LA PRENSA VASCA. EL CORREO.com
COPA DEL REY ATHLETIC - BARÇA
La gloria del intento
El Athletic cae con todos los honores ante el Barça.
La gloria del intento
El Athletic cae con todos los honores ante el Barça.
Al final, hubo que conformarse con vivir una gran noche del fútbol y con la gloria del intento, que dijo Don Quijote. Aunque duela, tampoco es para lamentarlo. Pocas veces se ha ido el Athletic con la cabeza tan alta de una eliminatoria. Con el tiempo se recordará que los rojiblancos no perdieron ninguno de los dos partidos ante el mejor equipo del mundo y que le obligaron a dar lo mejor de sí mismo hasta un punto que muy pocos rivales le han exigido. El modo en que los azulgranas celebraron el pase a cuartos lo dice todo. Su alegría al final era la de los que han salidos vivos de una gran batalla. Por eso lado, el Athletic no tiene nada que reprocharse. Es más, lo que ha demostrado esta noche, ante una afición entregada y orgullosa, debe servirle para reforzarse como equipo. Y no sólo eso. Partidos así sirven también para reafirmar el estilo de este club, su peculiar manera de estar en el mundo.
Arrancó el choque con un rondo del Barça que se prolongó durante un largo minuto. Más de uno optó entonces por santiguarse, imaginando que la cosa podía ir a más. Sin embargo, ese vendaval inicial no tardó en bajar de intensidad. Es cierto que Villa, muy impreciso toda la noche, desperdició una ocasión clarísima en un remate de cabeza a bocajarro que Iraizoz sacó con la mano, pero lo cierto es que el Athletic comenzó a ponerle en dificultades al equipo de Guardiola. No se trataba, por supuesto, de que le discutiera el balón, algo imposible, sino de que lo manejara en las zonas menos comprometidas del campo. Y esto lo lograron los pupilos de Caparrós, que acertó con un planteamiento defensivo impecable, obligando a sus jugadores a que presionaran bien la salida del balón de los azulgranas y adelantaran la defensa para impedir que las caídas de Messi provocaran esas superioridades letales en el centro del campo de las que los cules acostumbran a sacar petróleo.
La incomodidad del Barça se hizo patente y quedó demostrada en un dato de lo más meritorio para el Athletic, un equipo tantas veces inoperante en su trabajo de retaguardia. Aparte de la citada ocasión de Messi, de un punterazo alto de Xavi tras una falta sacada por sorpresa y de un disparo desde fuera del área de Pedro, no fue capaz de crear ninguna otra ocasión de gol. Iraizoz, de hecho, no tuvo apenas que intervenir. Y no sólo eso. Messi no encontraba espacios, Villa y Pedro apenas entraban en juego y a Xavi se le ponía un interrogante en la cabeza cada vez que recibía el balón. Iniesta no salió hasta el minuto 60, ya que Guardiola había optado por el músculo de Keita y su equipo lo notó.
En ese sentido, se puede decir que el Athletic supo llevar el agua del partido a su molino. Si alguna posibilidad tenían ayer los rojiblancos ésta pasaba por que corrieran los minutos sin sufrir daños y dar la campanada en alguna de sus aproximaciones con balón a la portería de Pinto. La mejor de todas ellas la tuvo en sus botas Susaeta en una contra, allá por el minuto 14, pero ya se sabe que el eibarrés no es precisamente un futbolista atinado en sus remates. Le cuesta un mundo marcar un gol. Lo volvió a demostrar enviando a la tribuna una remate franco desde el borde del área. Su gesto técnico, con la espalda hacia atrás, no pudo resultar más decepcionante. Caparrós lo sustituyó por David López en el descanso.
A cuartos, sufriendo
Al descanso, el partido estaba abierto y el sueño que parecía imposible comenzó a sentirse como algo más cercano. Las dificultades eran máximas. Nadie lo ponía en duda. Pero acumular 135 minutos seguidos sin encajar un gol ante el mejor equipo del mundo y cediendo tan pocas ocasiones era como para levantar la moral a cualquiera. A los jugadores, desde luego, y también a una afición entregada desde el primer minuto viendo como su equipo se batía el cobre. La respuesta del Athletic en la reanudación vino a confirmar ese rearme moral. El equipo salió igual de tenso y concentrado, pero más ambicioso, con el corazón de león latiendo desbocado, al ritmo de la marcha triunfal de Aída que coreaban las gradas.
