Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, de juliol 13, 2009

Las 85 vidas del 'Gato con Alas'



Las 85 vidas del 'Gato con Alas'

Detrás del visillo del número 7 de la calle saluda un hombre que lleva tanto vivo (y que dure) que hay gente que cree que ha muerto. Antoniu, rapado como recién venido de un permiso de la mili, tiene una nariz prominente y un brillo hipnótico en los ojos. El fulgor de su esclerótica guía en la penumbra de una sala de estar recubierta de fotos, recuerdos y cientos de fotos colgadas en la pared. Si existen las leyendas, aquí, en Mediona, hay una que esta muy viva y que acaba de cumplir 85, lo que confirma que los gatos tienen siete vidas, y los voladores, más. Con ustedes Antoni Ramallets i Simon (1/ VII/ 1924), el 'Gato con Alas', inolvidable icono intergeneracional del barcelonismo.

El mítico portero, uno de los azulgrana más laureados de todos los tiempos, y miembro del equipo de las Cinc Copes, recibe a La Vanguardia sin cambiar su rutina: un paseo por el pueblo, una charla con los vecinos, unas bromas con sus dos nietos, siempre con Francesca, su atenta mujer. "A los 85 la vida se ve con la ilusión de que haya otra mejor. Si le diese demasiadas vueltas a todo tal vez no viviría con dignidad e ilusión. Me faltan 15 para llegar a cien. Lo veo todo con optimismo, sin eludir que el momento puede llegar. He pasado por el mundo haciendo el bien, entregado a mi profesión", confiesa Ramallets, encumbrado en el Mundial de Brasil, en el que España quedó cuarta. Muy pocos jugadores, Basora y Puchades entre ellos, quedan ya de aquel equipo. Quien crea que Ramallets es un olvidado se equivoca. A. R. S. -esa es su firma- no para de responder a las cartas que le llegan de "Rusia, Polonia, Checoslovaquia, Hungría", países futbolísticamente muy potentes en su época. "Estimado señor Ramallets", comienzan en castellano (o en inglés) las misivas que recibe y que contesta con su máquina de escribir. "A veces ponen los sellos ellos, a veces los pongo yo". El Antoniu pone la tele de vez en cuando, lo justo para estar enterado de todo, para saber lo que se paga hoy en día por los jugadores, para aplaudir con admiración (más profesional que sentimental) los logros del Barça. "Estoy contento de que los jugadores muevan estos capitales. Ahora bien, estas cifras de 94, de 67 millones se han desorbitado. No me da envidia lo que cobran. Yo tenía poco y me consideraba bien pagado", rememora, y apunta que en su época no había "las escalas salariales que hay ahora". "Tal vez Kubala cobraba un poco más, pero estaba muy nivelado". Viendo imágenes de entonces, es fácil sospechar que la calidad de los jugadores era muy elevada y que la velocidad del juego no. Ramallets confirma lo primero y desmiente lo segundo. "No creo que los de ahora sean mejores, sino que... cómo lo diría... tienen más fotografía, salen más por la tele. Y, aunque lo parezca por las imágenes, antes no se jugaba más lento, los pases eran medidos, iban al pie, éramos técnicos". Su currículum es envidiable; también su arranque como entrenador. En su año del debut (1962) llevó al Valladolid a un cuarto puesto ("eso sería la Champions de hoy en día") que no ha alcanzado nunca más. El paralelismo con Guardiola no está de más. "El segundo año es más difícil en general, y en el caso de Pep más, porque ha sido él mismo el que se ha puesto el listón tan alto. Ojalá nos equivoquemos todos, pero los tres títulos... Yo con dos ya firmaría", sonríe sentado en su butaca favorita sin olvidarse de reivindicar que su Barça también "logró el triplete" ("lo que pasa es que la Copa de Ferias no era lo mismo", dice). Orgulloso de ver a un equipo con tanto canterano y que trabaja tan bien, Ramallets siente una satisfacción especial. "No es emoción. Los que hemos sido algo en esto lo vemos de otra manera. Yo, de esta temporada, veo el trabajo bien hecho, de llegar casi a la perfección como conjunto". Se acaba el día. Ramallets hará lo mismo, siempre contento, al día siguiente: "Comer, dormir y pasear. Algún día voy a Capellades a echar la quiniela, pero, mire por dónde, la quiniela no me toca nunca". Y se ríe, él que sabe tanto de fútbol. Y se despide.