La verdad de Guardiola es la afirmación del Madrid y la negación de Mourinho
La verdad de Guardiola es la afirmación del Madrid y la negación de Mourinho
Guardiola siempre guardó un respeto institucional hacia el club blanco, pero le preocupa la manera de administrar el poder de Florentino Pérez
RAMON BESA - Madrid - 27/04/2011
Guardiola siempre guardó un respeto institucional hacia el Madrid. Mantiene todavía una buena relación con Raúl, recuerda a la Quinta del Buitre como una generación futbolística revolucionaria, intercambia mensajes con Fernando Hierro y es de la cuerda de Valdano. Desde su condición de barcelonista, le tiene desde siempre por un equipo muy competitivo y un club poderoso. Le preocupa, en cambio, la manera como Florentino Pérez administra y aplica el poder, y a sus oídos ha llegado también que el presidente del Madrid recibió su llegada al banquillo del Camp Nou con una frase despectiva tal que "Guardiola es el López Caro del Barça".
No hay pruebas, como de tantas otras afirmaciones que circulan por el mundo periodístico a gusto del consumidor, en función del bando en el que se milite, ya sea en la central lechera, como se denomina a la prensa afín a Florentino, o en la culé. No para el ventilador de la propaganda ni el de la contrapropaganda. El presidente del Madrid ha congelado el organigrama y también el tejido social del club del señorío que tanto reverenciaba el entrenador del Barça. Florentino se ha vencido a Mourinho y la suma de ambos ha provocado que reventara Guardiola, desquiciado al igual que en su día Rijkaard, después de que Mourinho le acusara de conspirar en la caseta del árbitro.
Hay quien sostiene desde el propio Camp Nou que Mourinho ha conseguido sacar "lo peor de Guardiola", su perfil más desconocido y agresivo, no el reivindicativo, que siempre lo tuvo, tanto en las causas personales como de club. Una de las personas más próximas al técnico azulgrana aseguró ayer: "Pep ha reaccionado así porque cree que el equipo le necesita". La cuestión sería liberar a los jugadores, ponerles a salvo de cualquier duda, mientras el propio Guardiola se bate con Mourinho. Hombre de juzgados y comunicados, a Rosell le tocaría pues el papel de neutralizar a Florentino, que a ojos de algunos barcelonistas parece menos enemigo que Laporta.
A Guardiola y al Barça les convenía recuperar la iniciativa, o al menos el protagonismo positivo, después que Mourinho hubiera visualizado mejor la serie de clásico. A diferencia del Barcelona, que ha distinguido tres torneos diferentes de una larga temporada y de un proyecto a largo plazo, el técnico portugués ha afrontado el choque como un pack en el que tenía una posibilidad única de destruir en quince días la obra de Guardiola. No es casualidad que la trama haya ido "in crescendo", siempre desde la espiral de Mourinho, empeñado en manchar todos los títulos del Barça, dispuesto a demostrar que todo su fútbol es artificial, puro teatro, un invento de la prensa.
El discurso de negación del fútbol barcelonista ha funcionado mucho mejor que el de afirmación porque la maquinaria madridista ha actuado con más determinación que la azulgrana. La duda está en saber si la personalidad de Guardiola, personaje de club por excelencia, absorbente y capaz de asumir distintos papeles, ha provocado una cierta parálisis institucional o la directiva todavía no ha encontrado su sitio en el club, más allá de la de controlar el gasto, siempre a la expectativa del discurso de Guardiola, incapaces los distintos miembros del consejo de responder al pilón destructor de Mourinho.
Mou se defiende a partir de medias verdades y procura convencer al espectador de que el Barça no juega al fútbol sino que hace teatro y que no hay más guionista que Guardiola. Llegados a tal punto, no está en juego un título sino la cabeza de Mou o de Pep, sobre todo porque la política de los dos clubes descansa en sus técnicos. A Mourinho, sin embargo, le protege el poder mientras que al equipo de Guardiola se lo lleva la corriente, expuesto al marcador. El desgaste del técnico azulgrana es imparable porque se siente solo mientras que el del Madrid congrega a la entidad. A Mou solo le preocupa desenmascarar a Pep, batirse en el cuerpo a cuerpo, "desenmascarar" al Barcelona.
No es extraño por tanto que el Madrid se sienta más fuerte en el cuerpo a cuerpo, en los torneos de eliminación, que en la Liga, un torneo que domina el Barça por su capacidad para relacionarse con el Sporting o Osasuna, despreciados por Mou, siempre más a gusto con quien le disputa la jerarquía que los puntos. A Mourinho le obsesiona desenmascarar al Barça mientras que Guardiola pretende ganarse a la gente del fútbol, y de ahí su arrebato colérico, su discurso contra Mourinho, porque en el fondo cree que está defendiendo a su equipo, al fútbol, a Valdano, a la Quinta del Buitre, al Madrid que perdió la Liga en Tenerife sin decir ni pio para gloria del Barça.
