El Barça recupera la alegría
El Barça recupera la alegría
Lo del sábado en la Liga fue un accidente. Una de esas extrañas pájaras que suceden a los deportistas de vez en cuando. Cosas del fútbol, una deporte en ocasiones demasiado azaroso. Pero un equipo de la calidad del Barcelona es raro que tenga dos días tontos tan seguidos, dos tropiezos inexplicables en 72 horas. Esta noche, el conjunto azulgrana recuperó la esencia de su fútbol de velocidad y toque en su estreno europeo. La víctima, el Panathinaikos, que intentó copiar lo que hizo el Hércules, pero sin mostrar su agresividad, y acabó llevándose una ''manita'' (5-1), aunque pudieron ser algunos más, en su visita al Camp Nou.
Pero no le echen la culpa al conjunto heleno. Hagan responsable al Barcelona, que cuando tiene el día no hay quién lo pare. Tampoco lo habría logrado el Hércules si los de Guardiola hubieran jugado el pasado sábado como lo hicieron esta noche. El técnico barcelonista sacó esta vez su once de gala. Y el Barça, con Puyol recuperado como jefe de la defensa, Alves y Pedro entrando como un puñal por banda, Xavi al mando de las operaciones y un pletórico Busquets en el pivote defensivo, fabricó tres clarísimas ocasiones de gol en el primer cuarto de hora. Fue toda una declaración de intenciones.
Atento, intenso, veloz, concentrado, con la zaga muy adelantada y recuperando el balón en el campo rival, merodeaba el primer tanto el equipo local, cuando Gavou trajo la psicosis a los veinte minutos de juego. Un saque de puerta de Tzorvas, bajado de tacón por Cissé cayó en Govou, que le ganó la partida a Abidal y cruzó sobre la salida de Valdés. Hasta ese momento los griegos ni siquiera habían pisado el área rival. Pero no hubo tiempo para que la sombra del partido del Hércules se cerniera sobre el equipo azulgrana. Porque la sombra del Barcelona cuando juega como sabe, es más alargada que ninguna otra.
Xavi y Messi exortizaron todos los fantasmas dos minutos después del tanto de Panathinaikos con una jugada marca de la casa que culminó el argentino. Luego llegaría un gol de oportunismo de Villa y, al filo del descanso, una obra de arte de Messi, capaz de conducir, tirar una pared con Xavi, luego otra con Pedro y convertir con un toque sutil a Tzorvas en una estatua de sal. Nada cambió tras la reanudación. El Panathinaikos seguía viendo a Valdés de lejos -tan de lejos que no lo puso a prueba en toda la segunda mitad- y el Barcelona dominando a placer.
El equipo de Nikos Nioplias sufría cada vez más para mantenerse en el choque con dignidad. Sobre todo porque no parecía dispuesto a emplearse con dureza -sólo Karagounis vio fue amonestado en la recta final- y el conjunto local dispuesto a aflojar. Kanté y Boumsong no podían con la movilidad de los puntas azulgranas y Vyntra dejaba un boquete por el flanco diestro del ataque azulgrana. Gilberto Silva y Simao intentaban ayudar en la recuperación, pero era inútil: al Panathinaikos le duraba la pelota un suspiro.
Aún así, el Barça parecía dispuesto a perdonarlo todo. Hasta Messi, que en la primera parte también había enviado un balón al travesaño, se permitió la licencia de malograr un penalti. Pedro imitaba a la Pulga errando otras dos ocasiones más, a cual más clara, aunque ambos se redimirían unos minutos más tarde: el primer fabricando la jugada y el segundo rematando el cuarto a placer. Messi adornaría su portentosa actuación asistiendo de vaselina en el quinto de la noche a Alves, que cerró la cuenta en el tiempo añadido.
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