Aprobado general: Sevilla, 1-1 FC Barcelona
Aprobado general: Sevilla, 1-FC Barcelona, 1
La Copa deja muy poco margen para la especulación y, a estas alturas de competición, informa de los retos que impone con menos antelación de la que se necesitaría para prepararlos de manera específica. La Copa es un examen a la solidez de los distintos principios de los equipos.
La Copa deja muy poco margen para la especulación y, a estas alturas de competición, informa de los retos que impone con menos antelación de la que se necesitaría para prepararlos de manera específica. La Copa es un examen a la solidez de los distintos principios de los equipos.
Ni al Sevilla ni al Barcelona les apetecía desnudar su fútbol en estos momentos. Y menos que nada enfrentándose mutuamente. En ambos conjuntos faltaban ayer varios de los jugadores que catalizan, que rentabilizan y que pueden llegar a decidir el plan y el ritmo de juego de sus respectivos equipos. Sin muchos de los virtuosos, todo lo que pudiera suceder dependía del trabajo de la orquesta y del director.
La crisis de juego y hasta de afecto que envuelve al Barcelona desde el pasado curso ha tenido esta semana uno de sus más delirantes debates. Unas declaraciones del camerunés Eto'o en las que recomendaba la preponderancia de la efectividad sobre el estilo acabó en una discusión sobre si el equipo debía de jugar feo y ganar o bonito y perder. Rijkaard y su concepto de fútbol le parecieron a muchos incompatibles con el éxito. El holandés eligió para esta peculiar reválida una alineación que en nada traicionaba las ideas con las que llegó al equipo. Y, en la primera mitad, funcionó.
Eto'o en el centro del ataque, Giovani por la derecha y Henry por la izquierda, fueron veloces y generosos. Los tres atacantes se movían para ofrecer alternativas de pase a los centrocampistas y la defensa parecía el destinatario inevitable de los balones que los sevillistas intentaban hacer llegar al enrachado Luis Fabiano. Hasta una clásica jugada que con Ronaldinho en el campo sirve de desahogo frente a la presión adelantada de los contrincantes se convirtió en el gol que abrió el marcador. Márquez levantó la cabeza y en vez de un jugador pegado a la cal vio a uno corriendo más que el defensor, el balón voló hacía su compañero que no lo embridó para darse tiempo de pensar y ejecutar ningún pase de fantasía, sino que lo enfocó para chutarlo a la red con el siguiente toque. El trabajo de Henry, en ésta y en casi todas las demás acciones que protagonizó, llevó de manera inevitable al contraste con el del Ronaldinho reciente.
El dibujo de Rijkaard ganó lógica con los movimientos de los delanteros y de los centrocampistas. Giovani ayer pareció todo lo bueno que puede llegar a ser de nuevo y que algunos gestos de divismo habían orillado. El joven mexicano se fajó y brilló en la primera mitad como se espera de su clase y edad. La primera oportunidad del Barcelona se la inventó él. Primero, se escapó de dos sevillistas con sendos giros de cadera, pasó, y corrió mientras Xavi y Henry cocinaban las combinaciones que acabaron por abrir el hueco suficiente para que Giovani lo colonizara y desde el que chutó. No acertó con la portería de De Sanctis por pocos centímetros.
Mientras el Barcelona se quedaba con la pelota, el Sevilla se mantuvo dentro de unos márgenes de tranquilidad bastante aceptables. Tanto, que no podía ser otra cosa que algo previsto. Luis Fabiano se enredaba constantemente con Milito, Abidal, Márquez o Edmilson. En la banda izquierda habitaba Capel, cuya carrera de cabeza baja y hasta un punto desastrada ya no levanta rumores de desaprobación en Nervión. Por la izquierda del ataque sevillista, Capel tropezaba con los zagueros barcelonistas cada vez menos y se les escapaba cada vez más. En una de esas carreras, con un regate trabado, rebotado se hizo con una pelota que puso a la espalda de Valdés y que no llegó a convertir en gol Chevantón por un remate preparado con un salto con el tiempo mal medido.
Tres minutos después de esta jugada y dos antes del descanso, Capel marcó el gol que le cortó el aire y el partido al Barcelona. Un saque de córner que parecía demasiado pasado le llegó al rubio sevillista que chutó con ganas pero al centro de la portería de Valdés, bien colocado para blocar el remate pero no para hacerlo con el despeje fallido de Puyol.
