Penya Barcelonista de Lisboa

dijous, de maig 17, 2007

Un año en Babia

















Un año en Babia

A partes iguales, el barcelonismo es presa de la melancolía y del cabreo, atrapado por el recuerdo de la Copa de Europa alcanzada hoy justo hace un año en París después de ganar la Liga en Vigo y aturdido por la caída copera de la semana pasada en Getafe, rematada con la pérdida del liderato ante el Betis, resultado que le deja cautivo del Madrid.
No es fácil asumir una situación tan opuesta por más extremista que sea el club y efímeros resulten los asuntos del fútbol. Así las cosas, el Barça es víctima de la cultura de la inmediatez y del vértigo. Al éxito instantáneo ha seguido una caída fulminante.
Aún se recuerda cómo Laporta celebró su decisión de mantener a Rijkaard y fichar a Davids nada más llegar en 2003: "Que n'aprenguin! (¡que aprendan!)". Todo le había salido tan bien que nadie de la junta pensaba que un día las cosas podían ir mal. Laporta ganó las elecciones con una mayoría absoluta sorprendente, Ronaldinho se convirtió en el mejor del mundo con una facilidad sobrecogedora, Eto'o alcanzó el pichichi con una determinación insólita, al entrenador se le canonizó como armonizador de emociones y el equipo fue campeón con una desacostumbrada celeridad.
No es fácil asimilar el éxito cuando se abraza de manera tan rápida. Los trofeos se pierden de manera veloz e incomprensible por la misma regla por la que antes se ganaban sin mediar más explicación que la adulación a los jugadores. Una vez llegados a la meta sin mayor esfuerzo, se impone il dolce far niente, hasta el punto de perder la carta de naturaleza y pasar a defender el estatus conseguido de manera displicente. Tanto los directivos como los futbolistas compartían la necesidad de atacar para ganar. Incontenibles como delanteros, se han revelado como defensas vulnerables. Han gestionado mal la fortuna que tan bien se habían ganado desde la miseria.
Al igual que Ronaldinho, Laporta funciona estupendamente como conquistador y tiene sus pegas como administrador. Uno y otro se inspiran en los mejores delanteros para su obra de gobierno. Al presidente le anima Cruyff y el jugador se ha remitido a Rivelino.
La directiva y el equipo, consecuentemente, se han quedado parados durante la temporada porque no han tenido mayor ambición que mantener su condición de amos del fútbol sin mediar esfuerzo porque no lo necesitaron.
Las elecciones cambiaron el paso a Laporta mientras que los trofeos embobaron a Ronaldinho, de manera que la entidad ha practicado la contención y el plantel se ha quedado sin juego, recluido en el gimnasio, sin ganas de competir.
Armado para atacar, cuando un equipo ofensivo no encuentra la portería contraria no se acostumbra a defender la propia. Jugaba el Barça en cancha ajena, en un campo corto y ancho, presionando al rival, simplificando las transiciones, golpeando a la mandíbula más que al hígado. Robo, conducción y remate eran tres acciones prácticamente simultáneas.
Un año después, la cancha se ha alargado, el equipo destensado y cualquier adversario que se despliega en un rombo resulta imposible para el Barça.
Animado por la falta de contrincantes, pues el Madrid nunca había sido tan ridiculizado, los azulgrana se abandonaron hasta quedar desnudos. La pérdida de la Supercopa europea y del Mundial, así como la eliminación de la Champions, no actuaron de alarma ni siquiera para evitar la entrega del liderato de la Liga.
Fallaron los distinto controles de seguridad, tanto los del vestuario, pues Ronaldinho nunca ejerció como capitán y Puyol convirtió la defensa del brazalete en una heroicidad, como los de la directiva, que se hizo el longuis en la mayoría de contenciosos y practicó una familiaridad mal entendida.
No se delimitaron responsabilidades y el director deportivo respondía al nombre de Txiki, el entrenador al de Frank y el presidente al de Jan, circunstancia que rebajó su autoridad cuando fue menester aplicarla.
A Eto'o, lesionado, le dio por denunciar tanto boato y compadreo cuando se le acusó de que se bañaba en cava de noche, no se entrenaba por la mañana y jugaba a las cartas por la tarde. El alegato del ariete fue una acusación directa a la permisividad consentida por el entrenador a Ronaldinho y su corte, expresada en que su jornada laboral no llegaba ni al 50% de lo exigible.
Nadie mejor que Ronaldinho simboliza el desgaste y decadencia del equipo y condiciona la velocidad del círculo virtuoso del club. A uno y otro les interesa mantener la alianza: a Ronnie para ingresar más dinero por los derechos de imagen que por la ficha y a la entidad para presumir de tener al mejor jugador del mundo y seguir recaudando dinero.
Ronaldinho representa al fin y al cabo el negocio, y Eto'o expresa el fútbol. A Rijkaard no le será fácil tomar partido a no ser que uno de los dos condicione su futuro a la continuidad del técnico. Los tres difícilmente seguirán juntos porque la afición va camino de aborrecer al equipo y ya no se conforma con la salida de futbolistas complementarios que ayuden a recuperar la solidaridad y el compromiso, y acaben con tantas historias golfas como se cuentan en el vestuario.
A la directiva le toca intervenir justamente cuando había delegado en los ejecutivos y se las prometía tan felices. Necesita apretar al equipo desde la profesionalidad más que desde la complicidad y en la misma medida que se aleja del vestuario le conviene acercarse a la grada, porque a veces ha dado la sensación de que le sobran los socios y prefiere los abonados y patrocinadores.
Aunque presume de los eslogans más solidarios del mundo, la deshumanización del club es creciente o, cuanto menos, resulta difícil sintonizar con el ideario de la junta tan rimbombante como falto de proximidad.
A cada trofeo extraviado, ha respondido con los que le quedaban por ganar, sin reparar en que dar las copas por ganadas es la mejor manera de empezar a perderlas. La directiva ha pasado de una crisis de crecimiento a otra de credibilidad después de no cerrar una de jerarquía en el vestuario.
A Laporta le vendría bien cambiar de discurso porque en caso contrario corre el riesgo de que se le acuse de negar al club desde la abundancia tras sacarlo de la ruina. A veces resulta que tener niños mal criados no es culpa de la escuela ni tampoco de los malos amigos sino de los padres, y sería una lástima que con el tiempo el presidente corriera la misma suerte que su ídolo e ideólogo Johan Cruyff, creador y destructor del dream team.