El Barça continuó sufriendo para hilar y tardó un rato en volver a coger el ganchillo. La entrada de Iniesta le ayudó en su posesión. Le faltaba, sin embargo, dar la última puntada. Se lo impedía un Athletic en el límite del esfuerzo, digno de aplauso. Sencillamente, no se le podía pedir más. El gol letal, sin embargo, acabó llegando en el minuto 74. Fue cosa de Abidal, lo que puede sonar extraño porque el francés no marca nunca. Lo sería, de hecho, en cualquier otro equipo, no así en este Barcelona imperial en el que los automatismos llegan hasta que un lateral termine las jugadas llegando al pico del área pequeña. La eliminatoria parecía decidida. Fue una falsa impresión. Una más de las muchas que han existido a lo largo de estos 180 minutos inolvidables. Llorente acortó distancias en el minuto 85 y San Mamés asistió entonces a un final memorable. La proeza no fue posible. Ahora bien, llegó a acariciarse. Todo un triunfo.
Arrancó el choque con un rondo del Barça que se prolongó durante un largo minuto. Más de uno optó entonces por santiguarse, imaginando que la cosa podía ir a más. Sin embargo, ese vendaval inicial no tardó en bajar de intensidad. Es cierto que Villa, muy impreciso toda la noche, desperdició una ocasión clarísima en un remate de cabeza a bocajarro que Iraizoz sacó con la mano, pero lo cierto es que el Athletic comenzó a ponerle en dificultades al equipo de Guardiola. No se trataba, por supuesto, de que le discutiera el balón, algo imposible, sino de que lo manejara en las zonas menos comprometidas del campo. Y esto lo lograron los pupilos de Caparrós, que acertó con un planteamiento defensivo impecable, obligando a sus jugadores a que presionaran bien la salida del balón de los azulgranas y adelantaran la defensa para impedir que las caídas de Messi provocaran esas superioridades letales en el centro del campo de las que los cules acostumbran a sacar petróleo.
La incomodidad del Barça se hizo patente y quedó demostrada en un dato de lo más meritorio para el Athletic, un equipo tantas veces inoperante en su trabajo de retaguardia. Aparte de la citada ocasión de Messi, de un punterazo alto de Xavi tras una falta sacada por sorpresa y de un disparo desde fuera del área de Pedro, no fue capaz de crear ninguna otra ocasión de gol. Iraizoz, de hecho, no tuvo apenas que intervenir. Y no sólo eso. Messi no encontraba espacios, Villa y Pedro apenas entraban en juego y a Xavi se le ponía un interrogante en la cabeza cada vez que recibía el balón. Iniesta no salió hasta el minuto 60, ya que Guardiola había optado por el músculo de Keita y su equipo lo notó.
En ese sentido, se puede decir que el Athletic supo llevar el agua del partido a su molino. Si alguna posibilidad tenían ayer los rojiblancos ésta pasaba por que corrieran los minutos sin sufrir daños y dar la campanada en alguna de sus aproximaciones con balón a la portería de Pinto. La mejor de todas ellas la tuvo en sus botas Susaeta en una contra, allá por el minuto 14, pero ya se sabe que el eibarrés no es precisamente un futbolista atinado en sus remates. Le cuesta un mundo marcar un gol. Lo volvió a demostrar enviando a la tribuna una remate franco desde el borde del área. Su gesto técnico, con la espalda hacia atrás, no pudo resultar más decepcionante. Caparrós lo sustituyó por David López en el descanso.
A cuartos, sufriendo
Al descanso, el partido estaba abierto y el sueño que parecía imposible comenzó a sentirse como algo más cercano. Las dificultades eran máximas. Nadie lo ponía en duda. Pero acumular 135 minutos seguidos sin encajar un gol ante el mejor equipo del mundo y cediendo tan pocas ocasiones era como para levantar la moral a cualquiera. A los jugadores, desde luego, y también a una afición entregada desde el primer minuto viendo como su equipo se batía el cobre. La respuesta del Athletic en la reanudación vino a confirmar ese rearme moral. El equipo salió igual de tenso y concentrado, pero más ambicioso, con el corazón de león latiendo desbocado, al ritmo de la marcha triunfal de Aída que coreaban las gradas.
El Barça continuó sufriendo para hilar y tardó un rato en volver a coger el ganchillo. La entrada de Iniesta le ayudó en su posesión. Le faltaba, sin embargo, dar la última puntada. Se lo impedía un Athletic en el límite del esfuerzo, digno de aplauso. Sencillamente, no se le podía pedir más. El gol letal, sin embargo, acabó llegando en el minuto 74. Fue cosa de Abidal, lo que puede sonar extraño porque el francés no marca nunca. Lo sería, de hecho, en cualquier otro equipo, no así en este Barcelona imperial en el que los automatismos llegan hasta que un lateral termine las jugadas llegando al pico del área pequeña. La eliminatoria parecía decidida. Fue una falsa impresión. Una más de las muchas que han existido a lo largo de estos 180 minutos inolvidables. Llorente acortó distancias en el minuto 85 y San Mamés asistió entonces a un final memorable. La proeza no fue posible. Ahora bien, llegó a acariciarse. Todo un triunfo.
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