La Masia es la mina de la que sale tanto oro azulgrana.
La Masia es la mina de la que sale tanto oro azulgrana.
Esa vieja casa fue el lugar en el que trabajaron los arquitectos y peritos que dirigieron la construcción del Camp Nou, pero estaba predestinada a otra obra maestra: convertir a los niños que sueñan en estrellas que hacen soñar.
Denominación de origen
POR EMILIO PÉREZ DE ROZAS
En la placita de La Masia hacía un día veraniego. Normal, estamos a finales de abril de 1989. En el comedor de los chavales reinaba el ambiente de siempre. Felicidad. Más risas que carcajadas. Los rayos del sol se colaban por las cristaleras de ese edificio único, de 1702, el mismo que un rico editor madrileño pretendió comprar un día para instalar allí su fundación, ignorando que allí ya había la mejor fundación del mundo: la del fútbol base del Barça.
Y, sí, el sol pegaba duro aquel día. Pero dentro, en el comedor de los chicos, mientras alguien traía bandejas de ensalada, se puso a llover. A llover lágrimas así de gordas. Ya se sabe que no hay peor inundación que la que provocan los ojos humedecidos de niños que sueñan con ser hombres. Luis Milla acababa de contar a sus compañeros de camada que el club, el Barça, su Barça, le acababa de comunicar que se buscase equipo.
Milla, con los 23 años recién cumplidos, no sabía dónde meterse. Sus compañeros lo encajaron aún peor que él. Todo había empezado cuando Joan Blanquera le había preguntado «¿qué pasa, maño?», al verlo entrar en el comedor tan triste. «Me han dicho que no me quieren, Joan». También hubo quien le habló de jugar en su Teruel natal. O en el Aragón. Y hasta le sugirieron que se fuese al Alzira o al Gandía. A él, que estaba allí para triunfar en el Barça.
Cosas de la vida, del fútbol, ¿de la fortuna? Quién sabe. Lo cierto es que mientras Milla hablaba con unos y otros, con clubs y técnicos, y empezaba a pensar cómo meter sus enseres en cajas, Johan Cruyff, que llevaba unos meses como entrenador en el Camp Nou, decidió inventarse el 4, el famoso 4. Y se fue a ver al filial al Miniestadi. Y vio a Milla. Y pensó: «Ese es el 4 que necesito». Y se lo llevó a hacer la pretemporada. Y hasta hoy.
"Tal cual", cuenta Blanquera, compañero entonces de Milla. "Fue así. No más. No digo que todo fuese casualidad. Fue inspiración divina... de Cruyff. Si no hubiese sido por aquel invento, Milla, que se lo merecía como el que más, hubiese desaparecido en divisiones inferiores. Hay muchas formas de tener suerte. Una es esa que siempre expresa Luis Aragonés de que 'cuanto más trabajo, más suerte tengo' y otra esta de Milla, o de Cruyff, o la del día que se inventó el 4, un número prodigioso en el Barça, sí".
Hay millones de anécdotas así, pero esta concentra lo que representa La Masia: la casa donde nace un estilo de fútbol basado en la cantera. Un edificio del siglo XVIII, un maravilloso lugar donde, durante la construcción del Camp Nou, inaugurado en 1957, se instalaron los arquitectos y los peritos para dirigir las obras de la catedral azulgrana y que, a partir de 1979, de la mano de Josep Lluís Núñez, se convirtió en la residencia. «A todos nos gustaba el concepto de masía, la idea de casa pairal en la que vive gente en plan familiar», relata el arquitecto Josep Llobet, de PB2 Projecte. "Por eso quisimos trasladar esa idea a un concepto moderno, a un lugar que, alejado de la pensión, residencia o, incluso, hotel, los chicos se sintieran como en casa".
El tuétano del club
Pero La Masia es mucho más que eso. Es un concepto, una cuna, una guardería de genios, aquello sobre lo que acabó basándose el juego, la vida del Barça, el tuétano de un club que mañana alcanzará su cenit en la entrega del Balón de Oro, que será uno de los suyos. Uno de los nuestros como dirían en La Masia: Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Leo Messi (por orden alfabético).
Ellos y otros muchos, que llegaron o se desperdigaron por España, han construido una idea de juego, fruto, aunque lo niegue, de Cruyff, que ha terminado por inclinar al mundo ante su fútbol. Las lágrimas de aquellos chavalitos del comedor son hoy mares de baba. Dicen que más de 500 futbolistas han pasado, sufrido, soñado entre esas paredes.
Es el único fútbol que tiene denominación de origen. Una idea que, según Pep Guardiola, se basa en tres conceptos, no por simples menos eficaces y, sobre todo, muy difíciles de mantener, pero, eso sí, irrenunciables. "Primero, tener un club muy fuerte, que da siempre tranquilidad a los entrenadores. Segundo, tener jugadores con ambición ilimitada. Y, tercero, una idea de fútbol, un modelo, un estilo. Quien piense que es cuestión de hacer cuatro rondos o de implantar cuatro métodos nuevos no tiene ni idea de lo que habla. Esto es un proceso largo, requiere mucha paciencia y mucha fe, pues hay que encontrar todos los ingredientes que te permiten crecer, jugar así y perseverar en la apuesta".
Guardiola es uno de esos 4 nacidos de la idea que salvó a Milla del ostracismo. Uno de esos niños que, con 13 años, llegó a La Masia. Llegar, eso es lo más doloroso. Es el primer sufrimiento de la idea: abandonar a la familia. Al parecer, no para Guardiola. Sí para Guillermo Amor, sí para Leo Messi, sí para Andrés Iniesta, sí para¿ "Mi padre se hizo un poco el remolón cuando el Barça me vino a buscar para que fuese a La Masia", relata Guardiola. "Una noche le oí murmurar en el comedor de Santpedor: 'Tendremos que hablarlo...' No había nada que hablar. Si el Barça te llama, no hay nada que decir. Hay que ir corriendo. Como hice yo".
El cosquilleo de la llamada
Todos, ellos y sus padres, tuvieron ese minuto de cosquilleo el día que te llama alguien del Barça y te dice algo así como «has sido nominado». "Recuerdo aquella tarde como si fuese hoy cuando papá me dijo: 'Xavi, han llamado de La Masia, que te quieren probar'. ¡Vaya noche pasé! Qué tembleque, qué nervios. Ese sí era un sueño. Hacer esa prueba ya era una locura", añade el gran Hernández. "Tanto que, cuando acudí a la prueba, iba ilusionadísimo pero sin esperanza alguna. Y ya ve".
"Yo tenía 12 años y un día llamaron a casa y le dijeron a mi padre que fuéramos a ver La Masia", explica Iniesta. "Ve tú, papá, yo no pienso moverme de aquí", asegura Andresito que le dijo a su padre. "No quería salir de Fuentealbilla ni loco. No quería abandonar a mi familia. Por suerte, me convencieron. Los primeros meses fueron terribles, no se los deseo a mi peor enemigo. Ahora sería yo quien intentaría convencer a cualquier chaval de que ingresase en La Masia". Y eso que Iniesta recuerda con dolor las colas que se formaban en la cabina de teléfono que había para llamar a las familias. "No había móviles, ni ordenador, ni internet, y si querías hablar con los tuyos tenías que hacer cola. Y no siempre lograbas hablar con ellos".
Ese mismo sufrimiento fue el de Leo Messi, que no tuvo más remedio que instalarse en la residencia azulgrana para someterse al tratamiento de crecimiento por el que viajó desde Argentina, sin querer, llorando, lamentando dejar a los suyos. "Los inicios fueron tremendos", relata 'la Pulga'. "Mis hermanos no terminaban de adaptarse, mi hermana iba y venía. Hasta que mi padre me dijo: 'Leo, así no podemos seguir, haremos lo que tú quieras'. Y decidí quedarme. Y ha sido maravilloso". Esa decisión, La Masia, le ha ayudado a ser el más grande y a tener feliz, ahora sí, a toda su familia junto a él.
Pero ¿qué es La Masia? Todo. Si se lo preguntas a Thiago Alcántara, uno de los que vienen empujando, y fuerte, uno de esos que no se arrugan, contesta raudo: "La Masia es, ante todo, una fábrica de personas. Llegas de niño y no tienes más remedio que integrarte. Estas solo, amigo, sin los tuyos, sin tu familia, y allí encuentras el cariño que necesitas para educarte, crecer y mejorar. Te enseñan una forma de vida".
"Solo diré una cosa, y no me duelen prendas", señala Guillermo Amor, ahora director de ese entramado azulgrana y primer inquilino de aquella primera residencia. "En los primeros meses de mi estancia no paré de llorar. Echaba de menos tantas cosas y a tanta gente que, bien pensado, no sé si dejaría que un hijo mío viviese esa experiencia. Eso sí, maduré mucho, rápido y bien".
La Masia es ese lugar donde Sandro Rosell tomó posesión. Y no es casualidad. Es la guardería de donde salieron 10 de los 11 jugadores (Valdés, Puyol, Piqué, Busquets, Iniesta, Messi, Bojan, Jeffren, Pedro y Thiago) que Guardiola utilizó --qué casualidad, ¿o no?-- el día que dirigía su partido número 100 con el Barça (4-0 ante el Rácing de Santander). Es la universidad deportiva donde estudian los jugadores de ese filial que, si quisiera, subiría a Primera División.
Guantes para regalar
La Masia encarna los mejores valores del més que un club. Es ese edificio donde en alguna pared de un lavabo hay escrito "el fútbol no se compra". Es la casa donde, con 11 años, entró Xavi un día de 1991 para poner en práctica el único consejo que le dio su padre, Joaquim: "Tú llegas allí, te instalas y disfruta, calla, mira, escucha y aprende".
