Tragedia consumada, el socio dice basta
Tragedia consumada, el socio dice basta
Josep Maria Casanovas - Director Diario Sport
EL CAMP NOU EXPLOTA.
Esto acaba con desastre total. El Barça se hunde en la miseria deportiva. Este final de Liga merece que los echen a todos. La afición está cabreada con toda la razón del mundo, tienen todo el derecho a manifestarse. Si hace una semana deshonraron la camiseta blaugrana en su vergonzosa actuación en el Bernabéu, anoche ya fue el colmo: ganaban por 2-0 y acabaron perdiendo de mala manera. Aquí todos son culpables, todos, desde el presidente al último jugador, pasando por Rijkaard, que se merecía otra despedida y de Begiristain, que no puede escurrir su responsabilidad. Este es el peor final posible, pero se lo han ganado a pulso por su falta de actitud y compromiso. El Camp Nou explotó y dijo basta, los gritos de dimisión se prodigaron en las puertas del palco, las gradas se volvieron a poblar de pañuelos. Soplan malos vientos.
EL CASTIGO DE LOS SOCIOS.
El Camp Nou registró la peor entrada de la temporada en la Liga. Menos de media entrada, menos de 40.000 espectadores, muchos socios decidieron castigar al equipo con su desprecio, con su ausencia. Más pancartas que nunca en las gradas, en dos líneas claramente diferenciadas, de gratitud hacia Rijkaard y de critica a Laporta. Tampoco faltaron las dedicadas a los jugadores: Eto’o y Deco se llevaron la palma y, por si fuera poco, cada vez que tocaban el balón, la pitada era ensordecedora. Podríamos decir que el estadio dictó sentencia, no quiere a jugadores que se borran cuando a ellos les conviene. Con Rijkaard sucedió una situación bien extraña, los socios le aplaudían cuando salía al borde del campo para dar órdenes y abroncaba a su equipo por el mal juego. Es una gran persona pero en los dos últimos años ha sido un mal entrenador.
UNA SITUACION MUY COMPLICADA.
Lo que viene ahora será difícil y complicado. El presidente Laporta ha perdido el respeto de la afición y tiene un rechazo notable. Hay una moción de censura abierta que movilizará a la oposición. La directiva comienza a mostrar fisuras por la forma como se ha anunciado el cese del entrenador. La confianza en Begiristain está bajo mínimos para dirigir el cambio que necesita la plantilla. El vicepresidente deportivo, Marc Ingla, se encuentra atrapado en un cargo en el que no se siente seguro a la hora de vender jugadores y atar refuerzos. A Guardiola le dejan una patata envenenada, aunque de su entusiasmo y capacidad de trabajo se puede esperar mucho. En definitiva, el diagnóstico es claro, un equipo muerto y enterrado, un entrenador despedido y un presidente acosado.
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