Penya Barcelonista de Lisboa

dissabte, de desembre 27, 2008

Guardiola, 1 -Mi abuela, 0


Contra el Villarreal, el Barça volvió a derrochar ambición, presión y perseverancia

Por Sergi Pàmies (La Vanguardia)

Preguntado el sábado sobre la posibilidad de ser tan longevo en el Barça como Ferguson en el Manchester United, Guardiola respondió con demoledora ironía. Dijo que por ahora se comerá el turrón y que ya veremos si llega a la mona. El entrenador saboteó así la doctrina Ferguson, un pufo del entorno que combina elementos cómicos y perversos. En lugar de dejarse seducir por la futurología, el entrenador se ciñe a los plazos más terrenales de los entrenadores. El primero, en efecto, es el turrón navideño, reconvertido por la cruel coloquialidad en metáfora de un examen de invierno aprobado, anoche en Vila-real, con una nota de matrícula de honor.
En el caso de Guardiola, la referencia no es gratuita. Que no se comería los turrones era una de las afirmaciones que, hace cuatro meses, circulaba con fuerza por el universo culé. Inventar el nuevo plazo de la mona, pues, es una idea brillante, que, con el buen humor que puede permitirse un equipo líder, equipara el calendario futbolístico al religioso y respeta el rebozado pastelero de la metáfora. Ahora que el Barça ha ganado en Vila-real, en un partido en el que volvió a mostrarse testarudo en su ambición, metódico en su presión e implacable a la hora de conseguir que incluso los jugadores que no están especialmente inspirados sean indispensables para la victoria, se disipan dudas y se afianzan esperanzas. Pese a tantas evidencias, Guardiola puede relativizar los aciertos presentando los reiterados llamamientos a la prudencia que ha ido enviando a la opinión pública. Y, sin embargo, analizando sus comparecencias de estos meses, queda claro que el entrenador sabe cuál debe ser su discurso ante el éxito: protegerse de las peores consecuencias del endiosamiento acomodaticio con una sobredosis de desconfianza y tener siempre presente la inminencia del revés. Mi abuela Timotea hacía algo parecido. Los que tuvieron la suerte de tratarla cuentan que cuando las cosas iban bien decía: "¡Qué desgracia más grande tiene que estar a punto de ocurrirnos teniendo en cuenta el tiempo que llevamos sin que nos pase nada!". Por eso le aconsejo al entrenador que, además de desactivar la euforia con contención anticipativa, elabore un discurso para cuando lleguen los reveses. Que llegarán. Mientras el Barça ha ido ganando, Guardiola se ha blindado psicológicamente, pensando que los que le elogiaban eran los mismos que, en la intimidad, preparaban las metralletas y afilan los machetes. Por eso fue inteligente lo que hizo ayer. En lugar de caer en el rencor ventajista de quien, tras haber superado muchos recelos, se da el gustazo de restregar sus méritos en las narices de sus detractores (estilo Van Gaal), nos dio carta blanca para elogiar, durante dos semanas, a los jugadores de su equipo. De manera que, sin patrañas fergusonianas y con la mirada puesta en el horizonte de la mona, elogiemos al equipo y sigamos aprendiendo y dejando para mi querida abuela el fatalismo estéril. Ya que, incluso ganando, Guardiola parece dedicar más energía a sufrir por las posibles desgracias que podrían ocurrir y a prevenir errores (demostrando, con una gráfica pérdida de pelo, su sufrido barcelonismo), que no pierda la sensatez, el buen humor y la naturalidad a la hora de seguir trabajando en un equipo que, para ser grande, necesita asimilar cualquier resultado como parte de su evolución. Ayer, sumando otros tres puntos en El Madrigal, culminó su trayectoria con un campeonato de invierno que, por cierto, no sirve para nada. No recuerdo ningún equipo que, perdiendo la Liga en mayo, presuma de haber sido campeón de invierno. Pero, a diferencia de lo que opinaba mi abuela, creo que la acumulación de rigor, trabajo y talento también puede ser el presagio de cosas buenas. En principio.

1 Comments:

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