STUTTGART 1 - BARCELONA 1
Ataque de miedo en Stuttgart
Un tanto de Ibrahimovic rescata al Barcelona de su mal partido
Ningún equipo percibe mejor la derrota que el Barcelona. Alrededor del equipo había una desconfianza generalizada desde su caída en el Calderón, inexplicable desde el punto de vista de los números y, sin embargo, muy constatable en el entorno barcelonista, sobre todo desde que a Cruyff le pareció que los azulgrana habían jugado el sábado contra el Racing su peor partido desde que Guardiola se sienta en el banquillo del Camp Nou. La palabra de Cruyff fue suscrita por Guardiola nada más llegar a Stuttgart y, efectivamente, en el Mercedes Benz Arena compareció la peor versión del Barça. Así de sensible es el Barcelona, descifrable únicamente para quienes le han parido y sufrido, redimido finalmente en Alemania por una jugada afortunada, tocado por la suerte del campeón. Nada nuevo respecto al año pasado, por otra parte, pues entonces los azulgrana salvaron el marcador en Lyon después de una noche esperpéntica.
El Barcelona quedó también paralizado en Stuttgart, y si no perdió como temía fue porque los alemanes, más inexpertos y menos equipo, quedaron en fuera de juego tras encajar el gol de Ibrahimovic, tan certero en el tiro como desafortunado en su acutación global. Si el partido se planteaba desde el punto de vista azulgrana como un chequeo, el Barcelona está con gripe, desenchufado del fútbol. Ha llegado el tiempo de sobrevivir más que de pedir actuaciones solemnes o grandilocuentes en la Liga y en Europa, y ya se sabe que la Champions se pierde en febrero y se gana en mayo.
La seriedad con la que el Barça afrontó el encuentro se plasmó solo en la alineación. Guardiola arriesgó con Xavi, convaleciente de una lesión, y remató con Iniesta de delantero. Ausentes los laterales Alves y Abidal, jugaron los azulgrana con sus futbolistas más fiables, a excepción seguramente de Márquez, más frágil que Milito. Al técnico le interesaba atacar bien para defender mejor, consciente de que los errores penalizan en Europa. Académicamente, el planteamiento era impecable; futbolísticamente fue de salida un desastre.
Equipo agresivo y de pierna dura, el Stuttgart se desplegó con una energia extraordinaria. Una jugada retrató el paisaje al poco de comenzar. Messi se resbaló al pisar el área y la pelota acabó en manos de Valdés después de una rápida transición en superioridad numérica del Stuttgart. A partir de los balones divididos, los alemanes alcanzaron el marco de Valdés con tanta reiteración que por momentos el Barcelona se expuso a una goleada. Cacau tuvo hasta tres remates francos después de batir a Valdés. Al portero azulgrana le exigían tanto los delanteros rivales como sus propios defensas, mal puestos y desbravados. El fútbol organizado y físico alemán descuartizaba el juego flácido de los barcelonistas.
A la falta de profundidad y velocidad añadió el Barcelona serios problemas para combinar y llegar al marco de Lehmann. No había manera de ganar espacio en cancha ajena, ni de girarse y filtrar un pase interior, ni tampoco de tirar un desmarque. Las pérdidas de balón fueron reiteradas. No había rastro de Ibrahimovic, los medios quedaron desperdigados y perdieron toque, mientras la zaga aparecía más vulnerable que nunca.
Al rescate del Barça acudió Piqué, que se ganó épicamente una pelota en el área contraria que Ibrahimovic agradeció en un doble remate al poco de comenzar el segundo acto del encuentro. Una jugada tan afortunada como decisiva para el desenlace del partido y puede que de la eliminatoria. El empate serenó el juego barcelonista y aturdió al Stuttgart, víctima de una actitud reverencial hacia el campeón, resignado después de pedir dos penaltis al árbitro cuando atacaban como una manada de búfalos. A los azulgrana les resultó relativamente fácil imponer su fútbol control desde que firmaron el empate. Los goles en campo contrario tienen un valor doble y actúan como un martillo los equipos locales. El Barcelona le perdió el miedo al partido con el tanto de Ibrahimovic, dejó de tartamudear con el balón y empezó a conducir menos y a tocar más y mejor. A falta de vigor y chispa, incluso de ambición, a los azulgrana les valió con una jugada y superar el momento más crítico de lo últimos tiempos. El barcelonismo entendió que el riesgo de perder era tan alto que el empate le supo a gloria bendita.
