Mallorca 1 - Barcelona 1
Pinto y Messi llevan al Barça a la final
El Barcelona fue un equipo vulgar, dormido, demasiado previsible, que se movió con lentitud y pereza hasta que Messi salió al campo y desquilibró la eliminatoria a favor de los azulgrana, que jugarán la final contra el Athletic.
El fútbol es de los futbolistas, son los dueños del juego y con frecuencia compensan las decisiones de los entrenadores. Reservó Guardiola en el Barcelona a algunas de sus figuras más relumbrantes, pero cuando el panorama empezaba a ser más que sombrío no tuvo más remedio que recurrir a su gran estrella, Leo Messi, que metió al Barça la velocidad que le había faltado en toda la noche. Sin Messi, el Barcelona fue un equipo vulgar, dormido, demasiado previsible, que se movió con lentitud y pereza. Apareció el argentino en escena y el panorama cambió hasta el punto de que él solo se bastó para acabar con cualquier opción o ilusión del Mallorca por estar en la final. Una final en la que le espera al Barcelona el Athletic. Pero eso será otra película y Messi es probable que no comience el choque sentado en el banquillo. En cualquier caso, la clasificación no sirve para despejar las dudas que va dejando este equipo por el camino.
Este partido de Copa apareció como un trámite incómodo en medio de la tormenta de la Liga para los dos equipos, más pendientes de sus problemas en ese torneo que de intentar disfrutar de la felicidad que produce jugar una final de Copa. El Mallorca vive agobiado y presionado por la amenaza del descenso, mientras que el Barcelona no se ha recuperado todavía del golpe que ha supuesto ver reducida su ventaja sobre el Real Madrid a cuatro puntos cuando no hace mucho era de 12. Bastante tienen los dos conjuntos con no zozobrar más en la Liga como para esperar que escampe en la Copa y poder regalarse un día de sol. Son los equipos los primeros que desprecian esta competición, que vive perdida entre la indiferencia hasta que se juega la final.
La pereza que provoca la Copa se refleja en las alineaciones, que acostumbran a ser un experimento de rotaciones, la forma más fácil para dar descanso a los titulares y minutos a los suplentes. El Barcelona jugó de inicio sin Valdés, Xavi, Messi, Henry o Etoo, por ejemplo. Estos dos últimos no fueron ni convocados. Regresó al once el bielorruso Hleb, cuya aportación al equipo es nula. El Mallorca también reservó a algunos de sus jugadores más determinantes, como Jurado o Aduriz.
La consecuencia fue una primera parte lenta, sin ritmo, soporífera, vivida en el campo y en la grada sin ninguna pasión, en un ambiente demasiado frío, impropio de una semifinal. Iniesta, que reaparecía después de su lesión, y Bojan, que apenas cuenta para Guardiola en la Liga, mostraron unas ganas superiores a la media. Iniesta firmó al inicio la mejor acción de su equipo en el primer tiempo, un eslalon que le llevó hasta Lux después de eludir a cuantos rivales osaron cruzarse en su camino. Fue incapaz de batir al argentino y ahí, a los dos minutos de partido, se acabaron las ocasiones de peligro del Barcelona hasta que apareció Messi ya en la segunda parte.
Apareció el argentino en el campo y el Barcelona recuperó cierto lustre al tiempo que se ponía a temblar el Mallorca. Provocó Messi la expulsión de Josemi, que le derribó cuando se disponía a encarar a Lux. Se lució el portero en el potente lanzamiento de Dani Alves, en lo poco que hizo el brasileño en toda la noche. Volvió a poner a prueba poco después Messi a Lux, que impidió el gol, pero no pudo evitar que quedara la sensación de que el Barcelona había despertado y ya no era el equipo alicaído y desganado del primer tiempo. Aunque lo cierto es que lo que ocurrió fue que Messi había pasado del banquillo al césped. Por si había alguna duda sobre el desenlace de la eliminatoria, Messi se encargó disiparla a falta de diez minutos. Un error lamentable de Navarro acabó con la pelota en los pies de Messi, que superó a Lux con la naturalidad de quien se come unas galletas. Ahí se acabó el Mallorca, el encuentro y la eliminatoria.
Antes, entre el final de la primera parte y el inicio de la segunda, sucedió de golpe todo lo que no había pasado antes. Arango nos había regalado una bonita volea después de una combinación con Mario a los 20 minutos, pero no mostró más argumento el Mallorca hasta que en el tiempo añadido Castró batió con un golazo a Pinto. Webó le cedió la pelota en el borde del área y Castro la puso en la escuadra de la portería del Barça.
