Penya Barcelonista de Lisboa

divendres, d’abril 20, 2007

Apoteosis messiana

















Apoteosis messiana
· Como Maradona, Messi se viste de 'Dios' y cambia el curso de la historia del fútbol

· El balón besó las mallas y se acabó el mundo o empezó uno un poquito mejor, lleno de gente feliz, de gente admirada, de un cielo color de rosa. Leo ya estaba en otro planeta.
Sí, yo estuve". "Sí, yo lo vi en directo", "Sí, yo grite: Messi, Messi, Messi". "Sí, yo vi a Maradona de azulgrana 25 años después con otra cara, la de un chiquillo vergonzoso y escuchimirriado". Lo dirán a los hijos, a los nietos, en el lecho de muerte, durante toda la vida. Yo estuve allí.

El balón besó las mallas y se acabó el mundo o empezó uno un poquito mejor, lleno de gente feliz, de gente admirada, de un cielo color de rosa. En ese instante Gudjohnsen se echó las manos a la cabeza. Se quedó estático y extático. Deco corrió hacia el córner con las manos en el cogote a abrazar a su amigo. Las cámaras no sabían adónde ir. Leo ya estaba en otro planeta.Todo se había desbordado. Eusebio Sacristán en el banquillo musitaba como en una oración. José Antonio Tajamata Ibarz, utillero azulgrana que lleva mil años en el club, se quedó de pie y de piedra y con los ojos brillantitos al ver la octava maravilla del mundo. En la tribuna de periodistas, Roger Torelló, de Mundo Deportivo, no pudo evitar levantarse y hacer el signo de adoración a la divinidad argentina. En el banquillo visitante, el ayudante de Schuster movía las manos violentamente. "¿Cómo, cómo?". Tampoco se lo creía.

Detrás de él, Peñi, el utillero del Getafe, abría un bote de Lacasitos para endulzar más el momento. Ricard Torquemada, en Catalunya Ràdio, admitía haber hecho una reverencia ante el gol. El cuerpo de Schuster estaba en el campo, pero su mente, de repente -la suya y la de miles de personas- había volado atrás en el tiempo, a 1986, a México, al Mundial, a aquel chaval llamado Maradona, que compartió vestuario azulgrana con él. El mismo que ayer yacía en un hospital en Buenos Aires. El mismo que le dijo a Messi en ti encomiendo mi espíritu versión siglo XXI. Maradona se ha equivocado en muchas cosas en su vida, no en el nombre de su sucesor.

Era el minuto 28 del 18 de abril de 2007 después de Cristo y Lionel Andrés Messi, hijo de Jorge y de Celia, dejó caducadas todas las enciclopedias del fútbol con un gol que para muchos de los presentes anoche en el Estadi será el mejor que hayan visto en sus vidas. Mejor o igual que la cabalgada de Ronaldo contra el Compostela, que la chilena de Rivaldo, que el gol antológico de Cruyff a Reina, o el de Ronaldinho a Casillas, que la marcianada de Maradona. Al descanso, en el córner más lejano a la boca de los vestuarios Zambrotta abrazó a un jugador que se quería fundir y que casi prefería no levantar la cabeza, más tímido que nunca ante 53.500 privilegiados que se desgañitaban con su nombre.Ya no importaba ni la Copa, ni la Liga ni nada. Sólo esa fracción de existencia que unirá a tanta gente durante años.
Un gol para recordar toda la vida, con la grada blanca blanquísima de revistas simulando pañuelos, provocando luego un silencio monástico, reverencial, de aturdimiento ante un instante cumbre del fútbol.¡Maradona, Maradona!, gritaba mentalmente el Camp Nou. Messi, Messi, repetía, difuminando todo. Eclipsando los paradones de Jorquera, el partido maravilloso de Xavi y su gol increíble al más puro estilo Romário en el núcleo del área pequeña, dejando en nada la ausencia de Ronaldinho. Messi se eclipsó a sí mismo.
A su actuación salvaje contra el Madrid con tres goles, a su segundo gol de anoche, bellísimo pero casi vulgar comparado con el primero. Disimulando incluso la creciente pujanza del Getafe y luego los goles de dos hombres necesitados de cariño como Gudjohnsen y Eto'o. Messi fue cambiado, ovacionado y se escondió de inmediato, sin querer disfrutar del momento, escapando de algo.
Pero ya está atrapado. Marcado a fuego para la historia Leo creó anoche algo que orbitará para la eternidad en la mente de millones de personas.