Intolerable
Intolerable
"¿Dónde está Messi?" coreaba la hinchada del Getafe al ritmo de Guantanamera al final del partido. El argentino había sido sustituido al igual que Ronaldinho y tampoco había mejores noticias de Henry en la cancha. La pulga era la gran esperanza de la temporada azulgrana y con el paso de los partidos ha acabado montado también en el columpio barcelonista. Más que un equipo de fútbol, el Barcelona parece una troupe de circo que forma con el hombre bala, la mujer barbuda y el bombero torero. La delantera fantástica ha sido incapaz de marcar en sus visitas a Santander, Pamplona, Vila-real y al Coliseo Alfonso Pérez, sólo pudo empatar a uno en Valladolid y goleó al Levante en Valencia.
Van pasando los jugadores y el rendimiento del Barça empeora a ritmo galopante. Los buenos acaban por ser devorados por los malos. Así que Milito, Abidal y Touré parecieron ayer la misma cosa que Zambrotta, Thuram o Ronaldinho. Los zagueros cierran mal y peor atacan los delanteros. No hay un partido diferente sino que todos son igual de miserables. Acomodado en el Camp Nou, a la que el equipo sale fuera se pierde siempre de la misma manera: distraído, empieza por conceder un gol por no defender las jugadas de estrategia, el entrenador se corrige al descanso sobre la alineación y después ya no encuentra remedio en los cambios para variar el partido.
No hay picos en los encuentros sino que se gana, se pierde y se empata siempre con la misma rutina que el año pasado. Falto de épica y de la agresividad de futbolistas como Deco y Eto'o, el Barcelona no tiene remonte ni fe colectiva, ni siquiera espíritu competitivo, sino que es víctima de la impotencia, de la desidia y también de la grandilocuencia y, a veces, de la tontería que rodea a la institución. El escarnio de ayer fue tan tremendo que demanda la intervención del secretario técnico después del mea culpa del entrenador. Rijkaard era seguramente el mejor técnico para la nómina de futbolistas del Barça y para el discurso de Laporta. Apuntar al técnico supone por tanto cuestionar un proyecto que insistió en más de lo mismo cuando fichó a Henry en el momento en que se cuestionaba la continuidad de Ronaldinho.
La incógnita está en saber hasta qué punto los vicios del Barça pueden corregirse para evitar la decadencia o se impone un cambio de vida. Al club le toca afrontar la crisis sin eufemismos como el anuncio de un código interno. Hay que tomar decisiones.
"¿Dónde está Messi?" coreaba la hinchada del Getafe al ritmo de Guantanamera al final del partido. El argentino había sido sustituido al igual que Ronaldinho y tampoco había mejores noticias de Henry en la cancha. La pulga era la gran esperanza de la temporada azulgrana y con el paso de los partidos ha acabado montado también en el columpio barcelonista. Más que un equipo de fútbol, el Barcelona parece una troupe de circo que forma con el hombre bala, la mujer barbuda y el bombero torero. La delantera fantástica ha sido incapaz de marcar en sus visitas a Santander, Pamplona, Vila-real y al Coliseo Alfonso Pérez, sólo pudo empatar a uno en Valladolid y goleó al Levante en Valencia.
Van pasando los jugadores y el rendimiento del Barça empeora a ritmo galopante. Los buenos acaban por ser devorados por los malos. Así que Milito, Abidal y Touré parecieron ayer la misma cosa que Zambrotta, Thuram o Ronaldinho. Los zagueros cierran mal y peor atacan los delanteros. No hay un partido diferente sino que todos son igual de miserables. Acomodado en el Camp Nou, a la que el equipo sale fuera se pierde siempre de la misma manera: distraído, empieza por conceder un gol por no defender las jugadas de estrategia, el entrenador se corrige al descanso sobre la alineación y después ya no encuentra remedio en los cambios para variar el partido.
No hay picos en los encuentros sino que se gana, se pierde y se empata siempre con la misma rutina que el año pasado. Falto de épica y de la agresividad de futbolistas como Deco y Eto'o, el Barcelona no tiene remonte ni fe colectiva, ni siquiera espíritu competitivo, sino que es víctima de la impotencia, de la desidia y también de la grandilocuencia y, a veces, de la tontería que rodea a la institución. El escarnio de ayer fue tan tremendo que demanda la intervención del secretario técnico después del mea culpa del entrenador. Rijkaard era seguramente el mejor técnico para la nómina de futbolistas del Barça y para el discurso de Laporta. Apuntar al técnico supone por tanto cuestionar un proyecto que insistió en más de lo mismo cuando fichó a Henry en el momento en que se cuestionaba la continuidad de Ronaldinho.
La incógnita está en saber hasta qué punto los vicios del Barça pueden corregirse para evitar la decadencia o se impone un cambio de vida. Al club le toca afrontar la crisis sin eufemismos como el anuncio de un código interno. Hay que tomar decisiones.
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