SOM MÉS QUE UN CLUB
Som més que un club Cuando Narcís de Carreras, en su discurso de toma de posesión como presidente del FC Barcelona acuñó la frase "som més que un club" no debía de tener en mente la proyección internacional que con la globalización alcanzaría la entidad pero sí que tenía clara la identificación del Barça con todo un pueblo. La frase era lo suficientemente potente y a la vez ambigua como para perdurar en el tiempo sin perder vigencia. Era 1968, España vivía ya el tardofranquismo, y sin decir apenas nada, De Carreras lo dijo todo. Hasta entonces y por algunos años más, el Barça vehiculizó las ansias de libertad de muchos catalanes que veían en el blaugrana, la senyera; en sus victorias, golpes al régimen (el famoso 0-5 en el Bernabéu), y en sus fracasos injustos (caso Di Stéfano), la razón para combatirlo desde un cierto victimismo propio de las esencias catalanas. Los tiempos han cambiado desde entonces. Y con ellos, el "som més que un club" cobra nuevos significados. Sin perder el matiz político, la tan celebrada frase se percibe más como la capacidad del Barça para poner a Catalunya en el mapamundi y, con ello, exportar determinados valores que, para los culés, van asociados al binomio barcelonismo-catalanismo: "el seny i la rauxa", la libertad y el orgullo de todo un pueblo... Insertar publicidad de Unicef en la camiseta del primer equipo de fútbol se inscribe en la misma dialéctica del "som més que un club". De hecho, se trata de un caso de publicidad inversa, ya que el club no percibe dinero alguno por llevar este mensaje. La iniciativa de Joan Laporta, por lo tanto, es una inversión en prestigio que supone engrandecer el lema de la entidad y hacerlo universal en valores y en geografía. No hay nada más ilustrativo para comprender la proyección del Barça en el mundo, sin duda apoyada en los recientes éxitos deportivos, que viajar por lugares más o menos remotos. Este verano he tenido la suerte de viajar a Irán. No se trata sólo de que a los iraníes les guste el Barça, es que lo siguen partido a partido. Pude ver el Werder Bremen-FC Barcelona por la televisión nacional iraní que también retransmite partidos de la Liga, en su mayoría del Barça. En los periódicos, escritos en -para mi- incomprensible farsi, pude ver fotos de Rijkaard y Ronaldinho, quien además es un gran reclamo publicitario; por no hablar de la multitud de chiquillos que juegan al fútbol en la calle luciendo orgullosos una camiseta azulgrana o haciendo el signo surfero que popularizó el gaúcho. Al presentarme como español de Barcelona al gran número de personas que durante mi estancia en tierras persas sintieron curiosidad por un extranjero, todos reaccionaban con una gran sonrisa de oreja a oreja y una exclamación que se resume en: ¡Barcelona, fútbol, Ronaldinho, Eto"o, ¡jeile jube! (Muy bonito)! Muchos me pedían que saludara a Ronaldinho de su parte (¡salama Ronaldinho!) y no eran pocos los que, con buen sentido del humor, se hacían pasar por acérrimos seguidores merengues. Los más avispados ya deducían que yo era y hablaba catalán e incluso hacían algun comentario político referente a las relaciones España y Catalunya, lo que no podía dejar de agadecer con un guiño de complicidad. También algún despistado que había oído campanas pensó que yo tenía que ser vasco lo que iba seguido de mi pertinente correción. Y es que para bien o para mal, el Barça es y será "més que un club", quizás porque el fútbol es algo más que un deporte. Ya sea en un caravansarai persa, en una gasolinera serbia o en una 'pousada' brasileña, hablar de fútbol y hablar del Barça abre puertas, provoca sonrisas, rompe hielos y, en definitiva, une mundos y culturas muy dispares. Josep M. Calvet, La Vanguardia, 26.10.06 |
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