Penya Barcelonista de Lisboa

dijous, d’agost 26, 2010

GRACIAS RONNY - OBRIGADA Ronaldinho


"Gratitud eterna"

La emoción inundó el Camp Nou para agradecerle a Ronaldinho la «magia» que hizo girar el círculo virtuoso


«Ha sido brutal», dice la estrella brasileña


Era uno más. Vestido de blanco, pero con el corazón azulgrana. «Esta es mi casa». Ronaldinho no podía casi ni caminar, embargado por la emoción de una noche inolvidable que le sacudió. «Ha sido impresionante, increíble, no puedo explicar todo lo que he vivido. He tenido un homenaje en vida. Dan ganas de no salir de este campo. Y como yo digo en mi camiseta: 'Barça, yo te amo'. Es la más pura verdad». Ese amor perdurará por los siglos de los siglos. Como dijo Manel Vic, el locutor del Camp Nou cuando lo presentó, el Barça le debe «gratitud eterna» al hombre que hizo girar el círculo virtuoso hasta situar al equipo, y al club, donde ahora está: en la cima mundial.
Empezó emocionado y acabó sin poder casi articular palabra, superado por lo que había vivido en el Camp Nou. En su casa. Al salir a calentar, el estadio se puso en pie para saludarle. Después, mientras un emotivo vídeo recreaba en los marcadores gigantes del estadio un par de minutos de un lustro hermoso en su inicio, frustrante en su final, Ronaldinho no paraba de saludar a su antiguo público.

El gol de Stamford Bridge

En las pantallas, el gol al Sevilla en aquel partido de madrugada, el primero de la era Laporta, en el verano aún del 2003, con el observatorio Fabra recogiendo un movimiento apreciable en la ciudad para festejarlo. Un movimiento sísmico apreciable. Ese tanto, ese gol en Stamford Bridge, ese punterazo de fútbol sala ante un Carvalho hipnotizado, ese prodigio de la naturaleza simbolizado en el gol al Milan precisamente en un partido de Champions. El vídeo proyectaba la memoria del culé condensada en ese genio que se apagó antes de lo previsto.

Tal vez por eso, los dos años de espera (se marchó en el 2008 y fue anoche homenajeado) resultaron balsámicos para que el culé se quedara con las grandes cosas de Ronaldinho. Vestido de blanco, pero posando con sus excompañeros.

Guiado por Puyol, el amigo que le hizo de cicerone, escoltado por Messi, el genio a quien tuteló en su asombrosa irrupción, también en un Gamper, en ese caso ante la Juventus en el 2005. Así iba Ronal-

dinho caminando por el césped. Emocionado. Terriblemente emocionado. Como todo el Camp Nou.

La camiseta de Leo

Cada gesto era un torrente de emociones. Para Ronnie. Para el culé. Para los niños que crecieron con su sonrisa y comprobaron cómo un club perdedor se puede transformaba en una referencia mundial. Miraban su figura, ya no estilizada y hermosa, y no podían evitar entregarse al chico que revolucionó la historia moderna del barcelonismo. Dio la vuelta al campo saludando al público, entregándose a su gente.

Empezó el partido y Ronaldinho desapareció. Pero eso era lo de menos. Acabó el Gamper, Puyol se fue a buscarlo y le entregó el trofeo. Se abrazó entonces con todos sus excompañeros, posó con ellos, charló con Messi –«Leo se quedó mi camiseta, es mi hermano pequeño»– y se fue al centro del campo para reverenciar a la grada culé. Ahí en medio, desfiló la película de su vida. Y se marchó, pero dejando su alma