BARCELONA 2 - RUBIN KAZÁN 0
BARCELONA 2 - RUBIN KAZÁN 0
Hasta nunca, Rubin
El cambio de guión del Barça surte efecto y acaba con su bestia negra
RAMON BESA - EL PAIS
Andreu Fontàs y Víctor Vázquez, un central y un extremo del filial, acabaron con la leyenda del Rubin Kazán, que pasaba por ser el equipo que mejor había negado a las figuras del Barcelona de Pep Guardiola. A veces hay que recurrir a los futbolistas menos conocidos, a las jugadas más sorprendentes y a goles fuera de catálogo para cambiar las dinámicas negativas y resolver los enfrentamientos más absurdos. No alcanza con la rutina porque el rival solo juega en función del Barça y tiene tan estudiada la alineación titular y su fútbol que no hay manera de pillarle en un renuncio, de provocar un error, de tumbarle... Así que se imponía variar el guión para revertir al menos el resultado. Y funcionó.
Todos los partidos del Barcelona con el Rubin son idénticos, tanto da que se celebren en Kazán o en el Camp Nou. Es lo mismo que sean los rusos o los azulgrana los que se jueguen la clasificación. Igual da que juegue Víctor Vázquez o Messi... No existe diferencia, por más que ayer vencieran los barcelonistas. No hay adversario más desagradable que el campeón ruso, finalmente abatido con un gol muy tonto, como debe ser cuando no hay forma de ganar desde la naturalidad, y un segundo bien majo. A veces parece que la liguilla es una cuestión menor para el Rubin, que competía en la Copa de Europa para demostrar que se supera cada año en su manera de aburrir al Barça.
Los azulgrana atacaron de salida al campeón ruso con una alineación inédita a partir de un dibujo que normalmente guarda para las ocasiones más solemnes o los partidos sin retorno. Toda una sorpresa porque anoche no se daba ninguna de las dos circunstancias, sino que se trataba de vencer de una vez al Rubin. Tampoco funcionó el 3-4-3. No mezclaron bien Busquets como tercer central, Thiago en la punta del rombo y Adriano de extremo izquierdo. Pasada la media hora, el Barça aún no había contado una ocasión de gol y ya cargaba con dos lesionados, Jeffren y Bojan, bajas que obligaron al técnico a repintar la formación.
Los 10 futbolistas azulgrana de campo cambiaron prácticamente de demarcación para desplegarse en un 4-2-3-1, señal inequívoca de su versatilidad y también de su ineficacia ante el Rubin porque, una vez alcanzado el descanso, Ryzhikov todavía no había tenido que parar una y Pinto a punto estuvo de tragarse un centro de Ansaldi. El cuadro ruso se defendía con hasta seis zagueros y no hubo manera de ganar un metro, de armar un tiro, de filtrar un pase.
Ni siquiera Thiago, capaz de evocar la figura de Lo Pelat, producía situaciones de suspense con su juego diferente, genial, de artista. Hasta que, a la salida de un córner, el interior se asomó por el área con un eslalon tan luminoso como afortunado y la pelota cayó de rebote a pies de Fontàs, un central zurdo que la pegó al cuerpo de Kaleshin, que despistó al portero, vencido en la jugada más absurda, tumbado en un área defendida por nueve futbolistas. El gol le dio igual al Rubin, que siguió a lo suyo, cerrado, negando el campo al contrario.
Messi, en cambio, no repara en partidos buenos ni malos, en contrarios defensivos o atacantes, en jornadas tediosas o divertidas, en días importantes o banales. Quiere jugar cada día y también salió un rato para divertir a los aficionados con un par de jugadas marca de la casa. La única sorpresa fue que Busquets perdió cuatro veces consecutivas el balón y hasta habilitó a Murawski en un mano a mano con Pinto, una acción que mostró el desquiciamiento azulgrana hasta que Víctor Vázquez cerró la noche con un gol desde el balcón del área. El mejor final para un largo y aburrido partido. Hasta nunca, Rubin.
