Lluís Mascaró por Lluís Mascaró
Quiero ser como Messi
Lluís Mascaró . Diari Sport
En el 2002 tuvo un gran éxito una película inglesa de bajo coste titulada ‘Quiero ser como Beckham’. En el film, la directora Gurinder Chadha narra la historia de Jasminder, una chica que vive con su familia en el barrio hindú de Londres. Sus padres la educan para que sea una perfecta esposa india, pero ella sólo tiene tiempo para jugar al fútbol y besar los pósters de su ídolo, David Beckham. Un día, su amiga Jules –interpretada por la bella pero entonces aún semidesconocida Keira Knightley– la ve en acción y la invita a unirse al equipo local femenino.
A partir de ese momento, la vida de Jasminder se transforma radicalmente. Para lo bueno y para lo malo.Hace cinco años, Beckham era el icono mediático del fútbol mundial. Todavía jugaba en el Manchester United y Ronaldinho sólo era un brasileño más en la Liga francesa.
Pero en este tiempo, el orden jerárquico ha cambiado y el inglés se ha convertido en un veterano que piensa más en ser actor en Hollywood que en triunfar en un campo. El brasileño le ha usurpado el número uno del ranking incluso en ingresos publicitarios. Ahora ya nadie quiere ser como Beckham. Ni siquiera las adolescentes de película. Todos queremos ser como Ronaldinho... o como Messi.
Porque desde el miércoles por la noche, este chaval de sólo 19 años ha puesto en serio peligro el reinado del crack con su gol a lo Maradona. Cuando Josep Maria Minguella trajo a Messi al Barça no podía ni imaginarse que ese niño bajito y tímido marcaría algún día el mejor tanto de la historia en el Camp Nou.
El ex intermediario pagó de su bolsillo los gastos de la estancia de Leo y su padre en la Ciudad Condal hasta que un día Rexach fue a ver un partido y alucinó tanto que le hizo firmar un contrato en lo primero que encontró: una servilleta de papel de un bar.
Hoy, Messi es el símbolo de la multinacional Adidas, la gran esperanza de la selección argentina para ganar el próximo Mundial y el futbolista con más futuro de la plantilla blaugrana. Pero, afortunadamente, mantiene la ingenuidad y la modestia de lo que es: un crío.
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