RAMON BESA. El PAIS
Un tanto de Ibrahimovic rescata al Barcelona de su mal partido
Ningún equipo percibe mejor la derrota que el Barcelona. Alrededor del equipo había una desconfianza generalizada desde su caída en el Calderón, inexplicable desde el punto de vista de los números y, sin embargo, muy constatable en el entorno barcelonista, sobre todo desde que a Cruyff le pareció que los azulgrana habían jugado el sábado contra el Racing su peor partido desde que Guardiola se sienta en el banquillo del Camp Nou. La palabra de Cruyff fue suscrita por Guardiola nada más llegar a Stuttgart y, efectivamente, en el Mercedes Benz Arena compareció la peor versión del Barça. Así de sensible es el Barcelona, descifrable únicamente para quienes le han parido y sufrido, redimido finalmente en Alemania por una jugada afortunada, tocado por la suerte del campeón. Nada nuevo respecto al año pasado, por otra parte, pues entonces los azulgrana salvaron el marcador en Lyon después de una noche esperpéntica.
El Barcelona quedó también paralizado en Stuttgart, y si no perdió como temía fue porque los alemanes, más inexpertos y menos equipo, quedaron en fuera de juego tras encajar el gol de Ibrahimovic, tan certero en el tiro como desafortunado en su acutación global. Si el partido se planteaba desde el punto de vista azulgrana como un chequeo, el Barcelona está con gripe, desenchufado del fútbol. Ha llegado el tiempo de sobrevivir más que de pedir actuaciones solemnes o grandilocuentes en la Liga y en Europa, y ya se sabe que la Champions se pierde en febrero y se gana en mayo.
La seriedad con la que el Barça afrontó el encuentro se plasmó solo en la alineación. Guardiola arriesgó con Xavi, convaleciente de una lesión, y remató con Iniesta de delantero. Ausentes los laterales Alves y Abidal, jugaron los azulgrana con sus futbolistas más fiables, a excepción seguramente de Márquez, más frágil que Milito. Al técnico le interesaba atacar bien para defender mejor, consciente de que los errores penalizan en Europa. Académicamente, el planteamiento era impecable; futbolísticamente fue de salida un desastre.
Equipo agresivo y de pierna dura, el Stuttgart se desplegó con una energia extraordinaria. Una jugada retrató el paisaje al poco de comenzar. Messi se resbaló al pisar el área y la pelota acabó en manos de Valdés después de una rápida transición en superioridad numérica del Stuttgart. A partir de los balones divididos, los alemanes alcanzaron el marco de Valdés con tanta reiteración que por momentos el Barcelona se expuso a una goleada. Cacau tuvo hasta tres remates francos después de batir a Valdés. Al portero azulgrana le exigían tanto los delanteros rivales como sus propios defensas, mal puestos y desbravados. El fútbol organizado y físico alemán descuartizaba el juego flácido de los barcelonistas.
A la falta de profundidad y velocidad añadió el Barcelona serios problemas para combinar y llegar al marco de Lehmann. No había manera de ganar espacio en cancha ajena, ni de girarse y filtrar un pase interior, ni tampoco de tirar un desmarque. Las pérdidas de balón fueron reiteradas. No había rastro de Ibrahimovic, los medios quedaron desperdigados y perdieron toque, mientras la zaga aparecía más vulnerable que nunca.
Al rescate del Barça acudió Piqué, que se ganó épicamente una pelota en el área contraria que Ibrahimovic agradeció en un doble remate al poco de comenzar el segundo acto del encuentro. Una jugada tan afortunada como decisiva para el desenlace del partido y puede que de la eliminatoria. El empate serenó el juego barcelonista y aturdió al Stuttgart, víctima de una actitud reverencial hacia el campeón, resignado después de pedir dos penaltis al árbitro cuando atacaban como una manada de búfalos. A los azulgrana les resultó relativamente fácil imponer su fútbol control desde que firmaron el empate. Los goles en campo contrario tienen un valor doble y actúan como un martillo los equipos locales. El Barcelona le perdió el miedo al partido con el tanto de Ibrahimovic, dejó de tartamudear con el balón y empezó a conducir menos y a tocar más y mejor. A falta de vigor y chispa, incluso de ambición, a los azulgrana les valió con una jugada y superar el momento más crítico de lo últimos tiempos. El barcelonismo entendió que el riesgo de perder era tan alto que el empate le supo a gloria bendita.
RAMON BESA. El PAIS
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