Guardiola siempre guardó un respeto institucional hacia el club blanco, pero le preocupa la manera de administrar el poder de Florentino Pérez
RAMON BESA - Madrid - 27/04/2011
Guardiola siempre guardó un respeto institucional hacia el Madrid. Mantiene todavía una buena relación con Raúl, recuerda a la Quinta del Buitre como una generación futbolística revolucionaria, intercambia mensajes con Fernando Hierro y es de la cuerda de Valdano. Desde su condición de barcelonista, le tiene desde siempre por un equipo muy competitivo y un club poderoso. Le preocupa, en cambio, la manera como Florentino Pérez administra y aplica el poder, y a sus oídos ha llegado también que el presidente del Madrid recibió su llegada al banquillo del Camp Nou con una frase despectiva tal que "Guardiola es el López Caro del Barça".
No hay pruebas, como de tantas otras afirmaciones que circulan por el mundo periodístico a gusto del consumidor, en función del bando en el que se milite, ya sea en la central lechera, como se denomina a la prensa afín a Florentino, o en la culé. No para el ventilador de la propaganda ni el de la contrapropaganda. El presidente del Madrid ha congelado el organigrama y también el tejido social del club del señorío que tanto reverenciaba el entrenador del Barça. Florentino se ha vencido a Mourinho y la suma de ambos ha provocado que reventara Guardiola, desquiciado al igual que en su día Rijkaard, después de que Mourinho le acusara de conspirar en la caseta del árbitro.
Hay quien sostiene desde el propio Camp Nou que Mourinho ha conseguido sacar "lo peor de Guardiola", su perfil más desconocido y agresivo, no el reivindicativo, que siempre lo tuvo, tanto en las causas personales como de club. Una de las personas más próximas al técnico azulgrana aseguró ayer: "Pep ha reaccionado así porque cree que el equipo le necesita". La cuestión sería liberar a los jugadores, ponerles a salvo de cualquier duda, mientras el propio Guardiola se bate con Mourinho. Hombre de juzgados y comunicados, a Rosell le tocaría pues el papel de neutralizar a Florentino, que a ojos de algunos barcelonistas parece menos enemigo que Laporta.
A Guardiola y al Barça les convenía recuperar la iniciativa, o al menos el protagonismo positivo, después que Mourinho hubiera visualizado mejor la serie de clásico. A diferencia del Barcelona, que ha distinguido tres torneos diferentes de una larga temporada y de un proyecto a largo plazo, el técnico portugués ha afrontado el choque como un pack en el que tenía una posibilidad única de destruir en quince días la obra de Guardiola. No es casualidad que la trama haya ido "in crescendo", siempre desde la espiral de Mourinho, empeñado en manchar todos los títulos del Barça, dispuesto a demostrar que todo su fútbol es artificial, puro teatro, un invento de la prensa.
El discurso de negación del fútbol barcelonista ha funcionado mucho mejor que el de afirmación porque la maquinaria madridista ha actuado con más determinación que la azulgrana. La duda está en saber si la personalidad de Guardiola, personaje de club por excelencia, absorbente y capaz de asumir distintos papeles, ha provocado una cierta parálisis institucional o la directiva todavía no ha encontrado su sitio en el club, más allá de la de controlar el gasto, siempre a la expectativa del discurso de Guardiola, incapaces los distintos miembros del consejo de responder al pilón destructor de Mourinho.
Mou se defiende a partir de medias verdades y procura convencer al espectador de que el Barça no juega al fútbol sino que hace teatro y que no hay más guionista que Guardiola. Llegados a tal punto, no está en juego un título sino la cabeza de Mou o de Pep, sobre todo porque la política de los dos clubes descansa en sus técnicos. A Mourinho, sin embargo, le protege el poder mientras que al equipo de Guardiola se lo lleva la corriente, expuesto al marcador. El desgaste del técnico azulgrana es imparable porque se siente solo mientras que el del Madrid congrega a la entidad. A Mou solo le preocupa desenmascarar a Pep, batirse en el cuerpo a cuerpo, "desenmascarar" al Barcelona.
No es extraño por tanto que el Madrid se sienta más fuerte en el cuerpo a cuerpo, en los torneos de eliminación, que en la Liga, un torneo que domina el Barça por su capacidad para relacionarse con el Sporting o Osasuna, despreciados por Mou, siempre más a gusto con quien le disputa la jerarquía que los puntos. A Mourinho le obsesiona desenmascarar al Barça mientras que Guardiola pretende ganarse a la gente del fútbol, y de ahí su arrebato colérico, su discurso contra Mourinho, porque en el fondo cree que está defendiendo a su equipo, al fútbol, a Valdano, a la Quinta del Buitre, al Madrid que perdió la Liga en Tenerife sin decir ni pio para gloria del Barça.
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