Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, de maig 26, 2008

Keita, la apacible perla negra


Keita, la apacible perla negra

Ni es pirata ni es del Caribe, pero Seydou Keita ha hecho méritos de sobra en un año en la Liga española para ser apodado la perla negra. Antes de que Hollywood lo explotara ya lo lució con orgullo su tío Salif en las tres campañas que militó en el Valencia (1973-1976) y en las que abrió una primera puerta para el fútbol de Malí en España. Precisamente Salif, que llegó a ser ministro de deportes de su país, fue el que orientó sus primeros pasos en el fútbol en su Bamako natal.

De su ciudad calmada ha heredado Seydou Keita (Bamako, 16 de enero de 1980) su carácter apacible, poco polémico, afable y tranquilo- fuera del campo, porque en el césped se transforma, siempre sin perder la nobleza. Amigo inseparable en su año en el Sevilla de Kanouté, también compañero en la selección de Malí, comienza a despuntar en 1999, cuando en el Mundial sub-20 de Nigeria conduce a su selección al tercer lugar y es nombrado mejor jugador del torneo por delante de Ronaldinho o Forlán.

Como todos los grandes talentos de África, su destino inmediato es Francia. En su primer año en el Marsella, no brilla, pero sus condiciones y su regularidad salen a relucir en su siguiente destino, el modesto Lorient. Tras dos campañas llega al Lens, donde se consolida y, tras cinco años, se convierte en la pieza clave del juego de su equipo. Su gran última temporada (2006-07, con 11 goles) convence a Monchi que le hace dar el salto a la Liga española.Pulmón de la selección

Quizás por la referida ascendencia familiar, Keita es un ídolo en su país y en su ciudad. "Allí la estrella no soy yo, allí al que le piden más autógrafos es a Seydou", llegó a bromear Kanouté en su día. No es para menos. Es el capitán de la selección de Malí, de las Águilas, desde sus primeros años fue la referencia del fútbol de su país y se mantiene como una figura respetada entre sus compatriotas. Con ellos sí se transforma y admite más responsabilidad en su papel extradeportivo, asume el protagonismo adquirido y parece otro. En el Sevilla aceptó otro rol diferente de inicio que ha ido variando con los meses.

Keita ha demostrado en la capital hispalense no solo ser buen futbolista, sino también un buen compañero de vestuario. Sigiloso, tranquilo y callado, entró a formar parte rápidamente del clan africano (Koné, Kanouté y él mismo). También musulmán, no oculta su religión y la profesa con asiduidad. Su forma de celebrar los goles lo ejemplifica. Palmas hacia arriba y mirada al cielo. La época de Ramadán también es sagrada para él, pero en el Sevilla no le afectó. La dieta elaborada especialmente para los musulmanes del equipo y las instrucciones del endocrino, Antonio Escribano, dieron resultado. De hecho, el maliense ofreció un gran rendimiento en la época del Ramadán, goles incluidos. Por todo ello, no fue extraño que cuando el Sevilla fue a Estambul a los octavos de la Champions ante el Fenerbahçe, tanto él como Kanouté pidieran permiso para ir a la Mezquita Azul.

Pero aunque su espiritualidad parece acompañarlo allá por donde va, también transmite jovialidad al poco de rascar su pequeña coraza. Tras su imagen de seriedad se oculta un bromista, amigo de la conversación, aspecto que ha ido aflorando conforme aprendía español, que ya comprende aunque aún le cuesta hablarlo fluidamente. Es uno de los motivos por los que recela de las ruedas de prensa.Sin estridencias

Lejos de estridencias, mantiene una vida, como todo en él fuera del campo, calmada, familiar. En Sevilla no tardó en marcharse a una zona residencial. Además del bullicio sevillano, otro aspecto de la vida doméstica que le sorprendió fue el alto precio de las reparaciones domésticas. No son raros sus comentarios a su entorno al respecto.

Tampoco es amigo de actos y publicidades; lo suyo es rendir sobre el césped. En Sevilla y en el Sevilla cumplió con esos dos requisitos, la vida calmada y apacible, y el rendimiento en el equipo, tanto con Juande como con Jiménez. Quizás por eso, y porque se llegó a sentir cómodo en una ciudad que le recordaba en algunos aspectos a su localidad natal (ha tenido una niña sevillana, nacida hace un mes), Keita no ocultó que en la ciudad del Guadalquivir se sentía feliz. A ese sentimiento obedeció igualmente su postura cuando el Barcelona llamó a su puerta. En igualdad de condiciones económicas, seguiría en el Sevilla. Así se lo transmitió a José María del Nido y Monchi, aunque estos, evidentemente, no accedieron a pagarle lo que el Barça le ofrecía, casi el doble de sus emolumentos.

De esta forma, el medio africano, que ha forjado su trayectoria a base de regularidad, de partidos y más partidos, de kilómetros y más kilómetros en un campo de fútbol, confirma lo que apuntó de manera notable hace nueve años en el Mundial juvenil. En dos años ha pasado de ser el faro de un modesto equipo francés a convertirse en una nueva pieza de un proyecto de altas miras que le permitirá aspirar a todo. La perla negra ya no necesita pulirse, reluce como nunca.

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