Salió de los vestuarios el Mallorca con los ánimos revolucionados y por un momento se creyó con posibilidades de estar en la final. Se le anuló un gol a Webó por fuera de juego a los tres minutos y dos después malgastó el Mallorca su mejor ocasión. Puyol se comió un balón cruzado y el atolondrado Martín Cáceres derribó a Castro. Penalti y expulsión del uruguayo. Martí lanzó desde los once metros y Pinto detuvo el disparo. Esta acción del portero y la salida ya relatada de Messi llevaron al Barcelona hasta la final.
Reforzó la defensa Guardiola con Márquez, que suplió a Iniesta, y recurrió Manzano a Scaloni y Aduriz en un intento por evitar lo que ya era inevitable.
Este partido de Copa apareció como un trámite incómodo en medio de la tormenta de la Liga para los dos equipos, más pendientes de sus problemas en ese torneo que de intentar disfrutar de la felicidad que produce jugar una final de Copa. El Mallorca vive agobiado y presionado por la amenaza del descenso, mientras que el Barcelona no se ha recuperado todavía del golpe que ha supuesto ver reducida su ventaja sobre el Real Madrid a cuatro puntos cuando no hace mucho era de 12. Bastante tienen los dos conjuntos con no zozobrar más en la Liga como para esperar que escampe en la Copa y poder regalarse un día de sol. Son los equipos los primeros que desprecian esta competición, que vive perdida entre la indiferencia hasta que se juega la final.
La pereza que provoca la Copa se refleja en las alineaciones, que acostumbran a ser un experimento de rotaciones, la forma más fácil para dar descanso a los titulares y minutos a los suplentes. El Barcelona jugó de inicio sin Valdés, Xavi, Messi, Henry o Etoo, por ejemplo. Estos dos últimos no fueron ni convocados. Regresó al once el bielorruso Hleb, cuya aportación al equipo es nula. El Mallorca también reservó a algunos de sus jugadores más determinantes, como Jurado o Aduriz.
La consecuencia fue una primera parte lenta, sin ritmo, soporífera, vivida en el campo y en la grada sin ninguna pasión, en un ambiente demasiado frío, impropio de una semifinal. Iniesta, que reaparecía después de su lesión, y Bojan, que apenas cuenta para Guardiola en la Liga, mostraron unas ganas superiores a la media. Iniesta firmó al inicio la mejor acción de su equipo en el primer tiempo, un eslalon que le llevó hasta Lux después de eludir a cuantos rivales osaron cruzarse en su camino. Fue incapaz de batir al argentino y ahí, a los dos minutos de partido, se acabaron las ocasiones de peligro del Barcelona hasta que apareció Messi ya en la segunda parte.
Apareció el argentino en el campo y el Barcelona recuperó cierto lustre al tiempo que se ponía a temblar el Mallorca. Provocó Messi la expulsión de Josemi, que le derribó cuando se disponía a encarar a Lux. Se lució el portero en el potente lanzamiento de Dani Alves, en lo poco que hizo el brasileño en toda la noche. Volvió a poner a prueba poco después Messi a Lux, que impidió el gol, pero no pudo evitar que quedara la sensación de que el Barcelona había despertado y ya no era el equipo alicaído y desganado del primer tiempo. Aunque lo cierto es que lo que ocurrió fue que Messi había pasado del banquillo al césped. Por si había alguna duda sobre el desenlace de la eliminatoria, Messi se encargó disiparla a falta de diez minutos. Un error lamentable de Navarro acabó con la pelota en los pies de Messi, que superó a Lux con la naturalidad de quien se come unas galletas. Ahí se acabó el Mallorca, el encuentro y la eliminatoria.
Antes, entre el final de la primera parte y el inicio de la segunda, sucedió de golpe todo lo que no había pasado antes. Arango nos había regalado una bonita volea después de una combinación con Mario a los 20 minutos, pero no mostró más argumento el Mallorca hasta que en el tiempo añadido Castró batió con un golazo a Pinto. Webó le cedió la pelota en el borde del área y Castro la puso en la escuadra de la portería del Barça.
Salió de los vestuarios el Mallorca con los ánimos revolucionados y por un momento se creyó con posibilidades de estar en la final. Se le anuló un gol a Webó por fuera de juego a los tres minutos y dos después malgastó el Mallorca su mejor ocasión. Puyol se comió un balón cruzado y el atolondrado Martín Cáceres derribó a Castro. Penalti y expulsión del uruguayo. Martí lanzó desde los once metros y Pinto detuvo el disparo. Esta acción del portero y la salida ya relatada de Messi llevaron al Barcelona hasta la final.
Reforzó la defensa Guardiola con Márquez, que suplió a Iniesta, y recurrió Manzano a Scaloni y Aduriz en un intento por evitar lo que ya era inevitable.
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