Pinto asocia su picardía copera con sus partidillos callejeros
Pinto asocia su picardía copera con sus partidillos callejeros
Zapatillas que merecen un artículo aparte, vestido de negro, de pies a cabeza, incluido un piercing en la ceja derecha, y trenza y perilla de personaje de Bola de drac (Tao Pai Pai, para ser exactos), José Manuel Pinto desearía ser invisible, pasar inadvertido horas después de parar un penalti en Son Moix que salvó a su equipo de un sufrimiento mayúsculo y que fue crucial para alcanzar la final de Copa por primera vez en 11 años.
Habituado a la clandestinidad que da ser el portero suplente y al celo con que lleva su vida privada -compone música, dirige una pequeña discográfica independiente de rap-, a Pinto le cuesta mucho menos parar un tiro imposible, previo engatusamiento al lanzador, que abrirse y hacerle el juego a los fotógrafos. "Aunque me llames pisha no... Yo os pido perdón, pero es que eso de posar para las fotos... soy un poco rarito", se disculpa el guardameta que desde pequeño se vacunó contra la palabras héroe, salvador o protagonista. "El triunfo es cosa de todo el equipo, yo no me siento héroe de nada, entiendo que me lo digan, pero yo no lo comparto. Seguro que hubo jugadas más importantes que no llamaron la atención, pero ha quedado esa del penalti", razona, quitándose méritos. Pinto siempre ha sido así. Humilde, desprendido, muy bromista con los suyos y más cerrado que una roca con el resto del mundo. Llegó al Barça de rebote, por lesión grave de Jorquera, y se quedó. Si Pep decide que juegue la final, Wahin (alias musical de Pinto) aspirará a igualar a su ídolo y maestro, el portero bético José Ramón Esnaola, campeón de la Copa de 1977. El mismo que le dio un empujón cuando el meta jugaba en el filial del Betis. "No voy a explicar ahora mis trucos", confesó después del partido minimizando su treta ante Martí, que erró el lanzamiento. "¿Salió su picardía gaditana?", le preguntan. Y ahí, el guardameta, se relaja un instante. "Parar el penalti es cuestión de suerte. Esas cosas las he ido aprendiendo de muchos compañeros con los que he competido, pero también en los banquillos, en la calle, cuando era pequeño". Pinto, como dice Loquillo, es un "chico de la calle que vive su canción", pero la vive en silencio. La música futbolística le va por dentro. "Es un premio al trabajo diario, él siempre está ahí, se lo merece", explica Dani Alves. "Estamos en la final por Pinto", reconoce Messi. "La lógica dice que tendría que jugar la final", defiende Iniesta, muy amigo de Valdés. "Es una alegría enorme", ratifica el propio portero, que participó en la jarana pospartido del vestuario en la que el equipo celebró el pase a la final a lo grande. Luego, el gaditano llamó a su gente ("a la que siempre me ha acompañado", confiesa). Estoico, Pinto aguanta los últimos clics y desfila con unas zapatillas que -sin que él haya caído en la cuenta- le definen bien, con un mosaico de puños cerrados como medio sacados de los logotipos de sindicatos como CGT o UGT. Porteros del mundo uníos y reconoced el triunfo humilde de José Manuel Pinto, el paciente pillo del Barça. Hurra.
Zapatillas que merecen un artículo aparte, vestido de negro, de pies a cabeza, incluido un piercing en la ceja derecha, y trenza y perilla de personaje de Bola de drac (Tao Pai Pai, para ser exactos), José Manuel Pinto desearía ser invisible, pasar inadvertido horas después de parar un penalti en Son Moix que salvó a su equipo de un sufrimiento mayúsculo y que fue crucial para alcanzar la final de Copa por primera vez en 11 años.
Habituado a la clandestinidad que da ser el portero suplente y al celo con que lleva su vida privada -compone música, dirige una pequeña discográfica independiente de rap-, a Pinto le cuesta mucho menos parar un tiro imposible, previo engatusamiento al lanzador, que abrirse y hacerle el juego a los fotógrafos. "Aunque me llames pisha no... Yo os pido perdón, pero es que eso de posar para las fotos... soy un poco rarito", se disculpa el guardameta que desde pequeño se vacunó contra la palabras héroe, salvador o protagonista. "El triunfo es cosa de todo el equipo, yo no me siento héroe de nada, entiendo que me lo digan, pero yo no lo comparto. Seguro que hubo jugadas más importantes que no llamaron la atención, pero ha quedado esa del penalti", razona, quitándose méritos. Pinto siempre ha sido así. Humilde, desprendido, muy bromista con los suyos y más cerrado que una roca con el resto del mundo. Llegó al Barça de rebote, por lesión grave de Jorquera, y se quedó. Si Pep decide que juegue la final, Wahin (alias musical de Pinto) aspirará a igualar a su ídolo y maestro, el portero bético José Ramón Esnaola, campeón de la Copa de 1977. El mismo que le dio un empujón cuando el meta jugaba en el filial del Betis. "No voy a explicar ahora mis trucos", confesó después del partido minimizando su treta ante Martí, que erró el lanzamiento. "¿Salió su picardía gaditana?", le preguntan. Y ahí, el guardameta, se relaja un instante. "Parar el penalti es cuestión de suerte. Esas cosas las he ido aprendiendo de muchos compañeros con los que he competido, pero también en los banquillos, en la calle, cuando era pequeño". Pinto, como dice Loquillo, es un "chico de la calle que vive su canción", pero la vive en silencio. La música futbolística le va por dentro. "Es un premio al trabajo diario, él siempre está ahí, se lo merece", explica Dani Alves. "Estamos en la final por Pinto", reconoce Messi. "La lógica dice que tendría que jugar la final", defiende Iniesta, muy amigo de Valdés. "Es una alegría enorme", ratifica el propio portero, que participó en la jarana pospartido del vestuario en la que el equipo celebró el pase a la final a lo grande. Luego, el gaditano llamó a su gente ("a la que siempre me ha acompañado", confiesa). Estoico, Pinto aguanta los últimos clics y desfila con unas zapatillas que -sin que él haya caído en la cuenta- le definen bien, con un mosaico de puños cerrados como medio sacados de los logotipos de sindicatos como CGT o UGT. Porteros del mundo uníos y reconoced el triunfo humilde de José Manuel Pinto, el paciente pillo del Barça. Hurra.
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