"El fútbol es mi vida, no tengo nada más, no sé hacer nada más y no me importa reconocerlo", explica Víctor Valdés, que entró en La Masia en 1992, con 10 años. "Los estudios no se me daban demasiado bien. La Masia fue mi colegio, mi instituto, mi universidad", señala Valdés, que suele pasarse por allí a menudo con Iniesta, su mejor amigo. "Nos gusta ir para que, al vernos, los jóvenes sepan que pueden cumplir su sueño como lo hemos cumplido nosotros. Cuando uno se cría y crece en La Masia, jamás la olvida".
Y cuando visita la residencia, Valdés lleva siempre algún par de guantes para regalar. Y Andresito, algún par de botas. "Me dejo ver por allí menos veces de las que me gustaría, pero suelo ir para que esos chicos comprueben que no somos de otro planeta y sepan, viéndonos a nosotros, que su proyecto es realizable", cuenta el de Fuentealbilla.
Esa "fábrica de personas", como la define Thiago, es considerada por sus habitantes como su casa. No tienen otra. Y la disfrutan como personas y deportistas. "La Masia es nuestra casa, claro que sí", relata Marc Muniesa, la próxima generación del equipo de los sueños. "No nos falta de nada, nos lo dan todo. Comemos, dormimos, nos llevan al colegio en autobús. No solo se entrena y se juega a fútbol, aprendes a vivir, creces y te formas como persona".
Víctor Vázquez, goleador ante el Rubin Kazan, que vivió en La Masia con Cesc, Piqué y Leo ("¡vaya colegas de habitación, ¿verdad?!"), asegura que no olvidará la otra noche cuando, nada más marcar en la Champions, se abrazó con el primero que se cruzó en su camino, "¡y fue Leo!". Cierto, La Masia es todo eso: edificio, idea, proyecto, casa pairal, guardería, colegio, instituto, universidad. Pero, ya ven, también complicidad, coleguismo, unión, fuerza. "Los mayores éxitos del Barça --explica Joan Laporta--, las épocas en las que mejor hemos jugado y mejor representados nos sentimos corresponden a los mejores momentos de nuestra cantera, a la mezcla de los mejores canteranos con la calidad de los mejores jugadores del mundo que hemos fichado".
Sergi, poco importa el apellido, le propuso el pasado año a su tutor en el instituto hacer su trabajo de fin de curso sobre el fútbol base del Barça. Y un día, pura casualidad, se tropezó en un restaurante con Guardiola. Y lo asaltó. Y Guardiola, cómo no, se dejó querer. Y Sergi le contó su proyecto. Y el mister azulgrana le atendió encantado. Otra cosa es que, en el cole, se lo creyesen, que se lo creyeron, sí. El alumno le preguntó a Guardiola qué era lo que más recordaba de su estancia en La Masia.
La peña de los glotones
"Mis profesores, mis entrenadores, mis compañeros. Tuve mucha suerte", refleja el trabajo colegial de Sergi, «porque conté con muy buenos entrenadores a nivel pedagógico. Fui muy bien formado. No recuerdo haberlo pasado mejor que en mis primeros años como juvenil e incluso en el filial. Desde pequeño te recordaban que vivías con un grupo de gente, un equipo que debe estar unido, y en los entrenamientos se remarcaba mucho el aspecto táctico, la cultura del esfuerzo y el trabajo en equipo, y se daba mucha importancia al contacto con la pelota".
Profesores, maestros, compañeros, cómplices, esfuerzo, trabajo. Todo eso mezclado en la cabeza de un Guardiola, al que ya todos en la residencia habían descubierto como una mente privilegiada, hizo que, como nos descubre Andoni Zubizarreta, ahora máximo responsable de ese entramado deportivo, algo especial empezase a gestarse durante esa época.
A Zubi no se le escapa que lo que muchos conocían como la peña Els Golafres (los glotones) fuese el embrión no solo de una profunda relación mientras convivían y jugaban, sino el nacimiento de una amistad que les ha llevado, juntos, hasta el banquillo del Camp Nou y a los vestuarios de la Ciutat Esportiva Joan Gamper.
Esos golafres (Pep Guardiola, Tito Vilanova, Jordi Roura, Aureli Altamira y, a menudo, Jaume Torras y José Antonio García, Covelo) suministraban, cuentan, materia de primera mano de sus pueblos al bueno de Avelino Blasco, entonces cocinero de aquella casa pairal, cuando regresaban de cortas estancias en casa de sus padres, para que preparase festines gastronómicos. "Mucha gente", explica ahora Tito Vilanova, "cree que si te dedicas profesionalmente al fútbol te pierdes cosas de la vida, pero yo creo que es al revés. Cuando te dedicas al fútbol profesional, ganas más de lo que pierdes. En La Masia lo pasábamos de fábula, erámos felices, convivíamos gente cuyo único fin era divertirse con el fútbol, jugar, jugar y jugar y, la verdad, no añorábamos a la familia porque siempre teníamos posibilidad de verla".
"Debieron de ser", explica Zubizarreta, "sobremesas maravillosas porque si algo une a esa gente es su pasión por el fútbol, por la charla futbolística». Zubi está convencido de que esa convivencia hizo que ganasen en confianza y en conocimiento personal. «Si a esa vivencia unes su pasión por el fútbol, su amor indescriptible por el Barça y el hecho de nacer, vivir, crecer con una guía no escrita de cómo se juega a fútbol en el Barça, entiendes que esa gente haya podido trasladar todo lo que mamaron juntos a las nuevas generaciones de futbolistas". Zubi recuerda que todo eso se aprende sin que exista una biblia culé, un libro de relatos. "No hay nada escrito sobre cómo ha de jugar el Barça, qué futbolistas ha de tener. Puede que el siguiente paso que deberíamos dar fuese crear el acta fundacional de esa red, de ese mapa futbolístico, de ese tejido que nos hace únicos. O, tal vez, si lo escribimos desaparezca el encanto". Mejor no hacerlo, mejor seguir así, que pase de boca en boca, de corazón a corazón.
Cuando le cuentas estas cosas a Joaquim Hernández, el padre de Xavi, te mira fijamente a los ojos y, como si estuviese viendo jugar a sus tres hijos en la plaza del Progrés, en el barrio de Ca n'Aurell de Terrassa, te dice: "La llave de todo, en La Masia y en la vida, es la pedagogía. No tiene sentido enseñar a ganar, hay que enseñar a vivir, ¡a jugar!". "Mi hijo Adrià, cuando voy hacia la Ciutat Esportiva", cuenta Vilanova, ayudante de Guardiola, al oír la tesis de Quim, "siempre me dice lo mismo: 'Papá, tú no vas a trabajar, tú vas a jugar, tú vas a hacer lo que más te gusta en esta vida'. Y tiene razón".
Pasarlo bien, qué gran idea, qué motor para crecer. "Los niños, cuando juegan a fútbol, han de pasarlo bien», explica Josep Maria Fusté. «No deben sufrir. En categorías de formación no es importante ganar, es más importante saber perder y entender que el rival puede ser mejor".
Tres ámbitos
Nadie en La Masia se considera entrenador. Se consideran profesores, pedagogos, psicólogos. "Nuestro reto", explica Carles Folguera, director de La Masia y exjugador de hockey sobre patines, "es hacer compatible la vida personal de estos jóvenes con el deporte. Estamos aquí para tutelar su formación. Sabemos cómo son, conocemos su entorno familiar y escolar, tratamos de encajarlos en un modelo rico en valores. Somos papás y mamás de estos chavales, y estamos muy orgullosos".
Es evidente que el programa de esta residencia irrepetible pasa por contemplar el crecimiento de estos chicos desde tres ámbitos. Por un lado está el futbolístico, es decir, su físico, su técnica y la adquisición de unos conocimientos tácticos necesarios para jugar ese fútbol celestial. También debe mimarse el aspecto psicológico. No sirve cualquiera y ahí es donde la personalidad de cada uno juega un papel vital. Y también está el aspecto social, el entorno, la familia, los valores adquiridos.
"La Masia te ayuda a madurar rápidamente, pues tienes que hacer nuevas relaciones", cuenta Iniesta. "Has de sobrevivir en un hábitat que no es el tuyo y eso te hace más fuerte ante situaciones complicadas", concluye Messi, que asegura que no se sintió feliz hasta que juntó a toda su familia alrededor suyo en su casa de Barcelona. "Esa fue la fuerza que me empujó a no renunciar a mis sueños. Quería que mi hermana viniese a estudiar a Barcelona, que mi madre dejara de trabajar en el bar y que mi padre dejase de ser albañil. Quería tenerlos a todos a mi alrededor".
Carles Puyol asegura que, durante muchos años, se decía a sí mismo cada noche: "Si no alcanzas tu sueño que no sea por tu culpa". El gran capitán es de los convencidos de que hasta llegar a juveniles puede que con la técnica sea suficiente, incluso algunos hasta van sobrados con eso. Pero, amigo, el siguiente paso es más duro, necesitas disciplina y, sobre todo, buena predisposición, de lo contrario no harás carrera.
El perfil para triunfar
Por eso siempre da el mismo consejo a los chavales de La Masia, a los que también visita. «Les digo que disfruten, que se consideren unos privilegiados, que sepan que están en el lugar ideal, que no desperdicien la oportunidad que les ofrece el Barça, que no regateen ni un segundo de esfuerzo, que intenten aprender al máximo y que, cuando tengan la oportunidad, peleen con toda su alma. Y, sobre todo, que no crean que el mundo se acaba en el Barça. Hay muchos otros equipos y posibilidades de salir adelante siendo un buen futbolista en otro sitio».
Y cómo ha de ser el inquilino de La Masia, cómo es el perfil que llevan los cazatalentos en su carpeta. "El jugador, el canterano, ha de ser inteligente, rápido, técnico y con carácter", explica Albert Benaiges, ahora nuevo director de la FCB Escola, que aglutina a niños entre 6 y 12 años. "Pero esos cuatro caracteres no son imprescindibles en términos globales, siempre y cuando se puedan compensar con otros atributos. Si no fuera así, Guardiola no hubiese llegado donde llegó como futbolista. Cuando llegó a La Masia, con 13 años, era lento y físicamente débil, pero su inteligencia era tan brutal que lo compensaba todo".
