Un campeón con estilo
Un campeón con estilo
Triunfo de un campeón con estilo
Después de conceder un gol, el Barça firma al final un buen remonte en Kiev y accede a octavos
El Barcelona alcanzó los octavos de final con grandeza, firmando un triunfo en Kiev después de remontar un encuentro difícil , que se complicó de mala manera nada más empezar por un error a la salida de una falta. Se esperaba un partido duro como el hielo, pero no estaba en el guión que en el minuto dos el campeón de Ucrania marcara un gol, consecuencia de tres errores consecutivos en defensa. Primero: regalar una falta en la zona prohibida, avisado como estaba el equipo del poder de los ucranios a balón parado, algo que se repitió con frecuencia durante el encuentro. Segundo: defender mal el centro. Y tercero: Valdés no blocó la pelota, que terminó mansa en la red, después de haberla tomado entre sus brazos. Fue el único fallo del portero azulgrana, quien, por lo demás, fue poco exigido. A Valdés le redimió su capacidad para pasar página de los errores y el trabajo del equipo, que tiene una fe ciega en su idea futbolística. No se descompuso el Barcelona, sino que se fue arriba, sin parar, hasta lograr el empate primero y después la victoria, para desgracia del Dinamo de Kiev, último de un grupo tremendo.
Al Dinamo de nada le valió tener la mitad del trabajo hecho sin apenas llegar a portería. Salió al campo con la idea de sorprender en una contra o en una jugada a balón parado, y lo logró de buenas a primeras, así que pudo dedicarse a cerrar las líneas de pase. El campeón estaba a prueba. Lejos de ponerse nervioso, el Barça entendió que le quedaba un mundo y que, lo más razonable, llegados a este punto, era seguir con el plan establecido, por mucho que el Dinamo presionara muy arriba. En ésas, Busquets dio un paso al frente. El equipo le buscó y le encontró. Servicial, el medio centro le echó un capote a los centrales y se esmeró en darle salida al balón. A partir de ahí creció el Barcelona, porque aunque su trabajo resulte simple, o tan complicado ?según se mire?, como acercar la pelota a Xavi, Iniesta y Messi, no siempre resulta fácil. Pero ayer era tremendamente necesario. Y ahí estaba Busquets, para nadar y guardar, tocar y robar.
Avisó Guardiola que se trataba de meter goles para cerrar el pase a octavos y que la mejor manera era ser fieles al estilo como nunca. Así que nadie mejor que los dos bajitos, paradigmas de la idea, para defender la apuesta. Con la misma facilidad que abrió el campo, Iniesta se juntó por dentro con Xavi, Messi dejó su banda libre al galope de Alves y entre los tres se asociaron con Ibrahimovic, generoso a más no poder, inteligente al arrastrar a los dos centrales y buscar el espacio que liberaba con reiteración Iniesta en la banda. Al sueco se le vio más entregado a la necesidad del juego, muchas más veces pivotando de espaldas antes que encarar el gol. Llamado a ser equipo, lo fue el Barcelona de principio a fin.
Messi, zurrado reiteradamente ante la tolerancia arbitral, tuvo el empate pronto, pero en el mano a mano no aprovechó el regalo de Shovkoskiy en un saque de puerta. Tras una carrera de 30 metros directa al area, remató inocente desde la frontal. Si el Barça tenía que empatar, parecía condenado a hacerlo muy a su manera, macerando la jugada, tocando, ocupando espacios con inteligencia. Así fue. Después de un rondo en el medio campo, irrumpió Abidal por su pasillo, centró de primera y, listo como nadie, Xavi apareció como un chispazo por el medio para meter la punta de la bota. Un gol muy suyo, tremendamente parecido en su resolución al que le marcó a Rusia en las semifinales de la Eurocopa 2008 cuando, a su chepa, "La Roja" alcanzó la final de Viena. Jugaba su partido 100 en Europa con el Barcelona y no pudo encontrar mejor manera de celebrarlo. Messi, magistral en el saque de una falta que clavó por la escuadra, selló el triunfo ya hacia el final del partido. El gol le acabó por costar una lesión, pues los zagueros reiteraron en sus faltas hasta que le sacaron del campo de muy mala manera.
La victoria fue el mejor regalo para un equipo con una gran personalidad, capaz de manejarse en las situaciones más adversas, como la de ayer en Kiev. El rival, excelente a balón parado, le buscó una y otra vez, le retó con velocidad y a ratos logró partir en dos el campo. No le alcanzó porque el Barça jamás jugó a especular sino que no paró hasta alcanzar la victoria, como se le exige al campeón, incluso aún a costa de perder a Messi.
