Penya Barcelonista de Lisboa

dimarts, d’abril 29, 2008

El Barça muere sin decir ni pío


Un gol de Scholes le basta al Manchester United para abatir a un equipo apagado y nuevamente sin gol

Apagado, falto de épica y de arrebato, el Barcelona murió como un pajarito en Old Trafford, sin decir ni pío, condenado por el extravío de los fantásticos, dimitidos o sustituidos, carentes de gol, la peor de las noticias para un club que se armó a partir de una delantera de lujo. Un equipo que encadena cuatro partidos sin marcar no puede llegar a ningún sitio y menos a la final de la Copa de Europa. Ausente en las jornadas laborables, a los azulgrana también les vino demasiado grande el partido al que se remitían diariamente y emplazaban a amigos y enemigos como el día del juicio final.

Al Manchester United le alcanzó con un gol de Scholes y un impecable trabajo de Ferdinand para firmar su clasificación para Moscú. Ni siquiera necesitó de Cristiano Ronaldo. Jugaron los diablos rojos con mayor determinación y confianza que los barcelonistas, superados por la liturgia del encuentro, por la solemnidad del campo y por la fiebre del rival, entregados exclusivamente a Messi, que se ganó el derecho a ser la piedra sobre la que se edificará el futuro equipo. Empequeñecido como está el Barcelona, la dependencia de Messi fue tan absoluta como insuficiente en el Teatro de los Sueños.

Aparentemente, el partido no pintaba mal para el Barcelona, más que nada porque el poderío del United quedó limitado en las dos áreas por la ausencia de Vidic y Rooney, dos futbolistas con una pegada excelente, generalmente decisivos en los partidos exigentes y que condenan los errores individuales. Un doble fallo de Zambrotta, que resbaló y rechazó malamente el balón, condenó precisamente el hermoso despliegue inicial del Barça. Agarrados a la zamarra de Messi, los azulgrana jugaron un buen cuarto de hora en cancha inglesa. Apretaban en la divisoria y alcanzaban el campo ajeno con una relativa frecuencia. Hasta que cedió el lateral derecho y habilitó el remate a media distancia de Scholes, un jugador que mezcla con cualquier futbolista, siempre decisivo porque aparece en el punto que demanda la jugada, dispuesto a cortar el despliegue, a armar la contra o a pegar a la pelota.

El remate de Scholes se abrió del centro hacia la derecha, junto al palo, imposible para Valdés, retratado cada jornada, a veces errático y en otras vendido por sus zagueros o por la falta de tensión defensiva de los medios, que siempre flotan y nunca atacan la pelota. Las llegadas del United fueron muy selectivas y dañinas, nunca insustanciales, frente al barroquismo y confusión barcelonista. Atacaban de manera directa y concreta los diablos rojos, siempre procurando acabar la jugada, mientras los azulgrana se entregaban a Messi. Jugaba Messi contra el Manchester United, igual que cuando Maradona desafiaba al mundo, y el '10' se bastaba para decidir un título. Ocurre que los tiempos han cambiado y un delantero ya no siempre se basta para cantar victoria. A veces excesivamente chupón, al argentino le faltó acompañamiento para alcanzar al final.

Messi desafió solo a la zaga del United porque Deco competía contra cuantos centrocampistas rojos formaban en la cancha. Únicamente el portugués alimentaba el juego del argentino porque Eto'o estaba fuera de onda y los volantes no entraban en juego. Iniesta no rompía ni acompañaba desde la banda y los laterales no ponían un centro para suerte de los centrales del United, que defendían confiados por un lado en la falta de puntería de los delanteros azulgrana y convencidos por otro de que nada les costaría poner otro gol en la portería rival cuando fuera menester. Al fin y al cabo, el United es un equipo joven y vitalista, con el punto de fiebre necesario para partidos como el de anoche, nada que ver con el Barça, envejecido y caduco, de vuelta de las cosas del fútbol. Uno se despliega a la velocidad de la luz y el otro en cámara lenta, los rojos aprietan a correr y los azulgrana se paran a pensar, demasiadas diferencias.

Del monólogo de Messi se pasó progresivamente al ataque y gol del United, que se crecía y gustaba cada vez un poco más, mejor organizado y superior físicamente. Los ingleses llegaban en manada al área de Valdés mientras los delanteros azulgrana se diseminaban por el campo, encomendados al ingenio de Messi. A Rijkaard no le quedó más remedio que intervenir y apostar por el factor Henry, un jugador que cuenta nueve goles contra el Manchester en sus duelos con la zamarra del Arsenal. Aunque el francés animó al Barcelona en el tramo final, el Manchester se defendió con entereza y de manera fiable, sin ninguna heroicidad, porque el rival murió de nuevo por un empacho de balón.

Los azulgrana no han perdido estilo ni juego sino que se han quedado secos por la baja forma de Eto'o y la claudicación de Ronaldinho, desaparecido durante todo el curso. La historia dirá que el sol salió y se puso para el Barcelona con Ronaldinho. Falto de la luz del Gaucho, el Barça acabó por expirar anoche en Old Trafford, el Teatro de los Sueños, el mejor de los escenarios posibles para un buen Réquiem. Gloria al Manchester, camino de Moscú, y punto final al Barça de Ronaldinho y de Rijkaard.