No vale solo ese ejemplo. Benaiges tiene otros muchos. Por ejemplo, Puyol. "Él es el caso que demuestra que quererlo lo significa todo. Cuando llegó al club no destacaba en nada, no era brillante, pero su interés por triunfar y su invencible capacidad de trabajo le abrieron las puertas del éxito". Iniesta también lo tiene claro. "El trabajo, la disciplina y la constancia son imprescindibles. El esfuerzo siempre te recompensa. Es más, yo creo que llegan más muchachos al primer equipo por trabajo que por calidad".
Cuentan que buscan niños inteligentes y con buena técnica. La clave, explican, sigue siendo la calidad y luego se incide en la fortaleza y la rapidez. Cuentan que en los inicios de toda esta filosofía había una pugna entre quienes defendían --como el maestro Oriol Tort-- que los chicos debían ser fuertes y quienes --liderados por Laureano Ruiz, otro gran profesor-- no le hacían ascos a los pequeñitos, a los menos dotados físicamente pero de técnica impecable. Dicen que la polémica acabó cuando Tort viajó a Santander a ver a Iván de la Peña y Ruiz, con un punto de ironía, que no de revancha, le hizo la siguiente observación: "Ahora ya os gustan los bajitos ¿verdad?, el Flaco os ha hecho cambiar de idea".
Asimilar el modelo
"El proceso es bastante complejo", sigue contando Benaiges. "El balón es nuestro medio y, por tanto, necesitamos inculcar la solidaridad y la disciplina para que todos puedan juntarse alrededor del balón". Y es ahí donde, tal vez, surja aquella anécdota que relatan con Alfredo di Stéfano como protagonista cuando, en una de sus charlas como técnico, preguntó a sus jugadores cuántos eran antes de saltar al césped. "Once, mister, once", respondieron con perplejidad. ¿Y cuántos balones hay?, añadió la Saeta Rubia. "Uno, mister, uno". "Pues repártanselo", sentenció uno de los más grandes.
Los porteros, dicen, los quieren altos, ágiles, con reflejos y, sobre todo, con capacidad de mando. Los defensas les gustan agresivos, con buen juego de cabeza y carácter. Además, es muy importante que sepan salir con el balón controlado desde atrás. Los centrocampistas precisan de inteligencia y buena técnica. "«Si hemos sacado tantos medios es por la manera de entrenarnos y de entender el juego", matiza Benaiges. "De los Milla, Amor y Guardiola a los Xavi, Iniesta y Busquets ha habido una evolución; antes eran especialistas y los de ahora son más ofensivos y completos". ¿Y los delanteros? Veloces, vivos, pillos, hábiles y, cómo no, con el don del gol.
"Cada inicio de temporada", relata Albert Puig, veterano técnico de La Masia, coordinador ahora del fútbol formativo y autor de un libro de entrevistas, 'La fuerza de un sueño', sobre la fuente de este maná, "nos encontramos con nuevos jugadores que llegan al Barça acostumbrados a ser las estrellas de sus equipos. Están habituados a decidir el partido con una genialidad suya y abusan de acciones individuales. No son malos, no, son muy buenos, pero no son de nuestro estilo. Ganan, sí, pero no como quiere el Barça". Y, claro, a esos chicos les cuesta asimilar el modelo, la filosofía azulgrana. "Poco a poco aprenden el juego de posición y, en su segunda temporada, explotan su inmenso talento".
Esas cuatro paredes tan antiguas, esa fuente de ciencia futbolística, tiene una filosofía especial. "La filosofía del Barça es perfecta porque es puro equilibrio", explica Xavi Hernández, el centro de todos los elogios. "Antes de dar el salto al fútbol profesional es prioritario formar y enseñar, pero sin perder la competitividad, y esto, jugando en el Barça, lo tienes que tener muy claro. Yo pondría por delante la formación, inculcar conceptos de fútbol a los chavales, pero al mismo tiempo es vital enseñarles a ser competitivos, hay que salir a ganar". Xavi asegura que es bueno expresar la rabia cuando pierdes. "Aún recuerdo un día que rompí a llorar cuando, tras ganar 24 partidos con el alevín, el Granollers nos ganó. Si quieres jugar en el primer equipo has de soportar la presión de salir a ganar siempre".
Explican quienes estaban en la gestación de esta idea que, al final o al inicio, todo fue una necesidad. Y uno de aquellos viejos maestros, el señorial Jaume Olivé, sigue explicando que todo empezó "porque no podíamos seguir teniendo a nuestros chicos en aquellas pensiones de encantadoras viudas que había en el Poble Sec, Pare Claret o Sants".
La presión del dinero
Eran, recuerda, una veintena de muchachos. El control era complicado porque uno se iba al cine, otro no dormía en casa, otro salía... "Y, encima, teníamos que lidiar con el problema de la alimentación, lo que en broma llamábamos pensión patata, porque la dieta giraba alrededor de estofados y patata, que no era, desde luego, lo más adecuado para los chavales". La Masia como tal, como residencia, recuerda Olivé, acabó convirtiéndose en el mejor motivo "para convencer a los padres de que nos cediesen la formación de sus hijos, porque tú no entregas a un niño de 12 años si no sabes en qué manos lo dejas".
"Muchos padres", explica Luis Enrique, actual técnico del también espectacular filial azulgrana, "ven en sus hijos futbolistas su esperanza para hacerse ricos. Si los padres se convierten en los principales fans de sus hijos, perjudican gravemente la formación del niño. Cuando el fútbol se convierte en una obsesión para el chico por la presión de los padres", añade el asturiano, "el joven perderá la ilusión porque para él cada partido se convertirá en un examen". Laureano Ruiz, que acaba de publicar su cuarto libro sobre este tema ('Mi modelo de juego', se titula), ve un peligro mayor a la obsesiva tutela de familias y padres: la vida moderna, los ordenadores, los móviles, las consolas, los videojuegos.
"Ahora los niños desayunan sentados", explica Ruiz, uno de los padres de La Masia como filosofía. "Van al cole en coche o en moto, se sientan en las sillas de las clases y, en el recreo, juegan sentados. En mi época, éramos lagartijas, no parábamos, un par de zapatos nos duraban días, pateábamos todo lo que encontrábamos por las aceras. Antes, un niño podía pasar 10 horas en la calle goleando a los huecos de los árboles; ahora se las pasa colgado del videojuego". De ahí que Laureano, como le conoce todo el mundo del fútbol, crea que el futuro está en África, "donde sobra espacio y tiempo para correr y hay millones de niños pegados a una pelota".
Alguien debería hacerles una masía. No hace falta que sea de 1702.
Profesores, maestros, compañeros, cómplices, esfuerzo, trabajo. Todo eso mezclado en la cabeza de un Guardiola, al que ya todos en la residencia habían descubierto como una mente privilegiada, hizo que, como nos descubre Andoni Zubizarreta, ahora máximo responsable de ese entramado deportivo, algo especial empezase a gestarse durante esa época.
A Zubi no se le escapa que lo que muchos conocían como la peña Els Golafres (los glotones) fuese el embrión no solo de una profunda relación mientras convivían y jugaban, sino el nacimiento de una amistad que les ha llevado, juntos, hasta el banquillo del Camp Nou y a los vestuarios de la Ciutat Esportiva Joan Gamper.
Esos golafres (Pep Guardiola, Tito Vilanova, Jordi Roura, Aureli Altamira y, a menudo, Jaume Torras y José Antonio García, Covelo) suministraban, cuentan, materia de primera mano de sus pueblos al bueno de Avelino Blasco, entonces cocinero de aquella casa pairal, cuando regresaban de cortas estancias en casa de sus padres, para que preparase festines gastronómicos. "Mucha gente", explica ahora Tito Vilanova, "cree que si te dedicas profesionalmente al fútbol te pierdes cosas de la vida, pero yo creo que es al revés. Cuando te dedicas al fútbol profesional, ganas más de lo que pierdes. En La Masia lo pasábamos de fábula, erámos felices, convivíamos gente cuyo único fin era divertirse con el fútbol, jugar, jugar y jugar y, la verdad, no añorábamos a la familia porque siempre teníamos posibilidad de verla".
"Debieron de ser", explica Zubizarreta, "sobremesas maravillosas porque si algo une a esa gente es su pasión por el fútbol, por la charla futbolística». Zubi está convencido de que esa convivencia hizo que ganasen en confianza y en conocimiento personal. «Si a esa vivencia unes su pasión por el fútbol, su amor indescriptible por el Barça y el hecho de nacer, vivir, crecer con una guía no escrita de cómo se juega a fútbol en el Barça, entiendes que esa gente haya podido trasladar todo lo que mamaron juntos a las nuevas generaciones de futbolistas". Zubi recuerda que todo eso se aprende sin que exista una biblia culé, un libro de relatos. "No hay nada escrito sobre cómo ha de jugar el Barça, qué futbolistas ha de tener. Puede que el siguiente paso que deberíamos dar fuese crear el acta fundacional de esa red, de ese mapa futbolístico, de ese tejido que nos hace únicos. O, tal vez, si lo escribimos desaparezca el encanto". Mejor no hacerlo, mejor seguir así, que pase de boca en boca, de corazón a corazón.
Cuando le cuentas estas cosas a Joaquim Hernández, el padre de Xavi, te mira fijamente a los ojos y, como si estuviese viendo jugar a sus tres hijos en la plaza del Progrés, en el barrio de Ca n'Aurell de Terrassa, te dice: "La llave de todo, en La Masia y en la vida, es la pedagogía. No tiene sentido enseñar a ganar, hay que enseñar a vivir, ¡a jugar!". "Mi hijo Adrià, cuando voy hacia la Ciutat Esportiva", cuenta Vilanova, ayudante de Guardiola, al oír la tesis de Quim, "siempre me dice lo mismo: 'Papá, tú no vas a trabajar, tú vas a jugar, tú vas a hacer lo que más te gusta en esta vida'. Y tiene razón".
