Penya Barcelonista de Lisboa

dijous, d’abril 24, 2008

LA LIGA DE CAMPEONES. UNA NOCHE SIN ESTRELLAS


• Cristiano Ronaldo empezó fallando un penalti y se marchó del Camp Nou sin dejar apenas huella Messi, al notar las primeras molestias, pidió el cambio para no romperse

Pues no. No hubo duelo. O, al menos, no con la magnitud que se imaginaba. Reunidos anoche en el templo del Camp Nou dos artistas de talla mundial (uno, Messi, vestido de azulgrana; otro, Cristiano Ronaldo, de blanco), pero sin estar a la altura de lo que el mundo imaginaba. No hubo duelo y, desgraciadamente para el Barcelona, Leo solo pudo aguantar una hora en el campo. Pero no se lesionó.Al ser sustituido, con todo el estadio pendiente de sus frágiles músculos, Rijkaard lo abrazó. Como el padre que abraza a su hijo. Como lo abrazó en su día, hace ya dos años, cuando Messi se rompió ante el Chelsea de Mourinho. No tenía, sin embargo, la carga de dramatismo de aquella noche. Ni tampoco el que se vivió hace casi dos meses en el Camp Nou cuando se rompió ante el Celtic. Pero el público tembló. Tembló, sobre todo, cuando el Manchester estaba sacando un córner y él, en el centro del campo, estaba estirando sus músculos. Se sintió un poco cargado en sus piernas y, como había pactado con Rijkaard, se marchó al vestuario.La ira del estadioAunque Messi quería continuar, anoche sí escuchó a su cuerpo. Miró antes a sus piernas, giró luego la cabeza hacia el banquillo, le dijo más tarde a Rijkaard que aguantara un poco, y después Leo aceptó disciplinadamente la sustitución. Sabía que le hacía un gran bien a su futuro. Sabía, además, que así podría estar el martes en Old Trafford. El público lo despidió con la grandeza que merece su figura. O sea, con el Camp Nou puesto en pie, coreando el nombre de Messi, a la vez que entraba Bojan en el campo. Y la misma gente que había silenciado al altivo Cristiano Ronaldo, después de fallar un penalti, se entregó a Messi, aunque anoche no fuera el Messi de siempre.Ni un tiro a puerta de LeoEra evidente que no lo era porque ni siquiera disparó a Van der Sar, la prueba de que no estaba con la chispa. Quería Messi, pero no podía correr. Deseaba, pero Ferguson, el viejo sir inglés, le tendió una trampa con Evra, el lateral izquierdo, ayudado por Park, el coreano, y hasta por Scholes. Tres en uno para detener a Leo, algo que logró el Manchester, a pesar de que también es cierto que no le llegaron balones con ventaja para escapar de esa cárcel construida en la banda derecha del ataque azulgrana. Lo intentó, nadie le puede reprochar lo contrario a Messi, aunque no lo consiguió.El especialista fallaA Cristiano Ronaldo, sin embargo, sí que hay algunas cosas qué reprocharle. Siendo el especialista, como lo es, en lanzar los penaltis, tanto en el Manchester como en la selección portuguesa, se comportó como un principiante. Dio la sensación de que lo había marcado antes incluso de tirarlo. Se creyó ya festejando el gol antes de batir a Valdés. Y falló. Luego, se diluyó.El público volcó su ira en el portugués, el Barça apretó sus marcajes, aunque un despiste de Deco le costó a Márquez ver la tarjeta amarilla que le impedirá jugar en Old Trafford. Abandonado por su equipo, Cristiano Ronaldo no hizo nada en la segunda mitad. En la primera pidió otro penalti de Márquez; en la segunda no disparó, no regateó, no bromeó... Y Messi, mientras, ya en el vestuario, mirando a sus piernas, con sus compañeros preocupados. Ah, en el palco del Camp Nou estaban Puyol, Edmilson, Oleguer y Jorquera. Nadie, sin embargo, vio a Ronaldinho, el mejor amigo de Messi. Antes era la estrella en el campo; ahora ni pisa la grada.