Hasta nunca, Rubin
El cambio de guión del Barça surte efecto y acaba con su bestia negra
RAMON BESA - EL PAIS
Andreu Fontàs y Víctor Vázquez, un central y un extremo del filial, acabaron con la leyenda del Rubin Kazán, que pasaba por ser el equipo que mejor había negado a las figuras del Barcelona de Pep Guardiola. A veces hay que recurrir a los futbolistas menos conocidos, a las jugadas más sorprendentes y a goles fuera de catálogo para cambiar las dinámicas negativas y resolver los enfrentamientos más absurdos. No alcanza con la rutina porque el rival solo juega en función del Barça y tiene tan estudiada la alineación titular y su fútbol que no hay manera de pillarle en un renuncio, de provocar un error, de tumbarle... Así que se imponía variar el guión para revertir al menos el resultado. Y funcionó.
Todos los partidos del Barcelona con el Rubin son idénticos, tanto da que se celebren en Kazán o en el Camp Nou. Es lo mismo que sean los rusos o los azulgrana los que se jueguen la clasificación. Igual da que juegue Víctor Vázquez o Messi... No existe diferencia, por más que ayer vencieran los barcelonistas. No hay adversario más desagradable que el campeón ruso, finalmente abatido con un gol muy tonto, como debe ser cuando no hay forma de ganar desde la naturalidad, y un segundo bien majo. A veces parece que la liguilla es una cuestión menor para el Rubin, que competía en la Copa de Europa para demostrar que se supera cada año en su manera de aburrir al Barça.
Los azulgrana atacaron de salida al campeón ruso con una alineación inédita a partir de un dibujo que normalmente guarda para las ocasiones más solemnes o los partidos sin retorno. Toda una sorpresa porque anoche no se daba ninguna de las dos circunstancias, sino que se trataba de vencer de una vez al Rubin. Tampoco funcionó el 3-4-3. No mezclaron bien Busquets como tercer central, Thiago en la punta del rombo y Adriano de extremo izquierdo. Pasada la media hora, el Barça aún no había contado una ocasión de gol y ya cargaba con dos lesionados, Jeffren y Bojan, bajas que obligaron al técnico a repintar la formación.
Los 10 futbolistas azulgrana de campo cambiaron prácticamente de demarcación para desplegarse en un 4-2-3-1, señal inequívoca de su versatilidad y también de su ineficacia ante el Rubin porque, una vez alcanzado el descanso, Ryzhikov todavía no había tenido que parar una y Pinto a punto estuvo de tragarse un centro de Ansaldi. El cuadro ruso se defendía con hasta seis zagueros y no hubo manera de ganar un metro, de armar un tiro, de filtrar un pase.
Ni siquiera Thiago, capaz de evocar la figura de Lo Pelat, producía situaciones de suspense con su juego diferente, genial, de artista. Hasta que, a la salida de un córner, el interior se asomó por el área con un eslalon tan luminoso como afortunado y la pelota cayó de rebote a pies de Fontàs, un central zurdo que la pegó al cuerpo de Kaleshin, que despistó al portero, vencido en la jugada más absurda, tumbado en un área defendida por nueve futbolistas. El gol le dio igual al Rubin, que siguió a lo suyo, cerrado, negando el campo al contrario.
Messi, en cambio, no repara en partidos buenos ni malos, en contrarios defensivos o atacantes, en jornadas tediosas o divertidas, en días importantes o banales. Quiere jugar cada día y también salió un rato para divertir a los aficionados con un par de jugadas marca de la casa. La única sorpresa fue que Busquets perdió cuatro veces consecutivas el balón y hasta habilitó a Murawski en un mano a mano con Pinto, una acción que mostró el desquiciamiento azulgrana hasta que Víctor Vázquez cerró la noche con un gol desde el balcón del área. El mejor final para un largo y aburrido partido. Hasta nunca, Rubin.
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