Pasarlo bien, qué gran idea, qué motor para crecer. "Los niños, cuando juegan a fútbol, han de pasarlo bien», explica Josep Maria Fusté. «No deben sufrir. En categorías de formación no es importante ganar, es más importante saber perder y entender que el rival puede ser mejor".
Tres ámbitos
Nadie en La Masia se considera entrenador. Se consideran profesores, pedagogos, psicólogos. "Nuestro reto", explica Carles Folguera, director de La Masia y exjugador de hockey sobre patines, "es hacer compatible la vida personal de estos jóvenes con el deporte. Estamos aquí para tutelar su formación. Sabemos cómo son, conocemos su entorno familiar y escolar, tratamos de encajarlos en un modelo rico en valores. Somos papás y mamás de estos chavales, y estamos muy orgullosos".
Es evidente que el programa de esta residencia irrepetible pasa por contemplar el crecimiento de estos chicos desde tres ámbitos. Por un lado está el futbolístico, es decir, su físico, su técnica y la adquisición de unos conoci-mientos tácticos necesarios para jugar ese fútbol celestial. También debe mimarse el aspecto psicológico. No sirve cualquiera y ahí es donde la personalidad de cada uno juega un papel vital. Y también está el aspecto social, el entorno, la familia, los valores adquiridos.
"La Masia te ayuda a madurar rápidamente, pues tienes que hacer nuevas relaciones", cuenta Iniesta. "Has de sobrevivir en un hábitat que no es el tuyo y eso te hace más fuerte ante situaciones complicadas", concluye Messi, que asegura que no se sintió feliz hasta que juntó a toda su familia alrededor suyo en su casa de Barcelona. "Esa fue la fuerza que me empujó a no renunciar a mis sueños. Quería que mi hermana viniese a estudiar a Barcelona, que mi madre dejara de trabajar en el bar y que mi padre dejase de ser albañil. Quería tenerlos a todos a mi alrededor".
Carles Puyol asegura que, durante muchos años, se decía a sí mismo cada noche: "Si no alcanzas tu sueño que no sea por tu culpa". El gran capitán es de los convencidos de que hasta llegar a juveniles puede que con la técnica sea suficiente, incluso algunos hasta van sobrados con eso. Pero, amigo, el siguiente paso es más duro, necesitas disciplina y, sobre todo, buena predisposición, de lo contrario no harás carrera.
El perfil para triunfar
Por eso siempre da el mismo consejo a los chavales de La Masia, a los que también visita. «Les digo que disfruten, que se consideren unos privilegiados, que sepan que están en el lugar ideal, que no desperdicien la oportunidad que les ofrece el Barça, que no regateen ni un segundo de esfuerzo, que intenten aprender al máximo y que, cuando tengan la oportunidad, peleen con toda su alma. Y, sobre todo, que no crean que el mundo se acaba en el Barça. Hay muchos otros equipos y posibilidades de salir adelante siendo un buen futbolista en otro sitio».
Y cómo ha de ser el inquilino de La Masia, cómo es el perfil que llevan los cazatalentos en su carpeta. "El jugador, el canterano, ha de ser inteligente, rápido, técnico y con carácter", explica Albert Benaiges, ahora nuevo director de la FCB Escola, que aglutina a niños entre 6 y 12 años. "Pero esos cuatro caracteres no son imprescindibles en términos globales, siempre y cuando se puedan compensar con otros atributos. Si no fuera así, Guardiola no hubiese llegado donde llegó como futbolista. Cuando llegó a La Masia, con 13 años, era lento y físicamente débil, pero su inteligencia era tan brutal que lo compensaba todo".
No vale solo ese ejemplo. Benaiges tiene otros muchos. Por ejemplo, Puyol. "Él es el caso que demuestra que quererlo lo significa todo. Cuando llegó al club no destacaba en nada, no era brillante, pero su interés por triunfar y su invencible capacidad de trabajo le abrieron las puertas del éxito". Iniesta también lo tiene claro. "El trabajo, la disciplina y la constancia son imprescindibles. El esfuerzo siempre te recompensa. Es más, yo creo que llegan más muchachos al primer equipo por trabajo que por calidad".
Cuentan que buscan niños inteligentes y con buena técnica. La clave, explican, sigue siendo la calidad y luego se incide en la fortaleza y la rapidez. Cuentan que en los inicios de toda esta filosofía había una pugna entre quienes defendían ¿como el maestro Oriol Tort¿que los chicos debían ser fuertes y quienes ¿liderados por Laureano Ruiz, otro gran profesor¿ no le hacían ascos a los pequeñitos, a los menos dotados físicamente pero de técnica impecable. Dicen que la polémica acabó cuando Tort viajó a Santander a ver a Iván de la Peña y Ruiz, con un punto de ironía, que no de revancha, le hizo la siguiente observación: "Ahora ya os gustan los bajitos ¿verdad?, el Flaco os ha hecho cambiar de idea".
Asimilar el modelo
"El proceso es bastante complejo", sigue contando Benaiges. "El balón es nuestro medio y, por tanto, necesitamos inculcar la solidaridad y la disciplina para que todos puedan juntarse alrededor del balón". Y es ahí donde, tal vez, surja aquella anécdota que relatan con Alfredo di Stéfano como protagonista cuando, en una de sus charlas como técnico, preguntó a sus jugadores cuántos eran antes de saltar al césped. "Once, mister, once", respondieron con perplejidad. ¿Y cuántos balones hay?, añadió la Saeta Rubia. "Uno, mister, uno". "Pues repártanselo", sentenció uno de los más grandes.
Los porteros, dicen, los quieren altos, ágiles, con reflejos y, sobre todo, con capacidad de mando. Los defensas les gustan agresivos, con buen juego de cabeza y carácter. Además, es muy importante que sepan salir con el balón controlado desde atrás. Los centrocampistas precisan de inteligencia y buena técnica. "«Si hemos sacado tantos medios es por la manera de entrenarnos y de entender el juego", matiza Benaiges. "De los Milla, Amor y Guardiola a los Xavi, Iniesta y Busquets ha habido una evolución; antes eran especialistas y los de ahora son más ofensivos y completos". ¿Y los delanteros? Veloces, vivos, pillos, hábiles y, cómo no, con el don del gol.
"Cada inicio de temporada", relata Albert Puig, veterano técnico de La Masia, coordinador ahora del fútbol formativo y autor de un libro de entrevistas, 'La fuerza de un sueño', sobre la fuente de este maná, "nos encontramos con nuevos jugadores que llegan al Barça acostumbrados a ser las estrellas de sus equipos. Están habituados a decidir el partido con una genialidad suya y abusan de acciones individuales. No son malos, no, son muy buenos, pero no son de nuestro estilo. Ganan, sí, pero no como quiere el Barça". Y, claro, a esos chicos les cuesta asimilar el modelo, la filosofía azulgrana. "Poco a poco aprenden el juego de posición y, en su segunda temporada, explotan su inmenso talento".
Esas cuatro paredes tan antiguas, esa fuente de ciencia futbolística, tiene una filosofía especial. "La filosofía del Barça es perfecta porque es puro equilibrio", explica Xavi Hernández, el centro de todos los elogios. "Antes de dar el salto al fútbol profesional es prioritario formar y enseñar, pero sin perder la competitividad, y esto, jugando en el Bar-ça, lo tienes que tener muy claro. Yo pondría por delante la formación, inculcar conceptos de fútbol a los chavales, pero al mismo tiempo es vital enseñarles a ser competitivos, hay que salir a ganar". Xavi asegura que es bueno expresar la rabia cuando pierdes. "Aún recuerdo un día que rompí a llorar cuando, tras ganar 24 partidos con el alevín, el Granollers nos ganó. Si quieres jugar en el primer equipo has de soportar la presión de salir a ganar siempre".
Explican quienes estaban en la gestación de esta idea que, al final o al inicio, todo fue una necesidad. Y uno de aquellos viejos maestros, el señorial Jaume Olivé, sigue explicando que todo empezó "porque no podíamos seguir teniendo a nuestros chicos en aquellas pensiones de encantadoras viudas que había en el Poble Sec, Pare Claret o Sants".
La presión del dinero
Eran, recuerda, una veintena de muchachos. El control era complicado porque uno se iba al cine, otro no dormía en casa, otro salía¿ "Y, encima, teníamos que lidiar con el problema de la alimentación, lo que en broma llamábamos pensión patata, porque la dieta giraba alrededor de estofados y patata, que no era, desde luego, lo más adecuado para los chavales". La Masia como tal, como residencia, recuerda Olivé, acabó convirtiéndose en el mejor motivo "para convencer a los padres de que nos cediesen la formación de sus hijos, porque tú no entregas a un niño de 12 años si no sabes en qué manos lo dejas".
"Muchos padres", explica Luis Enrique, actual técnico del también espectacular filial azulgrana, "ven en sus hijos futbolistas su esperanza para hacerse ricos. Si los padres se convierten en los principales fans de sus hijos, perjudican gravemente la formación del niño. Cuando el fútbol se convierte en una obsesión para el chico por la presión de los padres", añade el asturiano, "el joven perderá la ilusión porque para él cada partido se convertirá en un examen". Laureano Ruiz, que acaba de publicar su cuarto libro sobre este tema ('Mi modelo de juego', se titula), ve un peligro mayor a la obsesiva tutela de familias y padres: la vida moderna, los ordenadores, los móviles, las consolas, los videojuegos.
"Ahora los niños desayunan sentados", explica Ruiz, uno de los padres de La Masia como filosofía. "Van al cole en coche o en moto, se sientan en las sillas de las clases y, en el recreo, juegan sentados. En mi época, éramos lagartijas, no parábamos, un par de zapatos nos duraban días, pateábamos todo lo que encontrábamos por las aceras. Antes, un niño podía pasar 10 horas en la calle goleando a los huecos de los árboles; ahora se las pasa colgado del videojuego". De ahí que Laureano, como le conoce todo el mundo del fútbol, crea que el futuro está en África, "donde sobra espacio y tiempo para correr y hay millones de niños pegados a una pelota".
