El Athletic sabe jugarle al Barça
El Athletic sabe jugarle al Barça
El equipo azulgrana, ofuscado y poco clarividente, se da de frente con el planteamiento férreo diseñado por Caparrós
El equipo azulgrana, ofuscado y poco clarividente, se da de frente con el planteamiento férreo diseñado por Caparrós
La Copa no es la Liga, o al menos el Barça no forma con el mismo equipo ni juega de la misma manera los dos torneos, motivos de sobra para que el resultado también sea diferente y el Athletic confíe en pasar ronda en San Mamés después de salir ileso del Camp Nou. Aunque el partido de ayer no era fácil, los rojiblancos supieron jugarle a un rival que nunca encontró el camino del gol, ni con los suplentes ni cuando se corrigió con los titulares, siempre desconectado y negado, fuera de onda. Los azulgrana apenas generaron ocasiones, centraron mal y nunca enfocaron la portería, como si le hubiera afectado el cambio de competición, pasar de otoño a invierno. Al fútbol no se gana por inercia y la Copa precisa de una épica que no tiene el Barça.
Aunque siempre es un equipo reconocible, el Barcelona fue ayer también un adversario más fácil de defender para el Athletic. A partir de un despliegue muy académico, los azulgrana abrieron bien el campo, tomaron la pelota y acamparon en cancha ajena, para atacar de forma pensada y elaborada y defender con una presión tan tenaz como sincronizada. No había dudas sobre la declaración de intenciones barcelonista pese a que solo jugaba medio equipo titular. El fútbol, sin embargo, resultó muy diferente porque el Barcelona perdió velocidad respecto al clásico o al derbi, le faltó corriente, pasó de 220v a 125v, como cuando Cruyff montaba dos rondos en La Masia y partía a la plantilla en dos: a un lado los más rápidos y al otro los más lentos.
Al Athletic le era fácil jugar a verlas venir, porque el Barça no desbordaba ni profundizaba sino que se empeñaba en percutir por dentro, terreno abonado para los centrales y pivotes de Caparrós, que tapaban muy bien los pasillos interiores. Ausente Llorente, había que defender el campo y el resultado con vistas a la vuelta. No había fluidez en el juego azulgrana, el ritmo tampoco era el adecuado y nadie desequilibraba. Xavi no tenía a quien filtrar pases e Iniesta no es Messi por más que de salida ejerciera de falso nueve. Así que el Barça tocaba y chutaba sin elaborar el fútbol, sin finura ni vértigo, sin ganarse el espacio preciso para el tiro ni madurar la jugada. El Athletic no concedía ni un palmo para jugar al Barça.
A grandes males, grandes remedios. El partido demandaba un cambio de marcha, y Guardiola recurrió a Messi mientras Caparrós replicaba con Muniain. Dos futbolistas excelentes, cada uno en su contexto, universal el azulgrana, revulsivo el rojiblanco. La Pulga se acercó al área mientras Iniesta retrocedía a la medular, una buena conexión para activar al Barcelona. Faltaba, si acaso, más munición, de manera que a escena salió Villa. Pasada la hora, el Barça alineaba finalmente con los tres delanteros y los dos interiores titulares. Aumentaron las revoluciones azulgrana y el partido se convirtió en un ataque y gol en el área vasca. El Athletic, sin embargo, se tapó muy bien y no concedió oportunidades a un rival ofuscado, poco clarividente.
Los muchachos de Caparrós se batieron con grandeza, conscientes de que su suerte está en la Copa, y se ganaron el empate, mientras el Barcelona confirmaba su extravío, ya sin excusas ni concesiones, porque jugaban los mejores. La fe rojiblanca pudo más entonces que la rutina azulgrana. Al Barça le falló el plan en la ida y por segunda vez se quedó a cero, interrumpiendo su racha de 10 victorias seguidas. Ocurre que los azulgrana han ganado todos los partidos jugados en cancha contraria y por tanto no se rinden con vistas a Bilbao. El Athletic, sin embargo, está en el escenario que quería y soñaba, y la épica de la Copa le avala frente a la estética del Barça en la Liga.
Aunque siempre es un equipo reconocible, el Barcelona fue ayer también un adversario más fácil de defender para el Athletic. A partir de un despliegue muy académico, los azulgrana abrieron bien el campo, tomaron la pelota y acamparon en cancha ajena, para atacar de forma pensada y elaborada y defender con una presión tan tenaz como sincronizada. No había dudas sobre la declaración de intenciones barcelonista pese a que solo jugaba medio equipo titular. El fútbol, sin embargo, resultó muy diferente porque el Barcelona perdió velocidad respecto al clásico o al derbi, le faltó corriente, pasó de 220v a 125v, como cuando Cruyff montaba dos rondos en La Masia y partía a la plantilla en dos: a un lado los más rápidos y al otro los más lentos.
Al Athletic le era fácil jugar a verlas venir, porque el Barça no desbordaba ni profundizaba sino que se empeñaba en percutir por dentro, terreno abonado para los centrales y pivotes de Caparrós, que tapaban muy bien los pasillos interiores. Ausente Llorente, había que defender el campo y el resultado con vistas a la vuelta. No había fluidez en el juego azulgrana, el ritmo tampoco era el adecuado y nadie desequilibraba. Xavi no tenía a quien filtrar pases e Iniesta no es Messi por más que de salida ejerciera de falso nueve. Así que el Barça tocaba y chutaba sin elaborar el fútbol, sin finura ni vértigo, sin ganarse el espacio preciso para el tiro ni madurar la jugada. El Athletic no concedía ni un palmo para jugar al Barça.
A grandes males, grandes remedios. El partido demandaba un cambio de marcha, y Guardiola recurrió a Messi mientras Caparrós replicaba con Muniain. Dos futbolistas excelentes, cada uno en su contexto, universal el azulgrana, revulsivo el rojiblanco. La Pulga se acercó al área mientras Iniesta retrocedía a la medular, una buena conexión para activar al Barcelona. Faltaba, si acaso, más munición, de manera que a escena salió Villa. Pasada la hora, el Barça alineaba finalmente con los tres delanteros y los dos interiores titulares. Aumentaron las revoluciones azulgrana y el partido se convirtió en un ataque y gol en el área vasca. El Athletic, sin embargo, se tapó muy bien y no concedió oportunidades a un rival ofuscado, poco clarividente.
Los muchachos de Caparrós se batieron con grandeza, conscientes de que su suerte está en la Copa, y se ganaron el empate, mientras el Barcelona confirmaba su extravío, ya sin excusas ni concesiones, porque jugaban los mejores. La fe rojiblanca pudo más entonces que la rutina azulgrana. Al Barça le falló el plan en la ida y por segunda vez se quedó a cero, interrumpiendo su racha de 10 victorias seguidas. Ocurre que los azulgrana han ganado todos los partidos jugados en cancha contraria y por tanto no se rinden con vistas a Bilbao. El Athletic, sin embargo, está en el escenario que quería y soñaba, y la épica de la Copa le avala frente a la estética del Barça en la Liga.
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