Gran Barça, enorme Messi
Gran Barça, enorme Messi
Atado a la zurda de Messi, el Barcelona va ganando velocidad y continuidad en el juego con el paso de los partidos, capaz incluso de solventar una ronda de octavos de final de la Copa de Europa sin Xavi ni Ibrahimovic. Messi funciona como si fuera un viejo músico de jazz, siempre reconocible y, sin embargo, distinto cada noche. Improvisa sobre la misma partitura, la banda le sigue y toca con una fidelidad religiosa y la hinchada pide que no pare la música. Anoche hubo jam session en el Camp Nou. La contienda tenía su peligro y, sin embargo, el equipo actuó con la autoridad futbolística propia de un solemne campeón. Messi, el Barça y la afición se juntaron de nuevo en una actuación de mucho mérito.
La hinchada se arrancó a cantar después del gol 31 de Messi en 37 partidos y no paró hasta el final. A partir del 3-0 ya no había necesidad de atender al marcador sino que la noche pedía alegría y la gent blaugrana se liberó con el fútbol de Messi, con la recuperación de Touré, con la segunda juventud de Henry, un jugador estupendo para determinados partidos como los dos últimos, donde se ha ganado la titularidad. El invierno futbolístico parece que se va marchando y aparece de nuevo el sol. Ayer, al menos, la pelota iba más rápida, los ataques eran más cortos, los remates resultaron más certeros, y la noche pasó deprisa si se tiene en cuenta la lentitud de no hace muchos días.
Al Barcelona le costaba en exceso comenzar los partidos últimamente, no entraba en juego hasta muy tarde, de manera que aumentaba la sensación de que andaba justo de fuerzas, le faltaba determinación y ejercía una función contemplativa, nada que ver con el protagonismo asumido cuando contaba copas. Así se explicaría que Guardiola iniciara el encuentro con la misma alineación que tan bien acabó la contienda contra el Valencia, a excepción de Xavi, lesionado y sustituido por Touré. No jugaba Ibrahimovic y se mantenía Henry como delantero centro a fin de ganar movilidad y profundidad, dinamismo en definitiva, frente a un contrario organizado, bien trabajado tácticamente y con una excelente calidad física.
Hay pocos futbolistas en el Barça que tiren el desmarque tan bien como Henry. La mayoría quieren la pelota al pie. No es el caso del francés, cuyas diagonales acostumbran a habilitar las conducciones de Messi. El francés es el mejor sin el balón y el argentino no tiene rival con el cuero. No había pasado ni un cuarto de hora y la combinación Henry-Messi ya había contado un gol para suerte del Barça. La pulga agarró la pelota y se puso a correr la línea del área grande como un equilibrista mientras el galo se llevaba a los dos centrales. Terreno franco para el gatillo de Messi, que soltó un zurdazo imparable sin necesidad de contar un solo regate. Fácil para Messi. Alrededor del argentino, el Barcelona edificó un partido imposible para el Stuttgart.
Messi funcionó de vértice, en calidad de goleador y armador, universal. Los volantes supieron leer sus pensamientos, como en el segundo tanto, cuando Touré se perfiló como extremo izquierdo para recibir el pase del argentino y cruzar para la llegada de Pedro. Ausente Xavi, los azulgrana necesitaban de los interiores para tirar la línea de pase desde su cancha y de Messi para rematar la faena en campo alemán. El Stuttgart no se enteró de qué iba la película. Tomó dos goles como quien no quiere la cosa cuando creía que los azulgrana eran más inofensivos, incapaz de descifrar el dibujo barcelonista, menos marcado que nunca, a expensas de las idas y venidas de Messi, de los desplazamientos de Busquets y Touré, de la velocidad de Henry.
Aunque es ofensivo, el Stuttgart no pudo con el muro del Barça, que defendió con tensión y agresividad, con 1-0 y con 3-0, siempre muy puesto. Los octavos de final acostumbran a marcar la frontera de la temporada y los azulgrana los afrontaron con grandeza, sin especular, confiados en la autoridad de Messi, autor de los siete últimos goles de su equipo hasta que apareció Pedro e interrumpió la racha. Los azulgrana no se administraron ni cuando el partido ya estaba resuelto para desdicha del Stuttgart, desbordado, poco adversario para el Barcelona de Messi. El argentino estaba tan a gusto que Guardiola no se atrevió a sustituirle, sabedor de que cuando le cambian es como si le mandaran a por pan, como dice Vilanova.
Messi dejó un segundo gol, el tercero del equipo, en una maniobra de nuevo excelente y que acabó definitivamente con el Stuttgart. Recibió el argentino de Pedro en el balcón del área, se dio media vuelta para armar el tiro y golpeó la pelota a la izquierda de Lehmann. El triplete se le negó en Europa a pesar de que tuvo hasta tres ocasiones. Hubiera sido el mejor punto y final para la sesión. Ya se sabe, en cualquier caso,que los artistas son muy caprichosos y los guiños del fútbol resultan inescrutables. La noche prefirió que el gol definitivo lo pusiera Bojan, y hasta a Guardiola le pareció muy bien. El partido salió perfecto para el barcelonismo.
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