La contra de Johan Cruyff/Cuando las cosas van mal, hay que unir
La contra de Johan Cruyff
Cuando las cosas van mal, hay que unir
Cuando las cosas van mal, hay que unir
Ahora no es el momento de quejarse. Señalar a éste y aquél, exigir que a este equipo le giren como a un calcetín de cara a la próxima temporada, hacerlo hoy, por más cabreo que haya por cómo se cayó en la Copa y como se ha perdido el liderato, es ser ventajista. Los palos, los ataques, cuando vas ganando y ves que algo pinta mal. Querer quemarlo todo ahora no me vale. No me vale porque es demasiado fácil y no me vale porque aunque hoy la inmensa mayoría de los seguidores del Barça crean que es imposible ganar la Liga, han pasado tantas cosas hasta ahora que nadie puede saber cómo acabará esto. El título ya no depende de ti, pero de aquí a tirar la toalla va un abismo.
Los que ahora salen con la antorcha en la mano se equivocan. Cuando las cosas van mal hay que unir. Atacar es lícito, faltaría más. Denunciar lo que no se está haciendo bien es positivo aunque en ocasiones pueda parecer lo contrario, pero cuando las cosas van mal hay que unir, no dividir. Ataca, denuncia cuando las cosas van más o menos bien. Intuye las orejas del lobo y no pegues un grito de terror cuando el lobo se te echa encima.
Al arrancar la segunda vuelta de la Liga dije que el fútbol son ciclos. Y cada ciclo de 3 o 4 años. Difícilmente más. Que esta fecha de caducidad incluía también a las plantillas que rinden y obtienen premios. Por aquel entonces, el Barça estaba vivo en la Champions, era líder y el Madrid estaba a cinco puntos. Y lo apunté tras una victoria del Barça en casa (Racing, 2-0). ¡Menudo revuelo! "¡Johan dice que se ha acabado un ciclo!". No, lo que dije, mejor o peor expresado, es que este Barça había llegado a un punto en el que, tras cuatro años, tras construir un equipo de la nada, tocaba decidir hacia dónde quería ir. Que las decisiones se debían tomar con independencia de lo que se ganase este año, fuese poco, mucho o nada. Y recuerdo perfectamente que no apunté ni señalé a nadie. Es más, que me negaba a entrar al detalle de si la renovación había de ser grande o pequeña, ni a quién tenía que afectar, pero que sí tenía clara una cosa. Que veía el año que viene como un año de transición.
Y por transición, expliqué, entiendo esa época en la que entras tras una etapa de éxitos, donde lo que te has de asegurar no es el seguir siendo el mejor, sino el estar entre los mejores. De ser el número uno a desaparecer del mapa, dije, hay muchos puntos intermedios. Y uno de ellos, pasaba por retocar lo que hubiese que retocar con el objetivo no de ser el mejor siempre - eso es imposible-, sino de estar entre esos cinco o seis equipos que sabes que cuentan con argumentos - estilo, efectivos, talento y hambre- para optar al triunfo final. Luego se puede dar o no, pero seis meses de competición - de septiembre a enero- ya me daban pistas al respecto. Es cierto que no podía imaginar lo que está sucediendo hoy porque yo apuntaba al futuro inmediato, no al presente.
Un último minuto de gloria para el Madrid y un último minuto de drama para el Barcelona. Los mismos partidos, el mismo juego, todo igual sin este último minuto y hoy el panorama sería absolutamente al revés. Pero a estas alturas, cuando te juegas el campeonato, la suerte también tienes que buscarla. Y le llamo suerte aunque yo no crea en ella. Llegado este punto de la campaña, pienso que de aquí a final de temporada lo que necesita el equipo, el club, es apoyo incondicional. Las decisiones que se hayan de tomar de cara al futuro ya se tomarán y se anunciarán cuando este curso deportivo haya terminado.
Crucificar a éste y a ése ahora que todavía resta un título en juego es un absurdo. Los que ahora critican a Rijkaard son los mismos que aplaudieron cuando confirmó que iba a seguir en el club. ¿Se buscan culpables? Muy propio de aquí. Todos, unos más, otros menos, han cometido fallos. Jamás la culpa es de dos, tres o cuatro. Todo sería demasiado fácil y el fútbol dejaría de ser fútbol, y cuando hablo de culpables no me refiero sólo a los jugadores, de los que ya dije en su momento que eran inexpertos para manejar muchas situaciones nuevas para ellos. ¿O es que nos creemos que la ambición, ilusión y motivación es la misma de los otros años. Aquí, por más Ligas de Campeones y dos Ligas ganadas, todos están aprendiendo cada día. De los errores y de los aciertos. Ya sean las vacas sagradas o el último de la fila, general, teniente o soldado raso. Esta temporada, acabe como acabe, es otra lección para aprender de cara al futuro. Y no hace falta que todo arda para darse cuenta.
Un apunte acerca de la final del miércoles en Glasgow. Más allá de quien la gane o no - una final es casi un sorteo-, unos y otros han de disfrutarla al máximo. Para la gente del Sevilla - tres finales este año, cuatro con la Copa de la UEFA del año pasado- y sobre todo para la gente del Espanyol, éste es un momento para festejarlo y no parar hasta que acabe el partido. Y si luego la ganas, que siga la fiesta. Y si no, prohibido que nadie se queje. Un resultado no puede empañar toda una temporada con una trayectoria casi inmaculada. Y esto vale tanto para los unos como para los otros. ¿Un favorito? Desde la final de la Champions de hace dos años, 3-0 para el Milan en el descanso, título para el Liverpool en los penaltis, os aseguro que todo es posible en una final.
1 Comments:
Yo tampoco me arriesgo a dar mi pronóstico. El Sevilla es un gran equipo en un gran momento. Pero el Espanyol sabe hacer las cosas y si les das la oportunidad te pueden pintar la cara.
Saludos.
By Anònim, at 5:00 a. m.
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