El Barça consigue una trabajada victoria ante un correoso Athletic
El Barça consigue una trabajada victoria ante un correoso Athletic
Los de Guardiola consiguen una trabajada victoria ante un Athletic correoso, con tantos de Villa y Messi (2-1)
Los de Guardiola consiguen una trabajada victoria ante un Athletic correoso, con tantos de Villa y Messi (2-1)
Echándose el equipo encima, jugándose los tobillos por un camino de piernas vascas que parecían un cerrojo lleno de espinas y de electricidad, Leo Messi apareció anoche en el Camp Nou para demostrar una vez más su valía como futbolista, pero sobre todo el compromiso que tiene con el Barça y con un Estadi al que tuvo que animar Guardiola desde la banda para que contribuyera a enderezar un partido que si bien nunca se vio perdido sí que podía haber significado la perdida de unos puntos valiosos. Messi emergió con fuerza cuando el partido necesitaba de un golpe más de rabia que de talento, más de coraje y de lucha que de estética. En el esfuerzo por desbaratar el empate al que aspiraba el Athletic ayudó todo el equipo pero especialmente un Dani Alves pletórico que, convertido más en extremo que en defensa, dio las asistencias de los dos goles que hicieron posible la victoria azulgrana para mantener al Madrid en la Liga en la cómoda distancia de cinco puntos.
Estaba anunciado y el ambiente que se respiraba también presagiaba que la noche no iba a ser nada tranquila en el Camp Nou. El empate en Gijón y la derrota en Londres no sólo sirvieron para situar al equipo en el terreno de los mortales sino también para descubrir que su afición no ha vencido todos los temores y se asusta fácilmente, y que, sobre todo, el fútbol es uno de esos deportes en los que nada de lo que has hecho te sirve para vivir de la renta. Este equipo de Guardiola ha hecho méritos suficientes para creer en él, para confiar en que es capaz de todo, de jugar bien, pero también de luchar como si estuviera peleando por el descenso. La visita del Athletic era temida no porque pudiera imaginarse otra derrota, sino porque iba a plantear problemas para que el Barça consiguiera su objetivo.
Casi la gran mayoría de entrenadores que se han enfrentado al Barça no niegan elogios para el juego del equipo de Guardiola. Sin embargo, también la gran mayoría de ellos cada vez que se miden con el Barça intentan destruir como sea a la maravilla. Joaquín Caparrós no escapó a esa tentación. El bravo técnico del Athletic llegó al Camp Nou con una sola idea: no salir goleado, y si el Barça tenía un descuido, él lo iba a aprovechar con un punta (Llorente) como ocurrió en la primera parte. Seducido por el ritmo y la velocidad, y la calidad de los jugadores barcelonistas, Caparrós y su Athletic renunciaron a jugar de tú a tú. Eso ya se sabe que es un suicidio. Caparrós y el Athletic fueron como esa mujer que se niega a dar el sí a la primera, y se muestra dura, y se cierra en banda intentando descubrir que su pretendiente, si verdaderamente va en serio y es tan bueno como dicen, insistirá hasta el límite para conquistarla. El Athletic puso un cerrojo en su área por donde no entraba nadie. Llenó el camino de espinas y aunque el Barça lo intentó repetidas veces necesitó de casi 80 minutos para hallar la clave de cómo desbaratar semejante táctica.
Guardiola, que leyó el partido desde el vestuario, pensó y jugó. Abrió las bandas, dio alas a Alves para que más que nunca fuera un extremo, y cuando observó que su rival sólo dejaba en cabeza a Llorente decidió jugar con dos centrales: Piqué y Abidal. Y cuando, en la segunda parte, Caparrós, quiso empatar el encuentro dando entrada a Toquero, el técnico azulgrana recuperó a Busquets para la línea defensiva. Pero si bien los problemas defensivos fueron pocos, donde el Barça encontró dificultad y tuvo que fajarse a fondo fue en ataque. Podía haber sido menos complicado si el árbitro hubiera visto dos penaltis clarísimos en el área bilbaína. Uno en la primera parte en la que Gurpegui empuja a Messi cuando éste llegaba a la línea final, y otro más claro todavía en la segunda, con el resultado ya 1-1, con el miedo en el cuerpo de algunos barcelo#7;nistas, en una jugada en la que Messi quiso inventarse una jugada, se jugó las piernas y sin miedo pisó terreno dinamitado y fue sorteando minas hasta que fue zancadilleado por Javi Martínez.
