El Barça tortura a Rijkaard
El Barça tortura a Rijkaard con una despedida de pena ante el Mallorca (2-3)
Ya ha acabado la Liga en el Camp Nou de pena. De forma indigna, patética e inmisericorde para despedir al entrenador de los últimos cinco años. Ni siquiera en un momento que debía ser emotivo, en un día en el que los jugadores debían devolver algo de lo mucho que les ha dado Frank Rijkaard, han sido capaces de corresponder a alguien que tanto les ha mimado y protegido. Una vergonzosa derrota, una más de la colección, ha clausurado la etapa del técnico holandés, que ha sufrido la amargura de tener que marcharse cabizbajo, entre una pitada monumental y con pañuelos en la grada.Un gol en el tiempo añadido de Güiza, que consolida su Pichichi, ha firmado el acta de defunción. El Barça ganaba 2-0 y ha perdido 2-3. Ni en los mejores tiempos habría podido digerirse una derrota así. Sobre todo, tratándose del Mallorca. Rijkaard nunca había perdido frente a los bermellones. Con él se habían ganado los nueve encuentros anteriores disputados desde que llegó en el 2003. En 25 minutos, el cuadro de Manzano ha remontado el marcador, ha mancillado el adiós del técnico y ha humillado a todo el barcelonismo.El equipo nunca se ha sentido en casa pese a que se despidiera del Camp Nou. El estadio ha sido un escenario hostil con varios jugadores, especialmente Deco y Etoo, que han sido pitados con saña por borrarse del clásico, y solamente cariñoso con Rijkaard cada vez que se asomaba desde el banquillo. A ese escenario adverso no ha sabido sobreponerse el Barça, que tampoco tenía nada en juego. Ni el honor, que se quedó en el Bernabéu el miércoles. Se ha comrpobado luego, 90 minutos después.
DEMASIADAS AUSENCIAS
Los aires de despedida se han notado en la alineación. Rijkaard ha hecho comparecer a Pinto para que la gente le viera de cerca la cara, ya que solo había jugado en Riazor, y ha situado a Edmilson de mediocentro, aunque esta decisión venía condicionada por la ausencia de Xavi, Iniesta, Márquez y Gudjohnsen. Solo aguantaba en pie Deco, que no ha dado una a derechas y ha sido sustituido en el descanso, y el maltrecho Touré, uno de los pocos que ha estado a la altura de la camiseta. Rijkaard ha dado entrada incluso a Oleguer, que no jugaba desde febrero.En medio de ese clima tan enrarecido, el Mallorca se ha comportado como un buen invitado, educado --salvo un par de tarascadas a Messi-- y respetuoso ante las miserias domésticas de los culés. Ha sido amable e inofensivo hasta que Manzano ha visto que se le escaparía la UEFA y ha metido a Ibagaza en el campo. El efecto ha sido inmediato. Perdía entonces por 2-0, y en tres minutos ha igualado la contienda, como si la presencia del jugador argentino fuera una estimulante indispensable en el once bermellón. Que lo es.
EQUIPO EXTRAVIADO
Igual que Messi en el Barça. Pero entonces ya no estaba en el campo y los azulgranas se han extraviado sin ver a la única estrella que les quedaba, la única que brilla. La marcha de Messi, un homenaje que Rijkaard le ha tributado para que se llevara una ración de aplausos entre tanto pito y abucheo, ha descompensado al Barça. El gesto ha sido bonito; las consecuencias, decepcionantes. Y en eso ha sido responsable Rijkaard. Había cuatro delanteros en el campo --había entrado Bojan por Deco-- y faltaban centrocampistas. Un despelote de equipo, partido por la mitad, con Edmilson y Touré sin escuderos que les ayudaran. Un rato era Etoo, que luchaba contra el rechazo de la grada, otro rato era Bojan y al final no había nadie que retrocediera.Muy fácil le ha resultado al Mallorca echarse hacia adelante y reparar con una remontada las 9 derrotas que había encajado con Rijkaard. Tampoco ellos le verán más.
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