Bojan, ante su año decisivo
Bojan, ante su año decisivo
Por Martí Perarnau
Nunca conoceremos la respuesta a la pregunta que nos hicimos hace dos veranos: ¿Le conviene a Bojan una cesión? Especulamos, discutimos, lanzamos propuestas, pero todo fue un castillo en el aire. Bojan llegó al primer equipo precedido de una prodigiosa fama goleadora forjada en categorías inferiores y Rijkaard le dio la oportunidad en el peor de los momentos, justo cuando el vestuario blaugrana se desintegraba por el (D)ecosistema, la plaga que frenó en seco a un equipo lanzado a la leyenda. La aparición de Bojan en ese vestuario no fue un cuento de hadas, sino que alcanzó en ocasiones ribetes de pesadilla que los protagonistas jamás querrán contar y eso limitó su avance. Querido por el público, espléndido en formación moral y en el comportamiento sobre el césped, Bojan ha sido hasta la fecha una promesa que se eterniza.
En su contra juega la sensación de que no posee el nivel de los cracks mundiales que le han rodeado en el ataque: Messi, Eto’o, Villa, Ibra, Henry, Pedro, Iniesta... Compañeros, pero también competidores. ¡Y qué competidores! Unos monstruos cuyo nivel Bojan no alcanza de momento. En su favor, la persistencia, la humildad, el deseo de aprender, corregir y progresar. Incluso si él mismo llegase a aceptar que no alcanzará el nivel de excelencia de sus correligionarios jamás ha bajado los brazos en el empeño por lograrlo. Guardiola le explicó cierto día que no necesitaba sólo un rematador, sino un delantero completo que se moviera por todo el frente de ataque, presionara a la defensa rival, ensanchara el campo y se asociara con el compañero. Características que no casaban con el estilo del chaval de Linyola, destacado siempre por su fijación por el remate y el gol.
Se imponía, por tanto, una reinvención y Bojan continúa empeñado en conseguirla. Ya sabe que no podrá ser el verdadero 9 del Barça (aunque luzca ese dorsal) sino que debe convertirse en el 11 que empieza en la izquierda y traza la diagonal hacia dentro. Afronta un año decisivo para su porvenir. Ha progresado mucho en combinación y toque y en asociarse, sus defectos primigenios. Ahora es mejor jugador aunque a cambio parece haber perdido puntería, pero ha comprendido que es él quien debe adaptarse al juego del equipo y no al revés (¿les suena?).
Por Martí Perarnau
Nunca conoceremos la respuesta a la pregunta que nos hicimos hace dos veranos: ¿Le conviene a Bojan una cesión? Especulamos, discutimos, lanzamos propuestas, pero todo fue un castillo en el aire. Bojan llegó al primer equipo precedido de una prodigiosa fama goleadora forjada en categorías inferiores y Rijkaard le dio la oportunidad en el peor de los momentos, justo cuando el vestuario blaugrana se desintegraba por el (D)ecosistema, la plaga que frenó en seco a un equipo lanzado a la leyenda. La aparición de Bojan en ese vestuario no fue un cuento de hadas, sino que alcanzó en ocasiones ribetes de pesadilla que los protagonistas jamás querrán contar y eso limitó su avance. Querido por el público, espléndido en formación moral y en el comportamiento sobre el césped, Bojan ha sido hasta la fecha una promesa que se eterniza.
En su contra juega la sensación de que no posee el nivel de los cracks mundiales que le han rodeado en el ataque: Messi, Eto’o, Villa, Ibra, Henry, Pedro, Iniesta... Compañeros, pero también competidores. ¡Y qué competidores! Unos monstruos cuyo nivel Bojan no alcanza de momento. En su favor, la persistencia, la humildad, el deseo de aprender, corregir y progresar. Incluso si él mismo llegase a aceptar que no alcanzará el nivel de excelencia de sus correligionarios jamás ha bajado los brazos en el empeño por lograrlo. Guardiola le explicó cierto día que no necesitaba sólo un rematador, sino un delantero completo que se moviera por todo el frente de ataque, presionara a la defensa rival, ensanchara el campo y se asociara con el compañero. Características que no casaban con el estilo del chaval de Linyola, destacado siempre por su fijación por el remate y el gol.
Se imponía, por tanto, una reinvención y Bojan continúa empeñado en conseguirla. Ya sabe que no podrá ser el verdadero 9 del Barça (aunque luzca ese dorsal) sino que debe convertirse en el 11 que empieza en la izquierda y traza la diagonal hacia dentro. Afronta un año decisivo para su porvenir. Ha progresado mucho en combinación y toque y en asociarse, sus defectos primigenios. Ahora es mejor jugador aunque a cambio parece haber perdido puntería, pero ha comprendido que es él quien debe adaptarse al juego del equipo y no al revés (¿les suena?).
Las dos actuaciones con la sub’21 mostraron un Bojan más participativo, más semejante a Pedro que a Ibra. Más jugador, menos rematador. Esta reconversión, imprescindible para triunfar, ha generado también la consecuencia negativa de un menor acierto ante el gol, pero creo que es un fenómeno pasajero, fruto del proceso emprendido, que Bojan remediará en cuanto consolide su nuevo estilo y posición. El goleador no pierde olfato, si acaso se resfría.
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