Ahí se acabó la alegría barcelonista y apareció el espíritu de estampida de los sevillistas cuando ven flaquear al contrario. Ambos conjuntos tuvieron sus ocasiones de ganar, pero ninguno las rentabilizó. Ni Chevantón a pase de Navas, ni Edmilson, que estrelló un chut lejano en el poste. Pero ninguno de los equipos salió ayer dañado de un examen al que temían. El Barcelona demostró que, aunque sea por unos minutos, puede seguir siendo honesto a su juego a la hora de competir y los sevillistas recuperaron filo y paciencia.
La crisis de juego y hasta de afecto que envuelve al Barcelona desde el pasado curso ha tenido esta semana uno de sus más delirantes debates. Unas declaraciones del camerunés Eto'o en las que recomendaba la preponderancia de la efectividad sobre el estilo acabó en una discusión sobre si el equipo debía de jugar feo y ganar o bonito y perder. Rijkaard y su concepto de fútbol le parecieron a muchos incompatibles con el éxito. El holandés eligió para esta peculiar reválida una alineación que en nada traicionaba las ideas con las que llegó al equipo. Y, en la primera mitad, funcionó.
Eto'o en el centro del ataque, Giovani por la derecha y Henry por la izquierda, fueron veloces y generosos. Los tres atacantes se movían para ofrecer alternativas de pase a los centrocampistas y la defensa parecía el destinatario inevitable de los balones que los sevillistas intentaban hacer llegar al enrachado Luis Fabiano. Hasta una clásica jugada que con Ronaldinho en el campo sirve de desahogo frente a la presión adelantada de los contrincantes se convirtió en el gol que abrió el marcador. Márquez levantó la cabeza y en vez de un jugador pegado a la cal vio a uno corriendo más que el defensor, el balón voló hacía su compañero que no lo embridó para darse tiempo de pensar y ejecutar ningún pase de fantasía, sino que lo enfocó para chutarlo a la red con el siguiente toque. El trabajo de Henry, en ésta y en casi todas las demás acciones que protagonizó, llevó de manera inevitable al contraste con el del Ronaldinho reciente.
El dibujo de Rijkaard ganó lógica con los movimientos de los delanteros y de los centrocampistas. Giovani ayer pareció todo lo bueno que puede llegar a ser de nuevo y que algunos gestos de divismo habían orillado. El joven mexicano se fajó y brilló en la primera mitad como se espera de su clase y edad. La primera oportunidad del Barcelona se la inventó él. Primero, se escapó de dos sevillistas con sendos giros de cadera, pasó, y corrió mientras Xavi y Henry cocinaban las combinaciones que acabaron por abrir el hueco suficiente para que Giovani lo colonizara y desde el que chutó. No acertó con la portería de De Sanctis por pocos centímetros.
Mientras el Barcelona se quedaba con la pelota, el Sevilla se mantuvo dentro de unos márgenes de tranquilidad bastante aceptables. Tanto, que no podía ser otra cosa que algo previsto. Luis Fabiano se enredaba constantemente con Milito, Abidal, Márquez o Edmilson. En la banda izquierda habitaba Capel, cuya carrera de cabeza baja y hasta un punto desastrada ya no levanta rumores de desaprobación en Nervión. Por la izquierda del ataque sevillista, Capel tropezaba con los zagueros barcelonistas cada vez menos y se les escapaba cada vez más. En una de esas carreras, con un regate trabado, rebotado se hizo con una pelota que puso a la espalda de Valdés y que no llegó a convertir en gol Chevantón por un remate preparado con un salto con el tiempo mal medido.
Tres minutos después de esta jugada y dos antes del descanso, Capel marcó el gol que le cortó el aire y el partido al Barcelona. Un saque de córner que parecía demasiado pasado le llegó al rubio sevillista que chutó con ganas pero al centro de la portería de Valdés, bien colocado para blocar el remate pero no para hacerlo con el despeje fallido de Puyol.
Ahí se acabó la alegría barcelonista y apareció el espíritu de estampida de los sevillistas cuando ven flaquear al contrario. Ambos conjuntos tuvieron sus ocasiones de ganar, pero ninguno las rentabilizó. Ni Chevantón a pase de Navas, ni Edmilson, que estrelló un chut lejano en el poste. Pero ninguno de los equipos salió ayer dañado de un examen al que temían. El Barcelona demostró que, aunque sea por unos minutos, puede seguir siendo honesto a su juego a la hora de competir y los sevillistas recuperaron filo y paciencia.
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By Anònim, at 8:36 a. m.
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