Penya Barcelonista de Lisboa

diumenge, d’agost 22, 2010

De copa en copa


De copa en copa
El Barça de Guardiola no cambia y conquista su octavo título en el estreno de Rosell en el palco


En el palco del Camp Nou, nada es lo que era. Sandro Rosell ocupó anoche el asiento de Joan Laporta y desde ahí arriba, sonriente, feliz, contempló como, ahí abajo, en el césped, el Barça de Guardiola sigue igual. Así que la nueva etapa azulgrana se inició tal como acabó la anterior. Entre aplausos y con babero. Y con un título. De la Liga a la Supercopa de España. La octava copa del Barça de Guardiola, la octava maravilla de un equipo que, un día más, dejó el sello de un talento incomparable y arrolló al Sevilla (4-0) en una pequeña joya futbolística que servirá para que los desmemoriados recuerden quién es el campeón.
El club está cambiando pero, para suerte de todos, hay unos cuantos que no cambian nunca. Y, en especial, uno: Leo Messi. En cuanto ha vuelto a casa, en cuanto ha perdido de vista a Maradona y compañía y se ha reencontrado con quienes mejor le entienden, ha vuelto a alzar la voz y a ser el de siempre. El número uno. No hay nadie a su altura. Para empezar, el primer triple, tres goles, después de que se marchara del Mundial a cero. Una prueba más de que el Barça y él están hechos el uno para el otro.

Rosell recibió la Supercopa de manos de Villar, el máximo exponente –Del Bosque estaba en el palco– de quienes más trabas pusieron precisamente para que se produjera esa imagen, y la de Puyol levantando el trofeo y la de los jugadores dando la vuelta de honor. Pero el Camp Nou no se reprimió. Lleva dos años de fiesta en fiesta y está convencido de que así seguirá. Viendo al equipo anoche, no tiene motivos para la duda. En el campo, la obra de Guardiola continúa y no se adivina el final. «Estoy muy contento por el título, pero sobre todo por ver que tenemos un gran entrenador y un gran equipo», dijo Rosell, en un feliz debut.

MENSAJE PARA IBRA / Un equipo de ensueño al que, sin embargo, todavía le queda alguna pieza que ajustar. Justo antes del partido, en la sala de juntas se aprobó el nombramiento de un nuevo directivo, Ramon Cierco, que será el nuevo responsable de las secciones no profesionales. Una incorporación que, de momento, ha provocado una curiosa circunstancia. En cuestión numérica, el palco ha superado al vestuario. Son ya 20 directivos, incluyendo a Sandro Rosell, frente a 19 jugadores del primer equipo. Pero es probable que un día de estos se reestablezca el empate si se cumplen los deseos de Guardiola y llega un refuerzo de fuera. De dentro, ya hay unos cuantos, esos jóvenes de la cantera que durante una hora también bailaron al Sevilla, condenados por la ausencia de los campeones del mundo. Nadie como Guardiola para abrir sin miedo la puerta a los de casa, pero nadie también como él para saber cuándo y cómo dar el paso que antes dieron Busquets y Pedro. Y ahí están.

Claro que igual que espera un fichaje parece esperar que alguien encuentre un destino para Ibrahimovic. Por más que no hable del asunto, es fácil adivinar su pensamiento. Lo idea sería: Ibracadabra y que el sueco desapareciera. Pero no será fácil. Ayer, en otro gesto encaminado a marcarle las condiciones de vida que le esperan en el Camp Nou, Guardiola le dejó en el banquillo de principio a fin. Y ahí estuvo, con gesto serio, contemplando cómo el equipo se mueve a las mil maravillas sin él y sintiendo que, lejos de echarle de menos, la grada ya ha se ha declarado a un recién llegado, Villa, justamente la pieza elegida para sustituirle.

Después de un larga espera, Villa se vistió con la camiseta que podría haber vestido hace un año, precisamente en lugar de Ibra, y el Camp Nou lo recibió con los brazos abiertos, entregado de antemano a alguien que siente que no le fallará. Ayer, se quedó sin marcar, pero tiene cuatro años por delante para hincharse a goles. Con alguien como Xavi trazando pases es fácil. Messi lo sabe bien.

Así que, a diferencia de otros, antes de que empiece la Liga, el Barça ya tiene algo que celebrar. Todo sigue igual.