Tregua de Champions
Tregua de Champions
La afición sabe que el Barça se juega mucho mañana y no le fallará al equipo
La pañolada fue un mensaje a Laporta para que tome decisiones y haga cambios
La pañolada fue un mensaje a Laporta para que tome decisiones y haga cambios
El Barça se juega mucho, demasiado, mañana, ante el Schalke. La afición barcelonista lo sabe mejor que nadie. No va a fallar. El Camp Nou estará lleno a reventar, los seguidores apoyarán a muerte a un equipo que hace del camino a Moscú la ruta de su salvación. Por unos días, la crítica del domingo por la noche al término del partido ante el Getafe, quedará en la nevera. Los pañuelos volverán al bolsillo y los únicos gritos que se van a escuchar serán los de ánimo para el Barça y de presión para el Schalke. La tregua de la Champions será firme, real. El Barça está por encima de las personas y la afición lo tiene muy claro. No hacía falta que ayer les cerraran las puertas y no les dejaran entrar a ver el entrenamiento. Fue un castigo innecesario.
La pañolada fue una actitud crítica de la afición pidiendo cambios. Los gritos de dimisión, una llamada a que se tomara alguna decisión antes de que el moribundo pasara a mejor vida, deportivamente hablando. No se pedía tanto la cabeza de Joan Laporta como que hiciera algo, que tomara alguna decisión antes de que el Barça naufragara. Los barcelonistas ven cómo se están repitiendo los mismos males del año pasado, uno a uno. Están hartos de la situación en que vive el equipo. Y, desde luego, no se creen lo de la teoría de la conspiración que vendió el presidente en la Trobada Mundial de Penyes.
El propio equipo hizo ayer autocrítica. Frank Rijkaard habló largo y tendido con Thierry Henry. Gabi Milito se hizo partícipe en rueda de prensa de las quejas de los seguidores. Dijo, más o menos lo mismo que reconocieron Andrés Iniesta y Xavi Hernández tras el empate ante el 'Geta', que compartían las quejas de la afición y su enfado. En una línea muy diferente a Samuel Eto'o que pidió unidad, cuando en su día fue el primero en resquebrajarla. Afirmó que tampoco entendía la pañolada de la afición.
La Champions es otra cosa
Los jugadores, mejor que nadie, saben lo que se juegan mañana. La recuperación de la autoestima que pidió Txiki Begiristain puede ser una solución. Este equipo tiene orgullo y calidad, valores capaces de superar otras serias carencias en eliminatorias a doble partido. Ya lo demostraron en el Arena AufSchalke, donde, con altibajos, lograron una victoria importante. Ese gol de Bojan, otro más, permite a todo el barcelonismo soñar con la final de Moscú, con plantarle cara en 'semis' al Manchester United y superar a Cristiano Ronaldo y compañía. El 'ManU' es asequible si el Barça juega como puede y debe. Si se recuperan hombres importantes como Messi, Márquez y Deco, el Barça no es inferior a nadie.
El técnico Frank Rijkaard debería colaborar y adecuar su esquema y táctica a lo que está en juego. Nadie puede olvidar que el año de la Champions, frente a Chelsea y Milan, se renunció en parte a esa filosofía de juego, a 'ese estilo propio' del que presume el presidente Joan Laporta. El éxito fue rotundo, se logró el trofeo. Estos partidos de Champions son auténticas batallas en que se lucha a muerte por cada posesión de balón, por cada palmo de terreno. La calidad es importante, pero también otras cosas que no entran en el rígido 4-3-3 que ha quedado superado en muchas ocasiones.No se puede mantener un esquema con extremos si estos son Eto'o y Henry. No se puede sacrificar a Samuel lejos del área pequeña. No se puede alinear a un centro del campo liviano de peso, aunque grande de técnica. No basta. Se ha confirmado en la Liga donde después de caer en el Manzanares ante el Atlético sólo se ha ganado al Valladolild. Se perdió ante el Villarreal y Betis, se empató frente a Almería y Getafe. Siempre fieles al estilo, eso sí.
Dispararse al pie
Aunque el presidente no debe equivocarse. El enemigo no son los propios aficionados blaugrana (¿qué tiene en contra de los peñistas?) ni los medios de comunicación de casa. Querer tapar con esas críticas los verdaderos males de la entidad es un terrible error.El presidente habla de intercambio de disparos entre integrantes de la familia barcelonista y, de momento, los únicos tiros se los ha tirado él mismo al propio pie.
Los dos años de la vuelta al desierto, las dos temporadas sin conocer un sólo título hasta el momento, son preocupantes. Tanto o más que la reiteración de los problemas futbolísticos y extradeportivos que no se han sabido atajar a tiempo, que no se han querido depurar. En ese capítulo, el técnico Frank Rijkaard también tiene su parte importante de protagonismo negativo. Su excelente capacidad de liderazgo, su 'coleguismo', han pasado a mejor vida y cuando más necesaria era la figura del entrenador, menos se ha visto. Su excesiva mano izquierda con los jugadores ha propiciado el 'hara kiri' deportivo del equipo. La ausencia de intensidad en el trabajo, de imponer un código interno fantasma, ha precipitado al grupo por el terraplén de la ausencia de resultados, de la autocomplacencia. La Junta y el director técnico han sido cómplices necesarios del desastre.
El 'todos juntos podemos' puede ser la única arma que le queda a este Barça para salir adelante en una Champions que es más importante que nunca. La tregua de Champions debe ser el paraguas bajo el que cobijarse. El Barça debe recuperar en Europa algo del prestigio perdido por este equipo que entusiasmó en sus primeros años en todo el mundo y, especialmente, en España
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