Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, de gener 29, 2007

Besos para la grada


Besos para la grada
• El Camp Nou, una semana después de los silbidos, se reconcilió con Ronaldinho, quien dedicó al público el gol marcado de penalti con reverencias
• La afición aplaudió la actuación del brasileño, que no acusó la presión


Terminado el partido, todavía con la camiseta puesta, sin habérsela aún regalado a nadie, Ronaldinho miró hacia la grada y lanzó varios besos al público. No eran, ni muchos menos, besos ficticios. Eran besos reales dirigidos hacia el público del Camp Nou. Después, se coló en el vestuario, feliz porque sentía que se había reconciliado con el Camp Nou, el mismo estadio donde hace una semana escuchó los primeros silbidos de desaprobación en los últimos tres años y medio. Ronaldinho no solo marcó el penalti, sometido a una gran presión, sino que se ganó el reconocimiento de la afición. No jugó el partido de su vida, eso es verdad, pero jugó. Y es mucho.


EL PARTIDO >> De menos a más, dejando al final su huella. Nada más iniciarse el encuentro, Ronaldinho supo que estaba en casa. A pesar de que Ángel, el defensa del Celta, no se despegaba ni un segundo de él. Ajeno al runrún que había circulado durante la última semana, el brasileño entró pronto en acción. Un taconazo para Gio le liberó de muchas cosas. Porque descubrió que se sentía más cómodo que en otras noches, a pesar de que no intervino mucho en la primera mitad. Un disparo de falta directa desde fuera del área es lo único en que destacó Ronaldinho en ese primer periodo. No tuvo mucha presencia en el juego, aunque, a diferencia de otros mediocres partidos de la estrella, sí que tuvo mayor compromiso defensivo. Eso lo entendió pronto el público, ya que le premió con tres ovaciones en 45 minutos. En realidad, lo estaba arropando como antes había hecho Rijkaard. En la segunda mitad, Ronaldinho generó más peligro, además marcar de penalti, dejar solo con un gran pase a Giuly y encontrarse con las manos de Pinto en dos ocasiones.


EL PENALTI >> Dos minutos de espera y un derechazo imparableEn la tensa espera --pasaron dos minutos desde que se señaló el penalti a Gio, que no era, hasta que lo tiró--, Ronaldinho no miraba a nadie. Mientras el Celta protestaba esa acción sobre el defensa holandés, el brasileño no se despegó de la pelota. La tenía agarrada con la mano derecha. Como si la mimara, intentando procesar un ritual que siempre le da buenos resultados. Sexto penalti en la Liga, sexto gol. Y eso que Pinto, el meta del Celta, creyó tener suerte al haberle adivinado la intención. Casi todos los porteros saben que Ronaldinho suele lanzarlos a media altura, con potencia y a la derecha. Así fue anoche. Pasados los dos minutos, y después de que Giuly alisara el punto de penalti, mientras él no dejaba la pelota a nadie, como en los colegios, Ronaldinho disparó.Ni se fijó, por supuesto, en el teatral baile de Pinto, que se movió por la línea de gol como si estuviera en una discoteca. El estadio mantuvo un respetuoso silencio cuando la estrella enfiló el camino hacia la pelota. Con la derecha, y a la derecha de Pinto, a media altura y fuerte. Imparable. Así marcó Ronaldinho.


EL RECIBIMIENTO >> "Ronaldinho=Dios", decía una pancarta en el estadio"Ronaldinho=Dios. Vengo desde Sevilla pa' vé tu sonrisa". Una pancarta, situada justo enfrente del palco del Camp Nou, aparecía y desaparecía antes, durante y después del partido. No hicieron ellos el viaje en vano. De nuevo, la sonrisa de la estrella flotó en el estadio. Sobre todo después de que desequilibrara el encuentro con el penalti. Entonces, en un pausado y feliz regreso al centro del terreno de juego, se produjo la escena de la reconciliación. El brasileño festejó el gol como si fuera decisivo. En ese momento, lo fue. Desde la grada, la gente se lo agradeció con reverencias. Entonces, él realizó ese mismo gesto, fundiéndose en un simbólico abrazo. No tanto porque el partido del brasileño fuera realmente maravilloso, que no lo fue, sino porque sabía que lo necesitan más que nunca. Aunque esté hibernando y cierre su peor enero (un gol, y de penalti) desde que llegó al Barcelona. Pero mientras Messi vuelve de Argentina (esta semana se le volverá a ver) y Etoo ande pegando botes en el palco, Ronaldinho es el factor de desequilibrio del equipo.


LA ACTITUD >> Comprometido, esperando que llegue la genialidadDe esa jugada de ayer nadie se acordará. No acabó en gol, ni era un taconazo, ni levantó al público de su asiento. Pero fue prácticamente idéntica a la que provocó que el Camp Nou se enfadara con Ronaldinho hace una semana. Perdió un balón en el centro del campo después de ser incapaz de superar al lateral y luego se lo quedó mirando. No lo siguió. Ayer, sin embargo, la actitud cambió. Rebasada la hora de partido, Gustavo López, el interior del Celta, le quitó la pelota, el brasileño abandonó la actitud pasiva exhibida ante el Nàstic y peleó por la pelota hasta ayudar finalmente a Gio a recuperarla.

El público le ovacionó. No porque fuera una jugada made in Ronaldinho. De esas hace tiempo que no se ven. Curiosamente, con los mejores números que haya firmado nunca la estrella azulgrana en la Liga española (13 goles en 17 partidos, seis de penalti, eso sí), el brasileño sabe que ha perdido el aura. "A veces, los regates no salen", dijo el viernes para explicar que su fútbol carece del encanto que le hace diferente. De pronto, y tras volver de unas largas vacaciones, con la decepción del Mundial perdido en Japón, Ronaldinho es uno más. Por eso, se le premia más el esfuerzo que la magia. No ha llegado. No sale. La busca y no la encuentra.


EL FUTURO >> El delantero brasileño se siente feliz en BarcelonaMientras Ronaldo ultima la mudanza y recoge hoy las cosas de su casa en Madrid para volver a Milán, ahora vestido de rossonero, traicionando al Inter, el club que le mimó cuando su rodilla era un puro desastre, Ronaldinho no se imagina lejos del Camp Nou. Le quieren en todos los sitios. En el Bernabéu, por ejemplo, --¡cuánto valdría allí!--, en Estados Unidos, donde sueñan con una pareja de cine si reunieran al mediático (Beckham) y al futbolista (Ronaldinho) en el Nuevo Continente. También en Inglaterra, donde una vez acabe la era de Mourinho en el Chelsea, su dueño, Roman Abramovich, se volvería loco por tenerlo en su casa. Él, sin embargo, no ha abierto ninguna puerta, consciente, tal vez, de que en ningún otro lugar tendrá un equipo construido en torno a su figura y a un entrenador (Rijkaard), que le entiende y defiende mejor que nadie.El club no tiene prisa por renovarle a corto plazo amparado en que su contrato expira en el 2010. Él sostiene que tampoco. Lo único que espera es reencontrarse consigo mismo, sentirse, de nuevo, Ronaldinho; descubrir, al fin, que los regates le salen. Ayer, al menos, nadie le silbó.

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