Alguien debería hacerles una masía. No hace falta que sea de 1702.
En la placita de La Masia hacía un día veraniego. Normal, estamos a finales de abril de 1989. En el comedor de los chavales reinaba el ambiente de siempre. Felicidad. Más risas que carcajadas. Los rayos del sol se colaban por las cristaleras de ese edificio único, de 1702, el mismo que un rico editor madrileño pretendió comprar un día para instalar allí su fundación, ignorando que allí ya había la mejor fundación del mundo: la del fútbol base del Barça.
Y, sí, el sol pegaba duro aquel día. Pero dentro, en el comedor de los chicos, mientras alguien traía bandejas de ensalada, se puso a llover. A llover lágrimas así de gordas. Ya se sabe que no hay peor inundación que la que provocan los ojos humedecidos de niños que sueñan con ser hombres. Luis Milla acababa de contar a sus compañeros de camada que el club, el Barça, su Barça, le acababa de comunicar que se buscase equipo.
Milla, con los 23 años recién cumplidos, no sabía dónde meterse. Sus compañeros lo encajaron aún peor que él. Todo había empezado cuando Joan Blanquera le había preguntado «¿qué pasa, maño?», al verlo entrar en el comedor tan triste. «Me han dicho que no me quieren, Joan». También hubo quien le habló de jugar en su Teruel natal. O en el Aragón. Y hasta le sugirieron que se fuese al Alzira o al Gandía. A él, que estaba allí para triunfar en el Barça.
Cosas de la vida, del fútbol, ¿de la fortuna? Quién sabe. Lo cierto es que mientras Milla hablaba con unos y otros, con clubs y técnicos, y empezaba a pensar cómo meter sus enseres en cajas, Johan Cruyff, que llevaba unos meses como entrenador en el Camp Nou, decidió inventarse el 4, el famoso 4. Y se fue a ver al filial al Miniestadi. Y vio a Milla. Y pensó: «Ese es el 4 que necesito». Y se lo llevó a hacer la pretemporada. Y hasta hoy.
"Tal cual", cuenta Blanquera, compañero entonces de Milla. "Fue así. No más. No digo que todo fuese casualidad. Fue inspiración divina... de Cruyff. Si no hubiese sido por aquel invento, Milla, que se lo merecía como el que más, hubiese desaparecido en divisiones inferiores. Hay muchas formas de tener suerte. Una es esa que siempre expresa Luis Aragonés de que 'cuanto más trabajo, más suerte tengo' y otra esta de Milla, o de Cruyff, o la del día que se inventó el 4, un número prodigioso en el Barça, sí".
Hay millones de anécdotas así, pero esta concentra lo que representa La Masia: la casa donde nace un estilo de fútbol basado en la cantera. Un edificio del siglo XVIII, un maravilloso lugar donde, durante la construcción del Camp Nou, inaugurado en 1957, se instalaron los arquitectos y los peritos para dirigir las obras de la catedral azulgrana y que, a partir de 1979, de la mano de Josep Lluís Núñez, se convirtió en la residencia. «A todos nos gustaba el concepto de masía, la idea de casa pairal en la que vive gente en plan familiar», relata el arquitecto Josep Llobet, de PB2 Projecte. "Por eso quisimos trasladar esa idea a un concepto moderno, a un lugar que, alejado de la pensión, residencia o, incluso, hotel, los chicos se sintieran como en casa".
El tuétano del club
Pero La Masia es mucho más que eso. Es un concepto, una cuna, una guardería de genios, aquello sobre lo que acabó basándose el juego, la vida del Barça, el tuétano de un club que mañana alcanzará su cenit en la entrega del Balón de Oro, que será uno de los suyos. Uno de los nuestros como dirían en La Masia: Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Leo Messi (por orden alfabético).
Ellos y otros muchos, que llegaron o se desperdigaron por España, han construido una idea de juego, fruto, aunque lo niegue, de Cruyff, que ha terminado por inclinar al mundo ante su fútbol. Las lágrimas de aquellos chavalitos del comedor son hoy mares de baba. Dicen que más de 500 futbolistas han pasado, sufrido, soñado entre esas paredes.
Es el único fútbol que tiene denominación de origen. Una idea que, según Pep Guardiola, se basa en tres conceptos, no por simples menos eficaces y, sobre todo, muy difíciles de mantener, pero, eso sí, irrenunciables. "Primero, tener un club muy fuerte, que da siempre tranquilidad a los entrenadores. Segundo, tener jugadores con ambición ilimitada. Y, tercero, una idea de fútbol, un modelo, un estilo. Quien piense que es cuestión de hacer cuatro rondos o de implantar cuatro métodos nuevos no tiene ni idea de lo que habla. Esto es un proceso largo, requiere mucha paciencia y mucha fe, pues hay que encontrar todos los ingredientes que te permiten crecer, jugar así y perseverar en la apuesta".
Guardiola es uno de esos 4 nacidos de la idea que salvó a Milla del ostracismo. Uno de esos niños que, con 13 años, llegó a La Masia. Llegar, eso es lo más doloroso. Es el primer sufrimiento de la idea: abandonar a la familia. Al parecer, no para Guardiola. Sí para Guillermo Amor, sí para Leo Messi, sí para Andrés Iniesta, sí para¿ "Mi padre se hizo un poco el remolón cuando el Barça me vino a buscar para que fuese a La Masia", relata Guardiola. "Una noche le oí murmurar en el comedor de Santpedor: 'Tendremos que hablarlo...' No había nada que hablar. Si el Barça te llama, no hay nada que decir. Hay que ir corriendo. Como hice yo".
El cosquilleo de la llamada
Todos, ellos y sus padres, tuvieron ese minuto de cosquilleo el día que te llama alguien del Barça y te dice algo así como «has sido nominado». "Recuerdo aquella tarde como si fuese hoy cuando papá me dijo: 'Xavi, han llamado de La Masia, que te quieren probar'. ¡Vaya noche pasé! Qué tembleque, qué nervios. Ese sí era un sueño. Hacer esa prueba ya era una locura", añade el gran Hernández. "Tanto que, cuando acudí a la prueba, iba ilusionadísimo pero sin esperanza alguna. Y ya ve".
"Yo tenía 12 años y un día llamaron a casa y le dijeron a mi padre que fuéramos a ver La Masia", explica Iniesta. "Ve tú, papá, yo no pienso moverme de aquí", asegura Andresito que le dijo a su padre. "No quería salir de Fuentealbilla ni loco. No quería abandonar a mi familia. Por suerte, me convencieron. Los primeros meses fueron terribles, no se los deseo a mi peor enemigo. Ahora sería yo quien intentaría convencer a cualquier chaval de que ingresase en La Masia". Y eso que Iniesta recuerda con dolor las colas que se formaban en la cabina de teléfono que había para llamar a las familias. "No había móviles, ni ordenador, ni internet, y si querías hablar con los tuyos tenías que hacer cola. Y no siempre lograbas hablar con ellos".
Ese mismo sufrimiento fue el de Leo Messi, que no tuvo más remedio que instalarse en la residencia azulgrana para someterse al tratamiento de crecimiento por el que viajó desde Argentina, sin querer, llorando, lamentando dejar a los suyos. "Los inicios fueron tremendos", relata 'la Pulga'. "Mis hermanos no terminaban de adaptarse, mi hermana iba y venía. Hasta que mi padre me dijo: 'Leo, así no podemos seguir, haremos lo que tú quieras'. Y decidí quedarme. Y ha sido maravilloso". Esa decisión, La Masia, le ha ayudado a ser el más grande y a tener feliz, ahora sí, a toda su familia junto a él.
Pero ¿qué es La Masia? Todo. Si se lo preguntas a Thiago Alcántara, uno de los que vienen empujando, y fuerte, uno de esos que no se arrugan, contesta raudo: "La Masia es, ante todo, una fábrica de personas. Llegas de niño y no tienes más remedio que integrarte. Estas solo, amigo, sin los tuyos, sin tu familia, y allí encuentras el cariño que necesitas para educarte, crecer y mejorar. Te enseñan una forma de vida".
"Solo diré una cosa, y no me duelen prendas", señala Guillermo Amor, ahora director de ese entramado azulgrana y primer inquilino de aquella primera residencia. "En los primeros meses de mi estancia no paré de llorar. Echaba de menos tantas cosas y a tanta gente que, bien pensado, no sé si dejaría que un hijo mío viviese esa experiencia. Eso sí, maduré mucho, rápido y bien".
La Masia es ese lugar donde Sandro Rosell tomó posesión. Y no es casualidad. Es la guardería de donde salieron 10 de los 11 jugadores (Valdés, Puyol, Piqué, Busquets, Iniesta, Messi, Bojan, Jeffren, Pedro y Thiago) que Guardiola utilizó --qué casualidad, ¿o no?-- el día que dirigía su partido número 100 con el Barça (4-0 ante el Rácing de Santander). Es la universidad deportiva donde estudian los jugadores de ese filial que, si quisiera, subiría a Primera División.
Guantes para regalar
La Masia encarna los mejores valores del més que un club. Es ese edificio donde en alguna pared de un lavabo hay escrito "el fútbol no se compra". Es la casa donde, con 11 años, entró Xavi un día de 1991 para poner en práctica el único consejo que le dio su padre, Joaquim: "Tú llegas allí, te instalas y disfruta, calla, mira, escucha y aprende".
"El fútbol es mi vida, no tengo nada más, no sé hacer nada más y no me importa reconocerlo", explica Víctor Valdés, que entró en La Masia en 1992, con 10 años. "Los estudios no se me daban demasiado bien. La Masia fue mi colegio, mi instituto, mi universidad", señala Valdés, que suele pasarse por allí a menudo con Iniesta, su mejor amigo. "Nos gusta ir para que, al vernos, los jóvenes sepan que pueden cumplir su sueño como lo hemos cumplido nosotros. Cuando uno se cría y crece en La Masia, jamás la olvida".
