeza de Almunia. Un Camp Nou abarrotado gritó al mundo entero que ahí juega el mejor del mundo, uno de los grandes de la historia.
El Arsenal hizo lo que pudo. Especialmente en una segunda parte en la que encontró el balón a ratos y merodeó esporádica, pero infelizmente, el área de un Valdés que sólo intervino una vez con mérito en toda la nocha, precisamente en la jugada del gol de Bendtner con una intervención grandiosa tras el primer remate del danés. Miraba por el retrovisor, sin embargo, los movimientos de Messi. Que no se quedó quieto.
A los 82 minutos, al discutido internacional argentino (sólo como internacional argentino y sólo por argentinos) le sobraban alegrías como para darse una vuelta por el área inglesa e intentar tres regates: dos imposibles le salieron. El último no y perdió la pelota, pero la cumplida venganza en el 86 acabó con el cuarto golpeo certero a la portería de un Almunia completamente hundido. Buscó el gol desesperadamente, incluso el cuarto. En la Champions y ante el mundo entero no hay que perdonar ni media.
En los 180 minutos de los cuartos de final de la Liga de Campeones, el Barcelona ha pasado por encima de un buen Arsenal, abatido sin remisión en el Camp Nou por el hambre, la sed y la inteligencia del 10 azulgrana, autor de los cuatro goles de su equipo. [Narración y Estadísticas]
Lionel Andrés Messi añade a sus 170 centímetros 'pelaos' una altura que sobrepasa lo que cualquier humano pueda concebir. Lo suyo es arte y magia, deseo y emoción, diversión y fiereza. Retiene en su pequeño continente un contenido infinito en humores, sabores y aromas del fútbol eterno, incluido lo que está aún por inventar.
Su primera mitad frente al Arsenal en el Camp Nou será referencia ineludible en cualquier coloquio sobre el deporte de los 105 x 70 metros. Posición libre, precisión tremenda en cada pelota que salió de sus botas: seis tiros, cuatro a puerta -el primero es una intervención gloriosa de Almunia- y tres goles; 17 pases bien ejecutados de 20.
Con esa aportación fabulosa, el Barcelona se sacó del zapato esa piedrecilla en forma de gol que le introdujo el danés Bendtner por sorpresa, en un contraataque que lanzó con inteligencia Nasri aprovechándose de una clara falta de Diaby a Milito en el círculo central.
La alegría de los 4.500 'gunners' adictos al buen fútbol y a la cerveza de cualquier clase duró exactamente tres minutos. Un zarpazo seco desde la frontera del área de Almunia hizo imposible la estirada del portero navarro del Arsenal. Una muestra del mortífero cuchillo de la pierna izquierda argentina.
Víctima de lo incontrolable
No era el resultado malo para los capitidisminuidos discípulos de Arsène Wenger. Con una plaga de lesiones y Cesc Fábregas en el palco, sufriendo de estar ahí por doble motivo, sanción y baja médica, el Arsenal aguantaba el tirón en 20 minutos de concesión de balón y de ocasiones de gol, pero con una buena praxis sobre el campo. La pizarra le valía. Sólo le hacía daño lo incontrolable: Messi.
El Barcelona, fiel a sí mismo, merodeaba con peligro en un juego con demasiadas interrupciones por las acciones al límite de los jugadores del Arsenal, que no sólo saben hacer fútbol de salón. La falta de cohesión entre la pareja de centrales (Márquez y Milito no jugaban juntos desde 2008, en un partido de Champions disputado en Glasgow) era lo más vulnerable del Barça, junto con la vuelta de Abidal, recién recuperado de una lesión y a pocos minutos de volver a dañarse, al inicio del segundo tiempo. Lo único amargo de la noche azulgrana, que vio a Iniesta de nuevo sobre el tapete en los últimos minutos del partido.
Messi descerrajó la portería de Almunia por segunda vez al recoger la cesión de Pedro en el área, que había recibido en una de las subidas de Abidal. Una magnífica jugada guindada a la carta por la pierna derecha argentina, también letal en ocasiones.
Pero la madre de todas las jugadas fue la del 3-1 en la que un mal rechace inglés en el medio lo prolongó Keita con un cabezazo hacia la 'Pulga'. Metros por delante, pelota absolutamente controlada a pesar de la velocidad y pelota picada por encima de la cabeza de Almunia. Un Camp Nou abarrotado gritó al mundo entero que ahí juega el mejor del mundo, uno de los grandes de la historia.
El Arsenal hizo lo que pudo. Especialmente en una segunda parte en la que encontró el balón a ratos y merodeó esporádica, pero infelizmente, el área de un Valdés que sólo intervino una vez con mérito en toda la nocha, precisamente en la jugada del gol de Bendtner con una intervención grandiosa tras el primer remate del danés. Miraba por el retrovisor, sin embargo, los movimientos de Messi. Que no se quedó quieto.
A los 82 minutos, al discutido internacional argentino (sólo como internacional argentino y sólo por argentinos) le sobraban alegrías como para darse una vuelta por el área inglesa e intentar tres regates: dos imposibles le salieron. El último no y perdió la pelota, pero la cumplida venganza en el 86 acabó con el cuarto golpeo certero a la portería de un Almunia completamente hundido. Buscó el gol desesperadamente, incluso el cuarto. En la Champions y ante el mundo entero no hay que perdonar ni media.
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