Triunfo de un campeón con estilo
Después de conceder un gol, el Barça firma al final un buen remonte en Kiev y accede a octavos
El Barcelona alcanzó los octavos de final con grandeza, firmando un triunfo en Kiev después de remontar un encuentro difícil , que se complicó de mala manera nada más empezar por un error a la salida de una falta. Se esperaba un partido duro como el hielo, pero no estaba en el guión que en el minuto dos el campeón de Ucrania marcara un gol, consecuencia de tres errores consecutivos en defensa. Primero: regalar una falta en la zona prohibida, avisado como estaba el equipo del poder de los ucranios a balón parado, algo que se repitió con frecuencia durante el encuentro. Segundo: defender mal el centro. Y tercero: Valdés no blocó la pelota, que terminó mansa en la red, después de haberla tomado entre sus brazos. Fue el único fallo del portero azulgrana, quien, por lo demás, fue poco exigido. A Valdés le redimió su capacidad para pasar página de los errores y el trabajo del equipo, que tiene una fe ciega en su idea futbolística. No se descompuso el Barcelona, sino que se fue arriba, sin parar, hasta lograr el empate primero y después la victoria, para desgracia del Dinamo de Kiev, último de un grupo tremendo.
Al Dinamo de nada le valió tener la mitad del trabajo hecho sin apenas llegar a portería. Salió al campo con la idea de sorprender en una contra o en una jugada a balón parado, y lo logró de buenas a primeras, así que pudo dedicarse a cerrar las líneas de pase. El campeón estaba a prueba. Lejos de ponerse nervioso, el Barça entendió que le quedaba un mundo y que, lo más razonable, llegados a este punto, era seguir con el plan establecido, por mucho que el Dinamo presionara muy arriba. En ésas, Busquets dio un paso al frente. El equipo le buscó y le encontró. Servicial, el medio centro le echó un capote a los centrales y se esmeró en darle salida al balón. A partir de ahí creció el Barcelona, porque aunque su trabajo resulte simple, o tan complicado ?según se mire?, como acercar la pelota a Xavi, Iniesta y Messi, no siempre resulta fácil. Pero ayer era tremendamente necesario. Y ahí estaba Busquets, para nadar y guardar, tocar y robar.
Avisó Guardiola que se trataba de meter goles para cerrar el pase a octavos y que la mejor manera era ser fieles al estilo como nunca. Así que nadie mejor que los dos bajitos, paradigmas de la idea, para defender la apuesta. Con la misma facilidad que abrió el campo, Iniesta se juntó por dentro con Xavi, Messi dejó su banda libre al galope de Alves y entre los tres se asociaron con Ibrahimovic, generoso a más no poder, inteligente al arrastrar a los dos centrales y buscar el espacio que liberaba con reiteración Iniesta en la banda. Al sueco se le vio más entregado a la necesidad del juego, muchas más veces pivotando de espaldas antes que encarar el gol. Llamado a ser equipo, lo fue el Barcelona de principio a fin.
Messi, zurrado reiteradamente ante la tolerancia arbitral, tuvo el empate pronto, pero en el mano a mano no aprovechó el regalo de Shovkoskiy en un saque de puerta. Tras una carrera de 30 metros directa al area, remató inocente desde la frontal. Si el Barça tenía que empatar, parecía condenado a hacerlo muy a su manera, macerando la jugada, tocando, ocupando espacios con inteligencia. Así fue. Después de un rondo en el medio campo, irrumpió Abidal por su pasillo, centró de primera y, listo como nadie, Xavi apareció como un chispazo por el medio para meter la punta de la bota. Un gol muy suyo, tremendamente parecido en su resolución al que le marcó a Rusia en las semifinales de la Eurocopa 2008 cuando, a su chepa, "La Roja" alcanzó la final de Viena. Jugaba su partido 100 en Europa con el Barcelona y no pudo encontrar mejor manera de celebrarlo. Messi, magistral en el saque de una falta que clavó por la escuadra, selló el triunfo ya hacia el final del partido. El gol le acabó por costar una lesión, pues los zagueros reiteraron en sus faltas hasta que le sacaron del campo de muy mala manera.
La victoria fue el mejor regalo para un equipo con una gran personalidad, capaz de manejarse en las situaciones más adversas, como la de ayer en Kiev. El rival, excelente a balón parado, le buscó una y otra vez, le retó con velocidad y a ratos logró partir en dos el campo. No le alcanzó porque el Barça jamás jugó a especular sino que no paró hasta alcanzar la victoria, como se le exige al campeón, incluso aún a costa de perder a Messi.
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