Y cuando visita la residencia, Valdés lleva siempre algún par de guantes para regalar. Y Andresito, algún par de botas. "Me dejo ver por allí menos veces de las que me gustaría, pero suelo ir para que esos chicos comprueben que no somos de otro planeta y sepan, viéndonos a nosotros, que su proyecto es realizable", cuenta el de Fuentealbilla.
Esa "fábrica de personas", como la define Thiago, es considerada por sus habitantes como su casa. No tienen otra. Y la disfrutan como personas y deportistas. "La Masia es nuestra casa, claro que sí", relata Marc Muniesa, la próxima generación del equipo de los sueños. "No nos falta de nada, nos lo dan todo. Comemos, dormimos, nos llevan al colegio en autobús. No solo se entrena y se juega a fútbol, aprendes a vivir, creces y te formas como persona".
Víctor Vázquez, goleador ante el Rubin Kazan, que vivió en La Masia con Cesc, Piqué y Leo ("¡vaya colegas de habitación, ¿verdad?!"), asegura que no olvidará la otra noche cuando, nada más marcar en la Champions, se abrazó con el primero que se cruzó en su camino, "¡y fue Leo!". Cierto, La Masia es todo eso: edificio, idea, proyecto, casa pairal, guardería, colegio, instituto, universidad. Pero, ya ven, también complicidad, coleguismo, unión, fuerza. "Los mayores éxitos del Barça --explica Joan Laporta--, las épocas en las que mejor hemos jugado y mejor representados nos sentimos corresponden a los mejores momentos de nuestra cantera, a la mezcla de los mejores canteranos con la calidad de los mejores jugadores del mundo que hemos fichado".
Sergi, poco importa el apellido, le propuso el pasado año a su tutor en el instituto hacer su trabajo de fin de curso sobre el fútbol base del Barça. Y un día, pura casualidad, se tropezó en un restaurante con Guardiola. Y lo asaltó. Y Guardiola, cómo no, se dejó querer. Y Sergi le contó su proyecto. Y el mister azulgrana le atendió encantado. Otra cosa es que, en el cole, se lo creyesen, que se lo creyeron, sí. El alumno le preguntó a Guardiola qué era lo que más recordaba de su estancia en La Masia.
La peña de los glotones
"Mis profesores, mis entrenadores, mis compañeros. Tuve mucha suerte", refleja el trabajo colegial de Sergi, «porque conté con muy buenos entrenadores a nivel pedagógico. Fui muy bien formado. No recuerdo haberlo pasado mejor que en mis primeros años como juvenil e incluso en el filial. Desde pequeño te recordaban que vivías con un grupo de gente, un equipo que debe estar unido, y en los entrenamientos se remarcaba mucho el aspecto táctico, la cultura del esfuerzo y el trabajo en equipo, y se daba mucha importancia al contacto con la pelota".
Profesores, maestros, compañeros, cómplices, esfuerzo, trabajo. Todo eso mezclado en la cabeza de un Guardiola, al que ya todos en la residencia habían descubierto como una mente privilegiada, hizo que, como nos descubre Andoni Zubizarreta, ahora máximo responsable de ese entramado deportivo, algo especial empezase a gestarse durante esa época.
A Zubi no se le escapa que lo que muchos conocían como la peña Els Golafres (los glotones) fuese el embrión no solo de una profunda relación mientras convivían y jugaban, sino el nacimiento de una amistad que les ha llevado, juntos, hasta el banquillo del Camp Nou y a los vestuarios de la Ciutat Esportiva Joan Gamper.
Esos golafres (Pep Guardiola, Tito Vilanova, Jordi Roura, Aureli Altamira y, a menudo, Jaume Torras y José Antonio García, Covelo) suministraban, cuentan, materia de primera mano de sus pueblos al bueno de Avelino Blasco, entonces cocinero de aquella casa pairal, cuando regresaban de cortas estancias en casa de sus padres, para que preparase festines gastronómicos. "Mucha gente", explica ahora Tito Vilanova, "cree que si te dedicas profesionalmente al fútbol te pierdes cosas de la vida, pero yo creo que es al revés. Cuando te dedicas al fútbol profesional, ganas más de lo que pierdes. En La Masia lo pasábamos de fábula, erámos felices, convivíamos gente cuyo único fin era divertirse con el fútbol, jugar, jugar y jugar y, la verdad, no añorábamos a la familia porque siempre teníamos posibilidad de verla".
"Debieron de ser", explica Zubizarreta, "sobremesas maravillosas porque si algo une a esa gente es su pasión por el fútbol, por la charla futbolística». Zubi está convencido de que esa convivencia hizo que ganasen en confianza y en conocimiento personal. «Si a esa vivencia unes su pasión por el fútbol, su amor indescriptible por el Barça y el hecho de nacer, vivir, crecer con una guía no escrita de cómo se juega a fútbol en el Barça, entiendes que esa gente haya podido trasladar todo lo que mamaron juntos a las nuevas generaciones de futbolistas". Zubi recuerda que todo eso se aprende sin que exista una biblia culé, un libro de relatos. "No hay nada escrito sobre cómo ha de jugar el Barça, qué futbolistas ha de tener. Puede que el siguiente paso que deberíamos dar fuese crear el acta fundacional de esa red, de ese mapa futbolístico, de ese tejido que nos hace únicos. O, tal vez, si lo escribimos desaparezca el encanto". Mejor no hacerlo, mejor seguir así, que pase de boca en boca, de corazón a corazón.
Cuando le cuentas estas cosas a Joaquim Hernández, el padre de Xavi, te mira fijamente a los ojos y, como si estuviese viendo jugar a sus tres hijos en la plaza del Progrés, en el barrio de Ca n'Aurell de Terrassa, te dice: "La llave de todo, en La Masia y en la vida, es la pedagogía. No tiene sentido enseñar a ganar, hay que enseñar a vivir, ¡a jugar!". "Mi hijo Adrià, cuando voy hacia la Ciutat Esportiva", cuenta Vilanova, ayudante de Guardiola, al oír la tesis de Quim, "siempre me dice lo mismo: 'Papá, tú no vas a trabajar, tú vas a jugar, tú vas a hacer lo que más te gusta en esta vida'. Y tiene razón".
Pasarlo bien, qué gran idea, qué motor para crecer. "Los niños, cuando juegan a fútbol, han de pasarlo bien», explica Josep Maria Fusté. «No deben sufrir. En categorías de formación no es importante ganar, es más importante saber perder y entender que el rival puede ser mejor".
Tres ámbitos
Nadie en La Masia se considera entrenador. Se consideran profesores, pedagogos, psicólogos. "Nuestro reto", explica Carles Folguera, director de La Masia y exjugador de hockey sobre patines, "es hacer compatible la vida personal de estos jóvenes con el deporte. Estamos aquí para tutelar su formación. Sabemos cómo son, conocemos su entorno familiar y escolar, tratamos de encajarlos en un modelo rico en valores. Somos papás y mamás de estos chavales, y estamos muy orgullosos".
Es evidente que el programa de esta residencia irrepetible pasa por contemplar el crecimiento de estos chicos desde tres ámbitos. Por un lado está el futbolístico, es decir, su físico, su técnica y la adquisición de unos conocimientos tácticos necesarios para jugar ese fútbol celestial. También debe mimarse el aspecto psicológico. No sirve cualquiera y ahí es donde la personalidad de cada uno juega un papel vital. Y también está el aspecto social, el entorno, la familia, los valores adquiridos.
"La Masia te ayuda a madurar rápidamente, pues tienes que hacer nuevas relaciones", cuenta Iniesta. "Has de sobrevivir en un hábitat que no es el tuyo y eso te hace más fuerte ante situaciones complicadas", concluye Messi, que asegura que no se sintió feliz hasta que juntó a toda su familia alrededor suyo en su casa de Barcelona. "Esa fue la fuerza que me empujó a no renunciar a mis sueños. Quería que mi hermana viniese a estudiar a Barcelona, que mi madre dejara de trabajar en el bar y que mi padre dejase de ser albañil. Quería tenerlos a todos a mi alrededor".
Carles Puyol asegura que, durante muchos años, se decía a sí mismo cada noche: "Si no alcanzas tu sueño que no sea por tu culpa". El gran capitán es de los convencidos de que hasta llegar a juveniles puede que con la técnica sea suficiente, incluso algunos hasta van sobrados con eso. Pero, amigo, el siguiente paso es más duro, necesitas disciplina y, sobre todo, buena predisposición, de lo contrario no harás carrera.
El perfil para triunfar
Por eso siempre da el mismo consejo a los chavales de La Masia, a los que también visita. «Les digo que disfruten, que se consideren unos privilegiados, que sepan que están en el lugar ideal, que no desperdicien la oportunidad que les ofrece el Barça, que no regateen ni un segundo de esfuerzo, que intenten aprender al máximo y que, cuando tengan la oportunidad, peleen con toda su alma. Y, sobre todo, que no crean que el mundo se acaba en el Barça. Hay muchos otros equipos y posibilidades de salir adelante siendo un buen futbolista en otro sitio».
Y cómo ha de ser el inquilino de La Masia, cómo es el perfil que llevan los cazatalentos en su carpeta. "El jugador, el canterano, ha de ser inteligente, rápido, técnico y con carácter", explica Albert Benaiges, ahora nuevo director de la FCB Escola, que aglutina a niños entre 6 y 12 años. "Pero esos cuatro caracteres no son imprescindibles en términos globales, siempre y cuando se puedan compensar con otros atributos. Si no fuera así, Guardiola no hubiese llegado donde llegó como futbolista. Cuando llegó a La Masia, con 13 años, era lento y físicamente débil, pero su inteligencia era tan brutal que lo compensaba todo".
