Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, de maig 26, 2008

Censura, castigo y alternativa


Censura, castigo y alternativa

A falta de fútbol competitivo (la festiva pachanga Catalunya B -Argentina B sólo puede considerarse un formato de serie B), las emociones se han trasladado a la actividad institucional. Por un lado, el Barça reafirma su voluntad de redención a través de fichajes de carácter simbólicamente humilde (Keita y Piqué) y, por otro, Oriol Giralt intenta marcarle un gol a la directiva (una jugada que una parte de la afición consideraría gol en propia puerta). Por ahora, los fichajes obligan a modificar nuestros protocolos anímicos. Si antaño dábamos rienda suelta a la euforia al reconocer el potencial populista de según qué nombres (sobre todo de los que se dijo que vendrían y nunca llegaron), ahora invertimos la metodología e intentamos levantar una ilusión lacónica basada más en los contenidos que en las apariencias. Secretamente, sin embargo, tenemos tanto mono de buenas noticias que nos bastará un Gamper resultón para empezar a sacarle brillo a nuestras oxidadas campanas y caer en la santificación tóxica.

La recogida de firmas, en cambio, da vida al lado oscuro del club y presenta aspectos épicos y otros dignos de película de Berlanga. Todos los que han tenido que pasar por este trámite afirman que recoger firmas de socios culés al corriente de pago es una de las cabronadas más extenuantes que existen. Pero también es cierto que, tradicionalmente, los recogedores de firmas han proporcionado momentos de notable comicidad. Hemos tenido desde adhesiones de muertos hasta apoyos vendidos a granel en cajas made in Andorra que te lo crees tú- por Seur. A la historia de la firma electoral o de censura hay que sumarle ahora las muevas tecnologías que tanto están ayudando a Giralt, incluso con videojuegos de quita y pon. En la ya larga tradición de susceptibilidades y discrepancias culés, la aportación de Giralt inspira toda clase de especulaciones. Por ejemplo: se da por sentado que hay alguien detrás de él, pero nadie dice quién. A medida que van pasando los días y acumulándose las firmas, las hipótesis se vuelven más delirantes, así que no descarten que pronto se le acuse de estar financiado por la CIA o el Real Madrid. Otros, por el contrario, se limitan a constatar lo obvio: que los estatutos del club permiten la fórmula. Para desacreditar la moción, y como ocurrió tendenciosamente con la del Elefant Blau, se dice que este mecanismo debería reservarse para una situación grave. En este caso, sería bueno que los estatutos establecieran a partir de qué momento expira el "que no estamos tan mal". ¿Un terremoto? ¿Un presidente desequilibrado? Mientras eso no ocurra, los que mandan deben estar dispuestos, incluso despreciando íntimamente la iniciativa, a convivir con la discrepancia organizada. En cuanto a la teoría que circula de que si Giralt consigue las firmas, la junta podría dimitir en bloque, no creo que eso ocurra. Sería una respuesta excesivamente dramática y teatral, que transmitiría a los socios una incapacidad para enfrentarse a los problemas con carácter, rigor y valentía (¿qué haría Armand Carabén?). Como no me convence ninguna de las hipótesis conspirativas referidas a Giralt (inducidas o espontáneas, cómicas o verosímiles), intuyo que lidera una reactiva medida de castigo, de utilización de un mecanismo legítimo para unificar las variadas antipatías que, irresponsable e increíblemente, se ha ganado Laporta. Por eso conviene no caer en el pánico y confiar en la capacidad de los socios para decidir el destino del club (al fin y al cabo, ellos eligieron a la junta actual). Cuanto más elegante y seria sea la directiva, más débil parecerá la oposición.