La dicha no ha concluido
La dicha no ha concluido
El equipo necesitaba perder algún día para entender por contraste qué es la felicidad
El médico Albert Figueras dice en su libro Pequeñas grandes cosas que, por fortuna, los momentos de felicidad son efímeros, puesto que el cerebro tiene una manera especial de operar: si algún estímulo dura demasiado, dejamos de prestarle atención o no lo encontramos tan placentero. O dicho de otro modo, dos semanas de felicidad, 24 horas sobre 24, se volverían insoportables. Por esa razón debe ser bueno que el Barça quedara anoche eliminado de la Copa del Rey. El equipo necesitaba perder algún día para que la afición entendiera qué es exactamente la felicidad. El contraste entre la cara que se le quedó a los barcelonistas cuando el árbitro pitó el final del partido y el rostro que tenían cuando empezó el encuentro era como el día y la noche. Pero que no cunda el pánico: el Barça volverá a ganar al Sevilla el sábado y la semana siguiente se proclamará campeón de invierno en el campo de la pulmonía, ante el Valladolid. Así que una asa del trofeo ya es nuestra. El Barça demostró en el Sánchez.
Pizjuán que al hexacampeón hay que tratarlo con respeto, aunque algunos de sus hombres no estén en las mejores horas. No estaba Pérez Burrull, el de negro con el corazón tan blanco, y todo fue más fácil. De hecho, el colegiado cántabro cuenta con el dudoso honor de que con él el Barça no ha podido ganar más que uno de cada tres partidos que ha dirigido. El Sevilla jugó anoche al límite del reglamento, pero el árbitro evitó que los blancos se excedieran. Y además dejó jugar. La primera parte, con una presión asfixiante –y al tiempo físicamente devastadora– el Sevilla evitó que el Barcelona desplegara su juego. La segunda parte, con los andaluces boqueando, los azulgrana se pusieron a tocar y sólo el palo y Palop evitaron que el Barça se plantara en cuartos.
Algunos dirán que Guardiola, por una vez, no fue fiel a su filosofía y no utilizó una alineación copera, más allá de la inclusión de Pinto. Ni puso a Chigrinski para darle moral, ni a Bojan porque se desfogara en la Copa, ni los jóvenes del filial para demostrar que están para lo que haga falta. Pero se equivocan: Guardiola fue fiel a su ideología, que consiste en intentar vencer en los partidos que no se pueden perder. Y ganó el partido, aunque no la eliminatoria; pero España ante el televisor vio que este equipo es muy grande y su entrenador, el más listo.
Algunas cosas buenas tiene haber caído eliminados. El Barça va a descargar de minutos su calendario futbolístico. Jugar cada tres días en un mes como enero, en que la preparación física está pensada para alcanzar el punto óptimo a mediados de febrero para estar frescos al final del campeonato, es un dislate. El Barça podrá centrarse exclusivamente en la Liga, antes no vuelva en un mes la Champions. Les vendrá bien a los jugadores y también a los aficionados, que podremos organizar mejor nuestras vidas, menos pendientes de las retransmisiones televisivas.
El anteriormente citado doctor Figueras ponía como imagen de la sutilidad de la felicidad, de la importancia de los detalles, el trabajo de los garimpeiros del Brasil que buscan oro en el corazón del país. Para ellos, dar con una pepita en las tierras de aluvión que arrastran los ríos no es tarea sencilla. Tiene que caer en el cedazo, pero necesitan de la complicidad del sol que haga brillar el oro en mitad de la arena para descubrirlas. El Barça está abonado a los detalles y su fútbol brilla cuando sus astros (Messi, Xavi, Iniesta) dan lustre a las jugadas. No es momento de dudar, sino de estar más que nunca al lado de la plantilla. Nos quedan muchos momentos por disfrutar, algunos, si llegan, de una morbosidad extraordinariamente placentera. Pero, a fuerza de ser sinceros, qué pena anoche, cuando lo tuvimos tan cerca. De hecho, yo mismo he escrito este artículo porque no podía dormir.
Màrius Carol. La Vanguardia.es
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