No vale solo ese ejemplo. Benaiges tiene otros muchos. Por ejemplo, Puyol. "Él es el caso que demuestra que quererlo lo significa todo. Cuando llegó al club no destacaba en nada, no era brillante, pero su interés por triunfar y su invencible capacidad de trabajo le abrieron las puertas del éxito". Iniesta también lo tiene claro. "El trabajo, la disciplina y la constancia son imprescindibles. El esfuerzo siempre te recompensa. Es más, yo creo que llegan más muchachos al primer equipo por trabajo que por calidad".
Cuentan que buscan niños inteligentes y con buena técnica. La clave, explican, sigue siendo la calidad y luego se incide en la fortaleza y la rapidez. Cuentan que en los inicios de toda esta filosofía había una pugna entre quienes defendían --como el maestro Oriol Tort-- que los chicos debían ser fuertes y quienes --liderados por Laureano Ruiz, otro gran profesor-- no le hacían ascos a los pequeñitos, a los menos dotados físicamente pero de técnica impecable. Dicen que la polémica acabó cuando Tort viajó a Santander a ver a Iván de la Peña y Ruiz, con un punto de ironía, que no de revancha, le hizo la siguiente observación: "Ahora ya os gustan los bajitos ¿verdad?, el Flaco os ha hecho cambiar de idea".
Asimilar el modelo
"El proceso es bastante complejo", sigue contando Benaiges. "El balón es nuestro medio y, por tanto, necesitamos inculcar la solidaridad y la disciplina para que todos puedan juntarse alrededor del balón". Y es ahí donde, tal vez, surja aquella anécdota que relatan con Alfredo di Stéfano como protagonista cuando, en una de sus charlas como técnico, preguntó a sus jugadores cuántos eran antes de saltar al césped. "Once, mister, once", respondieron con perplejidad. ¿Y cuántos balones hay?, añadió la Saeta Rubia. "Uno, mister, uno". "Pues repártanselo", sentenció uno de los más grandes.
Los porteros, dicen, los quieren altos, ágiles, con reflejos y, sobre todo, con capacidad de mando. Los defensas les gustan agresivos, con buen juego de cabeza y carácter. Además, es muy importante que sepan salir con el balón controlado desde atrás. Los centrocampistas precisan de inteligencia y buena técnica. "«Si hemos sacado tantos medios es por la manera de entrenarnos y de entender el juego", matiza Benaiges. "De los Milla, Amor y Guardiola a los Xavi, Iniesta y Busquets ha habido una evolución; antes eran especialistas y los de ahora son más ofensivos y completos". ¿Y los delanteros? Veloces, vivos, pillos, hábiles y, cómo no, con el don del gol.
"Cada inicio de temporada", relata Albert Puig, veterano técnico de La Masia, coordinador ahora del fútbol formativo y autor de un libro de entrevistas, 'La fuerza de un sueño', sobre la fuente de este maná, "nos encontramos con nuevos jugadores que llegan al Barça acostumbrados a ser las estrellas de sus equipos. Están habituados a decidir el partido con una genialidad suya y abusan de acciones individuales. No son malos, no, son muy buenos, pero no son de nuestro estilo. Ganan, sí, pero no como quiere el Barça". Y, claro, a esos chicos les cuesta asimilar el modelo, la filosofía azulgrana. "Poco a poco aprenden el juego de posición y, en su segunda temporada, explotan su inmenso talento".
Esas cuatro paredes tan antiguas, esa fuente de ciencia futbolística, tiene una filosofía especial. "La filosofía del Barça es perfecta porque es puro equilibrio", explica Xavi Hernández, el centro de todos los elogios. "Antes de dar el salto al fútbol profesional es prioritario formar y enseñar, pero sin perder la competitividad, y esto, jugando en el Barça, lo tienes que tener muy claro. Yo pondría por delante la formación, inculcar conceptos de fútbol a los chavales, pero al mismo tiempo es vital enseñarles a ser competitivos, hay que salir a ganar". Xavi asegura que es bueno expresar la rabia cuando pierdes. "Aún recuerdo un día que rompí a llorar cuando, tras ganar 24 partidos con el alevín, el Granollers nos ganó. Si quieres jugar en el primer equipo has de soportar la presión de salir a ganar siempre".
Explican quienes estaban en la gestación de esta idea que, al final o al inicio, todo fue una necesidad. Y uno de aquellos viejos maestros, el señorial Jaume Olivé, sigue explicando que todo empezó "porque no podíamos seguir teniendo a nuestros chicos en aquellas pensiones de encantadoras viudas que había en el Poble Sec, Pare Claret o Sants".
La presión del dinero
Eran, recuerda, una veintena de muchachos. El control era complicado porque uno se iba al cine, otro no dormía en casa, otro salía... "Y, encima, teníamos que lidiar con el problema de la alimentación, lo que en broma llamábamos pensión patata, porque la dieta giraba alrededor de estofados y patata, que no era, desde luego, lo más adecuado para los chavales". La Masia como tal, como residencia, recuerda Olivé, acabó convirtiéndose en el mejor motivo "para convencer a los padres de que nos cediesen la formación de sus hijos, porque tú no entregas a un niño de 12 años si no sabes en qué manos lo dejas".
"Muchos padres", explica Luis Enrique, actual técnico del también espectacular filial azulgrana, "ven en sus hijos futbolistas su esperanza para hacerse ricos. Si los padres se convierten en los principales fans de sus hijos, perjudican gravemente la formación del niño. Cuando el fútbol se convierte en una obsesión para el chico por la presión de los padres", añade el asturiano, "el joven perderá la ilusión porque para él cada partido se convertirá en un examen". Laureano Ruiz, que acaba de publicar su cuarto libro sobre este tema ('Mi modelo de juego', se titula), ve un peligro mayor a la obsesiva tutela de familias y padres: la vida moderna, los ordenadores, los móviles, las consolas, los videojuegos.
"Ahora los niños desayunan sentados", explica Ruiz, uno de los padres de La Masia como filosofía. "Van al cole en coche o en moto, se sientan en las sillas de las clases y, en el recreo, juegan sentados. En mi época, éramos lagartijas, no parábamos, un par de zapatos nos duraban días, pateábamos todo lo que encontrábamos por las aceras. Antes, un niño podía pasar 10 horas en la calle goleando a los huecos de los árboles; ahora se las pasa colgado del videojuego". De ahí que Laureano, como le conoce todo el mundo del fútbol, crea que el futuro está en África, "donde sobra espacio y tiempo para correr y hay millones de niños pegados a una pelota".
Alguien debería hacerles una masía. No hace falta que sea de 1702.
Profesores, maestros, compañeros, cómplices, esfuerzo, trabajo. Todo eso mezclado en la cabeza de un Guardiola, al que ya todos en la residencia habían descubierto como una mente privilegiada, hizo que, como nos descubre Andoni Zubizarreta, ahora máximo responsable de ese entramado deportivo, algo especial empezase a gestarse durante esa época.
A Zubi no se le escapa que lo que muchos conocían como la peña Els Golafres (los glotones) fuese el embrión no solo de una profunda relación mientras convivían y jugaban, sino el nacimiento de una amistad que les ha llevado, juntos, hasta el banquillo del Camp Nou y a los vestuarios de la Ciutat Esportiva Joan Gamper.
Esos golafres (Pep Guardiola, Tito Vilanova, Jordi Roura, Aureli Altamira y, a menudo, Jaume Torras y José Antonio García, Covelo) suministraban, cuentan, materia de primera mano de sus pueblos al bueno de Avelino Blasco, entonces cocinero de aquella casa pairal, cuando regresaban de cortas estancias en casa de sus padres, para que preparase festines gastronómicos. "Mucha gente", explica ahora Tito Vilanova, "cree que si te dedicas profesionalmente al fútbol te pierdes cosas de la vida, pero yo creo que es al revés. Cuando te dedicas al fútbol profesional, ganas más de lo que pierdes. En La Masia lo pasábamos de fábula, erámos felices, convivíamos gente cuyo único fin era divertirse con el fútbol, jugar, jugar y jugar y, la verdad, no añorábamos a la familia porque siempre teníamos posibilidad de verla".
"Debieron de ser", explica Zubizarreta, "sobremesas maravillosas porque si algo une a esa gente es su pasión por el fútbol, por la charla futbolística». Zubi está convencido de que esa convivencia hizo que ganasen en confianza y en conocimiento personal. «Si a esa vivencia unes su pasión por el fútbol, su amor indescriptible por el Barça y el hecho de nacer, vivir, crecer con una guía no escrita de cómo se juega a fútbol en el Barça, entiendes que esa gente haya podido trasladar todo lo que mamaron juntos a las nuevas generaciones de futbolistas". Zubi recuerda que todo eso se aprende sin que exista una biblia culé, un libro de relatos. "No hay nada escrito sobre cómo ha de jugar el Barça, qué futbolistas ha de tener. Puede que el siguiente paso que deberíamos dar fuese crear el acta fundacional de esa red, de ese mapa futbolístico, de ese tejido que nos hace únicos. O, tal vez, si lo escribimos desaparezca el encanto". Mejor no hacerlo, mejor seguir así, que pase de boca en boca, de corazón a corazón.
Cuando le cuentas estas cosas a Joaquim Hernández, el padre de Xavi, te mira fijamente a los ojos y, como si estuviese viendo jugar a sus tres hijos en la plaza del Progrés, en el barrio de Ca n'Aurell de Terrassa, te dice: "La llave de todo, en La Masia y en la vida, es la pedagogía. No tiene sentido enseñar a ganar, hay que enseñar a vivir, ¡a jugar!". "Mi hijo Adrià, cuando voy hacia la Ciutat Esportiva", cuenta Vilanova, ayudante de Guardiola, al oír la tesis de Quim, "siempre me dice lo mismo: 'Papá, tú no vas a trabajar, tú vas a jugar, tú vas a hacer lo que más te gusta en esta vida'. Y tiene razón".
Pasarlo bien, qué gran idea, qué motor para crecer. "Los niños, cuando juegan a fútbol, han de pasarlo bien», explica Josep Maria Fusté. «No deben sufrir. En categorías de formación no es importante ganar, es más importante saber perder y entender que el rival puede ser mejor".