Pero este Barça está preparado para luchar contra todo. No se rindió. Siguió porfiando. Lo hizo con el corazón, con carácter, con rabia, dejándose la piel como rezan en el anuncio, de la única forma que podía obtener la victoria ante un equipo que dio la cara y plantó oposición a su manera. Vivió el Athletic encerrado en su área, podía sentirse agobiado, pero la desesperación del Barça por ganar el partido podía haberle llevado a su objetivo.
Estaba anunciado y el ambiente que se respiraba también presagiaba que la noche no iba a ser nada tranquila en el Camp Nou. El empate en Gijón y la derrota en Londres no sólo sirvieron para situar al equipo en el terreno de los mortales sino también para descubrir que su afición no ha vencido todos los temores y se asusta fácilmente, y que, sobre todo, el fútbol es uno de esos deportes en los que nada de lo que has hecho te sirve para vivir de la renta. Este equipo de Guardiola ha hecho méritos suficientes para creer en él, para confiar en que es capaz de todo, de jugar bien, pero también de luchar como si estuviera peleando por el descenso. La visita del Athletic era temida no porque pudiera imaginarse otra derrota, sino porque iba a plantear problemas para que el Barça consiguiera su objetivo.
Casi la gran mayoría de entrenadores que se han enfrentado al Barça no niegan elogios para el juego del equipo de Guardiola. Sin embargo, también la gran mayoría de ellos cada vez que se miden con el Barça intentan destruir como sea a la maravilla. Joaquín Caparrós no escapó a esa tentación. El bravo técnico del Athletic llegó al Camp Nou con una sola idea: no salir goleado, y si el Barça tenía un descuido, él lo iba a aprovechar con un punta (Llorente) como ocurrió en la primera parte. Seducido por el ritmo y la velocidad, y la calidad de los jugadores barcelonistas, Caparrós y su Athletic renunciaron a jugar de tú a tú. Eso ya se sabe que es un suicidio. Caparrós y el Athletic fueron como esa mujer que se niega a dar el sí a la primera, y se muestra dura, y se cierra en banda intentando descubrir que su pretendiente, si verdaderamente va en serio y es tan bueno como dicen, insistirá hasta el límite para conquistarla. El Athletic puso un cerrojo en su área por donde no entraba nadie. Llenó el camino de espinas y aunque el Barça lo intentó repetidas veces necesitó de casi 80 minutos para hallar la clave de cómo desbaratar semejante táctica.
Guardiola, que leyó el partido desde el vestuario, pensó y jugó. Abrió las bandas, dio alas a Alves para que más que nunca fuera un extremo, y cuando observó que su rival sólo dejaba en cabeza a Llorente decidió jugar con dos centrales: Piqué y Abidal. Y cuando, en la segunda parte, Caparrós, quiso empatar el encuentro dando entrada a Toquero, el técnico azulgrana recuperó a Busquets para la línea defensiva. Pero si bien los problemas defensivos fueron pocos, donde el Barça encontró dificultad y tuvo que fajarse a fondo fue en ataque. Podía haber sido menos complicado si el árbitro hubiera visto dos penaltis clarísimos en el área bilbaína. Uno en la primera parte en la que Gurpegui empuja a Messi cuando éste llegaba a la línea final, y otro más claro todavía en la segunda, con el resultado ya 1-1, con el miedo en el cuerpo de algunos barcelo#7;nistas, en una jugada en la que Messi quiso inventarse una jugada, se jugó las piernas y sin miedo pisó terreno dinamitado y fue sorteando minas hasta que fue zancadilleado por Javi Martínez.
Pero este Barça está preparado para luchar contra todo. No se rindió. Siguió porfiando. Lo hizo con el corazón, con carácter, con rabia, dejándose la piel como rezan en el anuncio, de la única forma que podía obtener la victoria ante un equipo que dio la cara y plantó oposición a su manera. Vivió el Athletic encerrado en su área, podía sentirse agobiado, pero la desesperación del Barça por ganar el partido podía haberle llevado a su objetivo.
No fue así porque Messi no lo quiso.
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