Penya Barcelonista de Lisboa

dimarts, de juliol 13, 2010

Fuentealbilla, capital de España


Fuentealbilla, capital de España
Por Martí Perarnau



Lineker tendrá que reformar su aforismo y explicar que desde ahora el fútbol es esa lucha de once contra once en la que siempre acaban ganando los españoles. Fuentealbilla es la nueva capital de la España futbolística, una España distinta a todas las conocidas: humilde como Del Bosque, sobria como Iniesta, burbujeante como Ramos, inteligente como Xavi, pasional como Puyol, elegante como Piqué, poderosa como Casillas. En esta España futbolística el primer abrazo de la final conquistada reúne al capitán del Barça con el capitán del Madrid, símbolo de lo que es esta selección de goles barcelonistas y paradas madridistas.

Por encima de todos los campeones, destacan tres futbolistas que no han disputado un solo minuto de torneo: Víctor Valdés, capaz de asumir con humildad y discreción un papel secundario pese a su indiscutible relevancia mundial; Pepe Reina, condenado a ser para siempre el portero suplente ante lo que se ha crecido como alma y corazón del vestuario; y Raúl Albiol, roto al inicio de la travesía y que ha descargado toda su energía en beneficio del colectivo. Ellos tres han pasado desapercibidos, pero son esenciales para comprender las claves del triunfo. Este éxito no se ha logrado con declaraciones grandilocuentes, ni a partir de un entrenador lenguaraz dispuesto a organizar ‘shows’ por donde va, ni con futbolistas ávidos de popularidad simplista. Es el triunfo de gente normal, buena gente, capaz de recordar en el momento de mayor éxtasis universal a los amigos fallecidos o al hijo amado. Derrota del egoísmo.

Triunfo del fútbol, por supuesto, que consigue al fin unir la victoria con el estilo, algo que no ocurría desde el Brasil del 70 y fue negado en ediciones sucesivas a otros grandes equipos. Pero sobre todo, triunfo de unos valores humanos puestos en sintonía para alcanzar un desafío. Derrota mayúscula del resultadismo a cualquier precio. No se podía ganar con este fútbol exquisito, se decía como teoría predominante. Pues toma castaña: el Barça antes, la selección ahora, han demostrado en mayúsculas que sí es posible vencer y convencer. ¡Qué vergüenza la que deben sentir hoy los holandeses que admiraron a Cruyff! ¡Qué pena ver transformada la ‘naranja mecánica’ en una fábrica de charcutería gruesa, pura casquería! Los nietos siempre dilapidaron la herencia de los abuelos y ahí están Van Bommel, De Jong o Heitinga disfrazados de Van Damme en su traición vergonzante y navajera al fútbol de Cruyff y Van Basten.

Nos queda Iniesta, por supuesto. Iniesta, ‘rostro pálido’. Si la Eurocopa catapultó a Xavi al nivel de mejor centrocampista universal, este Mundial ha resucitado a un Iniesta que parecía desconcertantemente perdido para el gran fútbol. ‘Carpe Diem’.