Tres ámbitos
Nadie en La Masia se considera entrenador. Se consideran profesores, pedagogos, psicólogos. "Nuestro reto", explica Carles Folguera, director de La Masia y exjugador de hockey sobre patines, "es hacer compatible la vida personal de estos jóvenes con el deporte. Estamos aquí para tutelar su formación. Sabemos cómo son, conocemos su entorno familiar y escolar, tratamos de encajarlos en un modelo rico en valores. Somos papás y mamás de estos chavales, y estamos muy orgullosos".
Es evidente que el programa de esta residencia irrepetible pasa por contemplar el crecimiento de estos chicos desde tres ámbitos. Por un lado está el futbolístico, es decir, su físico, su técnica y la adquisición de unos conoci-mientos tácticos necesarios para jugar ese fútbol celestial. También debe mimarse el aspecto psicológico. No sirve cualquiera y ahí es donde la personalidad de cada uno juega un papel vital. Y también está el aspecto social, el entorno, la familia, los valores adquiridos.
"La Masia te ayuda a madurar rápidamente, pues tienes que hacer nuevas relaciones", cuenta Iniesta. "Has de sobrevivir en un hábitat que no es el tuyo y eso te hace más fuerte ante situaciones complicadas", concluye Messi, que asegura que no se sintió feliz hasta que juntó a toda su familia alrededor suyo en su casa de Barcelona. "Esa fue la fuerza que me empujó a no renunciar a mis sueños. Quería que mi hermana viniese a estudiar a Barcelona, que mi madre dejara de trabajar en el bar y que mi padre dejase de ser albañil. Quería tenerlos a todos a mi alrededor".
Carles Puyol asegura que, durante muchos años, se decía a sí mismo cada noche: "Si no alcanzas tu sueño que no sea por tu culpa". El gran capitán es de los convencidos de que hasta llegar a juveniles puede que con la técnica sea suficiente, incluso algunos hasta van sobrados con eso. Pero, amigo, el siguiente paso es más duro, necesitas disciplina y, sobre todo, buena predisposición, de lo contrario no harás carrera.
El perfil para triunfar
Por eso siempre da el mismo consejo a los chavales de La Masia, a los que también visita. «Les digo que disfruten, que se consideren unos privilegiados, que sepan que están en el lugar ideal, que no desperdicien la oportunidad que les ofrece el Barça, que no regateen ni un segundo de esfuerzo, que intenten aprender al máximo y que, cuando tengan la oportunidad, peleen con toda su alma. Y, sobre todo, que no crean que el mundo se acaba en el Barça. Hay muchos otros equipos y posibilidades de salir adelante siendo un buen futbolista en otro sitio».
Y cómo ha de ser el inquilino de La Masia, cómo es el perfil que llevan los cazatalentos en su carpeta. "El jugador, el canterano, ha de ser inteligente, rápido, técnico y con carácter", explica Albert Benaiges, ahora nuevo director de la FCB Escola, que aglutina a niños entre 6 y 12 años. "Pero esos cuatro caracteres no son imprescindibles en términos globales, siempre y cuando se puedan compensar con otros atributos. Si no fuera así, Guardiola no hubiese llegado donde llegó como futbolista. Cuando llegó a La Masia, con 13 años, era lento y físicamente débil, pero su inteligencia era tan brutal que lo compensaba todo".
No vale solo ese ejemplo. Benaiges tiene otros muchos. Por ejemplo, Puyol. "Él es el caso que demuestra que quererlo lo significa todo. Cuando llegó al club no destacaba en nada, no era brillante, pero su interés por triunfar y su invencible capacidad de trabajo le abrieron las puertas del éxito". Iniesta también lo tiene claro. "El trabajo, la disciplina y la constancia son imprescindibles. El esfuerzo siempre te recompensa. Es más, yo creo que llegan más muchachos al primer equipo por trabajo que por calidad".
Cuentan que buscan niños inteligentes y con buena técnica. La clave, explican, sigue siendo la calidad y luego se incide en la fortaleza y la rapidez. Cuentan que en los inicios de toda esta filosofía había una pugna entre quienes defendían ¿como el maestro Oriol Tort¿que los chicos debían ser fuertes y quienes ¿liderados por Laureano Ruiz, otro gran profesor¿ no le hacían ascos a los pequeñitos, a los menos dotados físicamente pero de técnica impecable. Dicen que la polémica acabó cuando Tort viajó a Santander a ver a Iván de la Peña y Ruiz, con un punto de ironía, que no de revancha, le hizo la siguiente observación: "Ahora ya os gustan los bajitos ¿verdad?, el Flaco os ha hecho cambiar de idea".
Asimilar el modelo
"El proceso es bastante complejo", sigue contando Benaiges. "El balón es nuestro medio y, por tanto, necesitamos inculcar la solidaridad y la disciplina para que todos puedan juntarse alrededor del balón". Y es ahí donde, tal vez, surja aquella anécdota que relatan con Alfredo di Stéfano como protagonista cuando, en una de sus charlas como técnico, preguntó a sus jugadores cuántos eran antes de saltar al césped. "Once, mister, once", respondieron con perplejidad. ¿Y cuántos balones hay?, añadió la Saeta Rubia. "Uno, mister, uno". "Pues repártanselo", sentenció uno de los más grandes.
Los porteros, dicen, los quieren altos, ágiles, con reflejos y, sobre todo, con capacidad de mando. Los defensas les gustan agresivos, con buen juego de cabeza y carácter. Además, es muy importante que sepan salir con el balón controlado desde atrás. Los centrocampistas precisan de inteligencia y buena técnica. "«Si hemos sacado tantos medios es por la manera de entrenarnos y de entender el juego", matiza Benaiges. "De los Milla, Amor y Guardiola a los Xavi, Iniesta y Busquets ha habido una evolución; antes eran especialistas y los de ahora son más ofensivos y completos". ¿Y los delanteros? Veloces, vivos, pillos, hábiles y, cómo no, con el don del gol.
"Cada inicio de temporada", relata Albert Puig, veterano técnico de La Masia, coordinador ahora del fútbol formativo y autor de un libro de entrevistas, 'La fuerza de un sueño', sobre la fuente de este maná, "nos encontramos con nuevos jugadores que llegan al Barça acostumbrados a ser las estrellas de sus equipos. Están habituados a decidir el partido con una genialidad suya y abusan de acciones individuales. No son malos, no, son muy buenos, pero no son de nuestro estilo. Ganan, sí, pero no como quiere el Barça". Y, claro, a esos chicos les cuesta asimilar el modelo, la filosofía azulgrana. "Poco a poco aprenden el juego de posición y, en su segunda temporada, explotan su inmenso talento".
Esas cuatro paredes tan antiguas, esa fuente de ciencia futbolística, tiene una filosofía especial. "La filosofía del Barça es perfecta porque es puro equilibrio", explica Xavi Hernández, el centro de todos los elogios. "Antes de dar el salto al fútbol profesional es prioritario formar y enseñar, pero sin perder la competitividad, y esto, jugando en el Bar-ça, lo tienes que tener muy claro. Yo pondría por delante la formación, inculcar conceptos de fútbol a los chavales, pero al mismo tiempo es vital enseñarles a ser competitivos, hay que salir a ganar". Xavi asegura que es bueno expresar la rabia cuando pierdes. "Aún recuerdo un día que rompí a llorar cuando, tras ganar 24 partidos con el alevín, el Granollers nos ganó. Si quieres jugar en el primer equipo has de soportar la presión de salir a ganar siempre".
Explican quienes estaban en la gestación de esta idea que, al final o al inicio, todo fue una necesidad. Y uno de aquellos viejos maestros, el señorial Jaume Olivé, sigue explicando que todo empezó "porque no podíamos seguir teniendo a nuestros chicos en aquellas pensiones de encantadoras viudas que había en el Poble Sec, Pare Claret o Sants".
La presión del dinero
Eran, recuerda, una veintena de muchachos. El control era complicado porque uno se iba al cine, otro no dormía en casa, otro salía¿ "Y, encima, teníamos que lidiar con el problema de la alimentación, lo que en broma llamábamos pensión patata, porque la dieta giraba alrededor de estofados y patata, que no era, desde luego, lo más adecuado para los chavales". La Masia como tal, como residencia, recuerda Olivé, acabó convirtiéndose en el mejor motivo "para convencer a los padres de que nos cediesen la formación de sus hijos, porque tú no entregas a un niño de 12 años si no sabes en qué manos lo dejas".
"Muchos padres", explica Luis Enrique, actual técnico del también espectacular filial azulgrana, "ven en sus hijos futbolistas su esperanza para hacerse ricos. Si los padres se convierten en los principales fans de sus hijos, perjudican gravemente la formación del niño. Cuando el fútbol se convierte en una obsesión para el chico por la presión de los padres", añade el asturiano, "el joven perderá la ilusión porque para él cada partido se convertirá en un examen". Laureano Ruiz, que acaba de publicar su cuarto libro sobre este tema ('Mi modelo de juego', se titula), ve un peligro mayor a la obsesiva tutela de familias y padres: la vida moderna, los ordenadores, los móviles, las consolas, los videojuegos.
"Ahora los niños desayunan sentados", explica Ruiz, uno de los padres de La Masia como filosofía. "Van al cole en coche o en moto, se sientan en las sillas de las clases y, en el recreo, juegan sentados. En mi época, éramos lagartijas, no parábamos, un par de zapatos nos duraban días, pateábamos todo lo que encontrábamos por las aceras. Antes, un niño podía pasar 10 horas en la calle goleando a los huecos de los árboles; ahora se las pasa colgado del videojuego". De ahí que Laureano, como le conoce todo el mundo del fútbol, crea que el futuro está en África, "donde sobra espacio y tiempo para correr y hay millones de niños pegados a una pelota".
Alguien debería hacerles una masía. No hace falta que sea de 1702.
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