EL DURO OFICIO DE PORTERO
El portero Cech, del Chelsea
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EL DURO OFICIO DE PORTERO Andoni Zubizarreta. Bueno, pues ahora les ha dado por proteger a los porteros de los lances del juego, de los choques, de las entradas a destiempo, de todas esas acciones en las que el delantero choca, o mejor dicho, se deja chocar por el portero, a ver si el árbitro pica y pita penalti. Claro que, para llegar a esta conclusión, tiene que haber un portero operado de una fractura craneal y haberse vivido momentos de un dramatismo extremo.Si no saben de donde viene el tema, les recuerdo a Petr Cech, el portero del Chelsea, deslizándose por el suelo, anticipándose a la acción de un delantero del Reading, limpio, elegante, sencillo. ¡Qué bueno es el checo! Y por ahí, de pronto, cuando él creía que la acción estaba resuelta, surge la rodilla del delantero rival para impactar con su cabeza. Terrible imagen, de esas que justifican para siempre que las madres no quieran que sus hijos sean porteros.De todas formas, no se me inquieten mucho, que esto se olvida rápidamente y verán como si mañana en el clásico del Bernabéu hay una jugada apurada en la que jugador y el cancerbero llegan apurados al balón, oiremos la cantinela de: "el delantero toca la pelota y es el portero el que choca con él derribándole: penalti claro". Conclusión: todo depende de la parte del cuerpo con la que el portero derribe al delantero. Si es con el cuerpo, los brazos o las piernas, penalti. Ahora bien, si se le ocurre derribar a su rival con la cabeza, ¡hasta aquí podríamos llegar, que peligra la vida del artista! "Cejazo' en el Insular" Todavía recuerdo un partido de Copa en el viejo estadio Insular de Las Palmas, el mismo en el que gané mi primera Liga con el Athletic (tan lejos, tan cerca), en el que a falta de unos 10 minutos para el final del partido y en una jugada como las que les relataba antes, mi ceja izquierda tuvo a bien zancadillear a un jugador canario, con la sangrante consecuencia de provocar un penalti y una brecha de unos dos centímetros. En mi ceja. Sangre abundante y Busquets calentando en la banda, preparándose para intentar parar el penalti, hasta que Carlos Naval se da cuenta de que hemos completado todos los cambios. Y ahí me ven, como un vulgar imitador de Rocky, tocado y con un ojo a la virulé, sobre la línea de gol y esperando al lanzamiento de la pena máxima. No, ni por esas lo pude parar. Vamos, que ya hubiera tenido guasa que si con los dos ojos bien abiertos no era la mejor de mis cualidades, con uno solo me hubiera convertido en un parapenaltis.¿Se imaginan la cantidad de supersticiones complicadas de las que libré? ¿Cómo hubiera explicado que a partir de ese sublime momento esperaba el lanzamiento del penalti guiñándole un ojo al lanzador? Habría quien hasta le hubiera encontrado significados ocultos, alguno de ellos muy peculiares.Nada, que el incidente de la Premier League quedará en un susto, en una acción brusca del juego, en una circunstancia anómala del noble arte del balompié. Por tanto, alegrémonos de que el bueno de Cech se está recuperando con normalidad, de que la épica de los porteros tiene un nuevo capítulo y recemos para que ninguna otra ceja criminal se cruce en el camino de alguna pobre puntera indefensa. |
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