"Es la ley de Murphy"
• Rijkaard, el único que fue aplaudido, dice que "cuando una cosa va mal, todo va mal"
• "El sufrimiento se hace casi insoportable"
• "El sufrimiento se hace casi insoportable"
Después de un cuarto de hora histórico (no se recuerda algo así en las dos últimas décadas del barcelonismo), Frank Rijkaard decidió levantarse del banquillo. Seguro que tenía algo que decirle a Edmilson. Algo importante. Pero no había nada más valioso que calmar un Camp Nou encendido, donde cada balón que tocaban algunos jugadores (Deco y Etoo, sobre todo) era una tormenta de pitos y el pañuelo de la ira inundaba al palco. Y cuando Frank se levantó, el estadio olvidó todo. De inesperado que fue resultó hermoso. Breve y ciertamente fugaz --apenas unos segundos estuvo Rijkaard lejos de su asiento--, pero inolvidable, como la despedida que escuchó."Es la ley de Murphy, cuando algo va mal, todo va mal.
El sufrimiento es casi, casi insoportable.
Es duro, duro, duro...", dijo el técnico, que aseguró que echará "de menos" a los periodistas. "Me siento triste, muy triste. Es la ley de Murphy", afirmó Rijkaard, quien recurrió en tres ocasiones a esa ley nombrada por Edward A. Murphy Jr., un ingeniero de desarrollo, que trabajó en experimentos con cohetes sobre rieles hechos por la Fuerza Aérea de los EEUU en 1949.
Hasta el final, el técnico se marchó con elegancia. Cuatro veces se levantó Rijkaard durante el partido (una en la primera, tres en la segunda) y en todas se produjo la misma reacción. Eran pocos aficionados. Menos que nunca. Pero guiados, de forma invisible, por un mando único, que interpretó con perfección una obra compleja: pañuelos para Laporta, pitos para las estrellas que dimitieron en la derrota y aplausos para la única persona que no ha cambiado.
Como en casa
Si lo de anoche era un adiós, que lo era, fue un retrato del barcelonismo, a quien Rijkaard dedicó una carta abierta antes del partido. "Durante cinco años me he sentido como en mi casa, aunque sabía que no lo era. Espero que el próximo que venga a esta gran casa pueda pasarlo muy bien, con la ayuda de un Barça unido". Ese llamamiento no caló entre la gente. Sí en la sala de la prensa, donde un periodista mexicano elogió su corrección. Y Rijkaard pasó de la tristeza al humor: "¡Viva México, Visca Catalunya". Después, se levantó, sonrió y aplaudió.
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