Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, d’abril 05, 2010

El Barça, con sus mejores reservas, derrota al Athletic con un fútbol eléctrico, juvenil y fresco (4-1)


El Barça, con sus mejores reservas, derrota al Athletic con un fútbol eléctrico, juvenil y fresco (4-1)

A veces, los grandes triunfos suelen ser los más anónimos. A veces no basta solo con ser un equipo maravillosamente estético, con una belleza sin igual, incapaz de clonar por cualquiera. A veces, los desheredados, jugadores sin glamour, inquilinos habituales del banquillo, demuestran que el fútbol, el fútbol eficaz y contundente, también les pertenece. Guardiola revolucionó anoche la alineación y esa gente, desde Chigrinsky, rescatado del armario desde enero, hasta un soberbio Bojan se lo agradecieron pasando por Jeffren, Maxwell y compañía, con un hermoso partido. Hermoso por la intensidad. Hermoso por el mensaje que dejó. Todos sirven, todos valen.
El Athletic seguramente se esperaba el viejo Barça, cansado quizá por el trasiego de Londres, más pendiente de Europa y del clásico. Y se encontró con un equipo lleno de vigor, intensidad y, sobre todo, energía. Un equipo que convirtió cada balón en una batalla de vida o muerte. Sobrevivió porque todos, empezando por Messi, el dios alrededor del cual levita el universo Barça, fue el primero en presionar al Athletic. A pesar de que los problemas llegaron justo antes de empezar el partido con la lesión de Ibra que obligó a Guardiola a colocar a Bojan de titular y darle un lugar en el banquillo a Henry. En el campo, estaban jóvenes con desparpajo (Jeffren y Bojan) que conectaron de inmediato con la grada. Lógico. Jugaron con electricidad, escoltados por Touré y Busquets.

GOLES DE CANTERA / Así, en una insólita y sorprendente apuesta, el culé se echó las manos al leer la alineación, y más cuando supo que Ibra se quejaba de dolores, el Barça ofreció una exhibición. ¿De qué? De presión, de ahogar a un asombrado Athletic que no se imaginaba un rival así. De robarle el balón lo más cerca posible de Iraizoz para pisar el área con tanta asiduidad que el gol era cuestión de tiempo. De fútbol, no. El juego azulgrana era directo, eléctrico, juvenil y fresco.
Messi, sin embargo, se tomó un respiro para idear una jugada de ensueño. Descubrió una rendija entre una multitud de rayas rojas y blancas y cedió mimosamente la pelota a Abidal, que entró furioso por la banda izquierda, pese a que tuvo el punto de sosiego necesario para servir un precioso centro a Jeffren. En tres deliciosos toques, un gol de cine. ¡Y qué decir del segundo! Otra maravilla. Fue todo el Barça a presionar un saque de banda del Athletic y se llevó un tesoro. Puyol, como si fuera un interior derecho, robó un balón y lo cedió a Bojan, cuyo partido ya era estelar antes de ese tanto. Definió con la precisión de un experto y el Camp Nou enloqueció. Volvió Bojan.
Como en el tercer tanto, otro de manual porque Messi paró el tiempo hasta que entró Abidal, de nuevo por la banda izquierda, y Bojan engatilló con un derechazo imponente justo cuando el Athletic creía haber acorralado a los azulgranas. A balón parado, eso sí. Con envenenados córners. Pero en cada saque de esquina estaba Valdés. En esos 10 minutos de la segunda mitad, el Barça resistió con su portero. No por habitual, deja de ser noticia.

LOS LATERALES ASISTEN / Lo que sí resultó noticiable es que tres los cuatro goles del Barça nacieron de asistencias de los laterales: dos de Abidal y uno de Puyol, la prueba irrefutable de la tremenda agresividad que imprimieron en cada segundo. Y el cuarto debía ser de Messi. Era de justicia. Abandonó su posición de Laudrup, repartiendo oro para sus compañeros, y llegó al área para engordar su cuenta goleadora (suma ya 26 en la Liga) tras un preciso centro de Pedro. Otro que salió conectado pese a que no tuvo ni tiempo de calentar por la lesión de Jeffren. Estaban tan enchufados que hasta Chigrinskiy se atrevió con un gran pase.
Ni el tanto de Susaeta fustró la fiesta culé porque entre Valdés, con una parada milagrosa, y el inacabable rondo de los minutos finales hicieron que la gente volviera feliz y orgullosa a casa. Sin Alves, sin Iniesta, sin Keita, sin Ibrahimovic y con Xavi de suplente, el Barça perdió su esencia. Jugó con la grandeza de un campeón, jamás renunció a su estilo, divirtió al público, entusiasmó incluso a su entrenador, y esos nombres anónimos, arrinconados en el banquillo hasta hace poco, le permitieron un triunfo espectacular. Sí, es verdad. No jugaron tan bonito como en Londres. Sí, es verdad, no tuvo la perfección técnica. Pero hay noches en que el equipo, o sea Bojan y Valdés, hacen grande a las estrellas.