SEMIFINALES DE COPA | 4-0 EN GETAFE
SEMIFINALES DE COPA 4-0 EN GETAFE
K.O. histórico del Barça
K.O. histórico del Barça
El fútbol, con toda su gloria y su miseria, vivió una noche memorable en el Coliseo Alfonso Pérez. El Getafe asombró al mundo y tumbó al poderoso Barça con un ejercicio ejemplar, plagado de optimismo y pasión.
Culminó una histórica remontada ante un rival penoso, que acudió con todas sus estrellas salvo Messi, pero que se dejó llevar y terminó cayendo a plomo. Fue de tal categoría el batacazo, que el Madrid ya se frota las manos pensando en futuras consecuencias en la Liga.
El que nunca piensa en el mañana es el equipo de Schuster, dominador siempre, incapaz de dar un pelotazo, con personalidad y un par de futbolistas por los que pronto se pelearán los poderosos. Por encima de ellos, Casquero, un mediocentro diferente, que iluminó a su equipo y puso la primera piedra de la remontada con un zurdazo pasada la media hora.
El gol debería haber llegado mucho antes, porque el arranque fue electrizante. A los tres minutos había rematado ya dos veces el pertinaz Güiza, que aprovechaba las virtudes de su corpachón y la amabilidad de Oleguer. Se movía el Getafe con ambición, con llegadas permanentes de los laterales y muchas ideas en la medular. Enfrente, la nada. Sólo algún chispazo de Iniesta en un grupo donde había once tipos vestidos de naranja que decían ser el Barcelona.
Tenía tanta furia el Getafe, que andaba incluso violento, persiguiendo todos los balones, barriendo en la zona de medios y con el corazón reventando bajo la camiseta. A la media hora, cuando el rival jugaba con la aplastante lógica del resultado de la ida, llegó el golazo de Casquero, justo premio para un equipo donde se también se gustaban el estiloso Contra y el 'jabalí' Paredes.
Se tambaleó el Barça tras el primer impacto y cinco minutos después dobló la ventaja Güiza. Era el noveno tiro a puerta en la primera parte, una suerte desconocida entonces para el Barcelona. La grada, que había soñado durante la semana con un horizonte similar, comenzaba a frotarse los ojos ante esa catarata ofensiva. Y no era nada más que el comienzo.
De nada sirvieron las palabras de Rijkaard en la caseta. Edmilson, una ruina en la medular, fue retrasado a la zaga como medida preventiva tras dos avisos muy serios de Güiza, un cabezazo a bocajarro que sacó Jorquera y una llegada aprovechando la indefinición de Sylvinho y Puyol.
Demasiados avisos. Era el momento del capitán. Vivar Dorado, un tipo al que nunca se le ha concedido la atención que su fútbol merece, se encargó de forzar una falta en las cercanías del área y de anticiparse con un cabezazo devastador en el primer palo. Bien entradas las diez de la noche, se abría el cielo de la gloria en Getafe.
Culminó una histórica remontada ante un rival penoso, que acudió con todas sus estrellas salvo Messi, pero que se dejó llevar y terminó cayendo a plomo. Fue de tal categoría el batacazo, que el Madrid ya se frota las manos pensando en futuras consecuencias en la Liga.
El que nunca piensa en el mañana es el equipo de Schuster, dominador siempre, incapaz de dar un pelotazo, con personalidad y un par de futbolistas por los que pronto se pelearán los poderosos. Por encima de ellos, Casquero, un mediocentro diferente, que iluminó a su equipo y puso la primera piedra de la remontada con un zurdazo pasada la media hora.
El gol debería haber llegado mucho antes, porque el arranque fue electrizante. A los tres minutos había rematado ya dos veces el pertinaz Güiza, que aprovechaba las virtudes de su corpachón y la amabilidad de Oleguer. Se movía el Getafe con ambición, con llegadas permanentes de los laterales y muchas ideas en la medular. Enfrente, la nada. Sólo algún chispazo de Iniesta en un grupo donde había once tipos vestidos de naranja que decían ser el Barcelona.
Tenía tanta furia el Getafe, que andaba incluso violento, persiguiendo todos los balones, barriendo en la zona de medios y con el corazón reventando bajo la camiseta. A la media hora, cuando el rival jugaba con la aplastante lógica del resultado de la ida, llegó el golazo de Casquero, justo premio para un equipo donde se también se gustaban el estiloso Contra y el 'jabalí' Paredes.
Se tambaleó el Barça tras el primer impacto y cinco minutos después dobló la ventaja Güiza. Era el noveno tiro a puerta en la primera parte, una suerte desconocida entonces para el Barcelona. La grada, que había soñado durante la semana con un horizonte similar, comenzaba a frotarse los ojos ante esa catarata ofensiva. Y no era nada más que el comienzo.
De nada sirvieron las palabras de Rijkaard en la caseta. Edmilson, una ruina en la medular, fue retrasado a la zaga como medida preventiva tras dos avisos muy serios de Güiza, un cabezazo a bocajarro que sacó Jorquera y una llegada aprovechando la indefinición de Sylvinho y Puyol.
Demasiados avisos. Era el momento del capitán. Vivar Dorado, un tipo al que nunca se le ha concedido la atención que su fútbol merece, se encargó de forzar una falta en las cercanías del área y de anticiparse con un cabezazo devastador en el primer palo. Bien entradas las diez de la noche, se abría el cielo de la gloria en Getafe.
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