Penya Barcelonista de Lisboa

dimecres, d’abril 30, 2008

El fin de la comedia


El fin de la comedia
• El Barça se queda fuera de la final, acaba un ciclo y el club planea la reconstrucción sin Rijkaard

El Barça ha muerto y ahora hay que exigir que renazca, lejos de los vicios que han acabado con este equipo. Anoche, en Old Trafford, se dijo adiós a mucho más que a la final de la Champions. Anoche, en el Teatro de los sueños se escribió el epílogo de un ciclo inolvidable, pero que ha sabido a poco. El fin de la comedia, sin gloria ni grandeza, para un grupo que se emborrachó de éxito y echó a perder su talento prematuramente. El círculo virtuoso ha reventado de tanta autocomplacencia. Un gol, solo un gol, un chutazo de Scholes al cuarto de hora, dio vida a un Manchester justito y apartó al Barça del sueño de Moscú. Pudo estar ahí. Luchó hasta el último segundo, pero le faltó todo lo que ha ido perdiendo mientras se miraba al espejo.En cuanto acabó el partido, en cuanto Old Trafford explotó y se sacudió sus miedos, Frank Rijkaard se fue hacia la entrada del túnel de vestuarios y ahí abrazó a uno a uno a los jugadores. A Messi, con una ternura especial. Él, que no estuvo en París, se partió el alma por llevar al equipo a Moscú. Lo intentó y no pudo. Lo buscó y no lo encontró. Ese gesto de Rijkaard es un final y un principio. Rijkaard es el símbolo de una era cerrada. Como Ronaldinho. Ni uno ni otro seguirán. Josep Guardiola será quien tendrá que hacer girar el nuevo círculo alrededor de Messi, de Bojan, de Valdés, de Iniesta y de una larga lista de refuerzos que regenerarán el vestuario.

DOS AÑOS DE DESENGAÑOS

No es fácil salvar el pellejo en Old Trafford, pero vale la pena llegar hasta aquí aunque sea para jugarse la vida. Más de 4.000 culés tuvieron ese privilegio, el honor de sentir el fútbol en esencia, aunque acabaran viviendo un desengaño, uno más en dos años de fracasos. El Barça tocó el cielo en París y ahí se quedó, encantado consigo mismo, sin que nadie fuera capaz de hacerle bajar de las nubes. El club de la autocomplacencia se ha acabado devorando a sí mismo, y el destino no quiso darle la oportunidad de redimirse en Moscú, como si sintiera que no podía ser tan generoso con quienes han hecho tan poco para merecerlo.Y eso que el Barça dio la cara, aunque le faltó más fe en sí mismo. Entró en escena con la cabeza alta, concienciado de que no le quedaba más que jugar esta última carta y cruzar los dedos para ganarle la partida al Manchester, un equipo que parece más fiero de lo que es y al que le encanta farolear con atacar y, a la hora de la verdad, arriesga lo justo. O menos. No lo hizo en el Camp Nou y tampoco en su casa. Y no lo necesitó. Sin buscarlo, le llegó el gol, en un balón regalado por Zambrotta y que Scholes envió a la escuadra y resquebrajó el dominio azulgrana. Pero, en realidad, el papel del Barça era el mismo. Tenía que marcar. Tan simple y tan difícil.

Messi, Messi, Messi.

Todo pasaba por él, por sus eslálones inverosímiles, en un constante él contra todo Manchester que se quedó siempre a medio camino, pero que dejó Old Trafford boquiabierto. En cuanto el balón llegaba a él se hacía el silencio. No pasó de ahí. Faltó el gol que habría callado las gargantas que en los últimos minutos seguían gritando con el mismo entusiasmo pero también con temor. El Barça atacó y atacó, pero no hubo manera.

GRITOS CONTRA LAPORTA

Salió Henry y nada. Qué fiasco. Qué decepción. Llegó como cuarto fantástico y se puede ir mañana mismo sin haber dejado nada que recordar. Ronaldinho también se irá, pero seguirá en la memoria por más que los culés no estén ahora para despedidas cariñosas. Llegan tiempos duros, que pueden abrirse con un tenso Camp Nou este domingo --anoche en Old Trafford ya se escucharon gritos de "Barça, sí, Laporta, no" y "Laporta, dimisión" -- y seguir con el alirón del Madrid, quien sabe si ante las mismas narices del Barça en el Bernabéu. Una dramática agonía, bajo el castigo de tener que pelear por la segunda plaza en la Liga, que entierra los buenos recuerdos que ha dejado este equipo y que el paso del tiempo revitalizará. Es el fin de la comedia.