Messi de oro. Deportivo 1 - Barcelona 3
Messi rompe el cerrojo de Lotina
El argentino acaba con la resistencia de un Depor al que resultó impensable la victoria
Un aire de fiesta envolvió A Coruña en las horas previas al partido. Invitaba la buen marcha del equipo local y la jerarquía del rival, también un vistazo a la clasificación, pero a día de hoy, en la Liga española, un desafío entre el líder y un equipo que trata de hacerse un hueco en los puestos europeos no es un encuentro entre pares. La idea futbolística, el nivel colectivo e individual es tan dispar que a equipos tan esforzados y con tanto mérito como el Deportivo les resulta impensable plantear un tuteo. Así lo entendió Lotina, que sufrió un importante revolcón hace un año en el Camp Nou por ir a pecho descubierto, y no tuvo rubor en ceder setenta metros al Barcelona para esperarlo en la frontal con dos murallas de cuatro hombres. Renunció a la pelota y se parapetó en busca de alguna contra, de ganar la espalda de Dani Alves con Filipe y Guardado, que empezaron como dos puñales y pronto empezaron a mirar tras ellos, o en recurrir incluso al balón largo y explotar la segunda jugada. Así llegó el gol de Adrián.
Obviamente, al Barcelona no le incomodó tratar casi todos los minutos con el balón , pero apuntó más que dio. Su arsenal es tan poderoso que siempre semeja al filo de una acción prodigiosa que rompa el partido, pero le faltaron espacios. No es un problema nuevo para ellos, desde el Rubin Kazan, al Inter o la casi totalidad de sus rivales en España emplean y emplearán la misma estrategia que abrazó el Depor, algo similar a achicar agua en un embalse desbocado. Nunca sobran manos para ayudar, pero en ocasiones da la sensación de que el acierto defensivo depende más de que la inspiración no asista a la máquina azulgrana.
Así, vivió el Depor noventa minutos eternos. Sus mediocentros, los jugadores acostumbrados a armar su juego, apenas tocaron bola y cuando lo hicieron estaban agotados o sumidos en el despiste. El primer gol del Barça nació de un error de Antonio Tomás. Tanto esfuerzo, tantas sombras perseguidas, para luego echarlo todo a perder en un error incomprensible, una displicente acción del jugador cántabro, que se enredó al sacar la pelota sin apenas presión rival y le cedió el embolado a Manuel Pablo. Iniesta, que andaba por allí, se llevó la pelota y Messi marcó desde la frontal.
El gol no fue la primera alerta que lanzó el balón de oro, que sembró las dudas en la zaga deportivista en cuanto se desatornilló de la banda derecha y empezó a pulular por todo el frente del ataque. Es el más vigilado y a la vez el más difícil de detectar, el más imprevisible, capaz de generarse un mano a mano ante Aranzubia con un regate que dejó al desnudo a tres zagueros y que avisó sobre sus intenciones, acertado también para definir minutos después desde fuera del área, en una suerte que sus compañeros no habían contemplado como alternativa ante una defensa cada vez más encelada en torno a su portero.
Marcó Messi y dejó en el aire la duda de si el partido iba a virar hacia otro rumbo, si el Deportivo podía tomar la iniciativa. No lo hizo, pero empató en una acción propia que hubiera firmado un equipo escocés de Segunda División, un gol fabricado en tres toques, uno con el pie del portero, y dos con la cabeza, primero de Mista y luego de Adrián. Fue un volver a empezar. El Barça, que no había dejado de jugar en campo rival, redobló el asedio y el Depor se aplicó a tapar las vías de agua. Lotina no dudó y retiró al tibio Adrián para reforzarse con Juca. Con cuatro zagueros y cuatro mediocentros descubrió al fin el verdadero valor de su equipo: el esfuerzo, la solidaridad y el talento defensivo respaldado por un público que entendió lo que había y ni siquiera decayó al final, cuando un cabezazo de Messi y un remate de Ibrahimovic, paridos ambos desde los extremos, dieron el triunfo a quien más fútbol puso sobre Riazor
El argentino acaba con la resistencia de un Depor al que resultó impensable la victoria
Un aire de fiesta envolvió A Coruña en las horas previas al partido. Invitaba la buen marcha del equipo local y la jerarquía del rival, también un vistazo a la clasificación, pero a día de hoy, en la Liga española, un desafío entre el líder y un equipo que trata de hacerse un hueco en los puestos europeos no es un encuentro entre pares. La idea futbolística, el nivel colectivo e individual es tan dispar que a equipos tan esforzados y con tanto mérito como el Deportivo les resulta impensable plantear un tuteo. Así lo entendió Lotina, que sufrió un importante revolcón hace un año en el Camp Nou por ir a pecho descubierto, y no tuvo rubor en ceder setenta metros al Barcelona para esperarlo en la frontal con dos murallas de cuatro hombres. Renunció a la pelota y se parapetó en busca de alguna contra, de ganar la espalda de Dani Alves con Filipe y Guardado, que empezaron como dos puñales y pronto empezaron a mirar tras ellos, o en recurrir incluso al balón largo y explotar la segunda jugada. Así llegó el gol de Adrián.
Obviamente, al Barcelona no le incomodó tratar casi todos los minutos con el balón , pero apuntó más que dio. Su arsenal es tan poderoso que siempre semeja al filo de una acción prodigiosa que rompa el partido, pero le faltaron espacios. No es un problema nuevo para ellos, desde el Rubin Kazan, al Inter o la casi totalidad de sus rivales en España emplean y emplearán la misma estrategia que abrazó el Depor, algo similar a achicar agua en un embalse desbocado. Nunca sobran manos para ayudar, pero en ocasiones da la sensación de que el acierto defensivo depende más de que la inspiración no asista a la máquina azulgrana.
Así, vivió el Depor noventa minutos eternos. Sus mediocentros, los jugadores acostumbrados a armar su juego, apenas tocaron bola y cuando lo hicieron estaban agotados o sumidos en el despiste. El primer gol del Barça nació de un error de Antonio Tomás. Tanto esfuerzo, tantas sombras perseguidas, para luego echarlo todo a perder en un error incomprensible, una displicente acción del jugador cántabro, que se enredó al sacar la pelota sin apenas presión rival y le cedió el embolado a Manuel Pablo. Iniesta, que andaba por allí, se llevó la pelota y Messi marcó desde la frontal.
El gol no fue la primera alerta que lanzó el balón de oro, que sembró las dudas en la zaga deportivista en cuanto se desatornilló de la banda derecha y empezó a pulular por todo el frente del ataque. Es el más vigilado y a la vez el más difícil de detectar, el más imprevisible, capaz de generarse un mano a mano ante Aranzubia con un regate que dejó al desnudo a tres zagueros y que avisó sobre sus intenciones, acertado también para definir minutos después desde fuera del área, en una suerte que sus compañeros no habían contemplado como alternativa ante una defensa cada vez más encelada en torno a su portero.
Marcó Messi y dejó en el aire la duda de si el partido iba a virar hacia otro rumbo, si el Deportivo podía tomar la iniciativa. No lo hizo, pero empató en una acción propia que hubiera firmado un equipo escocés de Segunda División, un gol fabricado en tres toques, uno con el pie del portero, y dos con la cabeza, primero de Mista y luego de Adrián. Fue un volver a empezar. El Barça, que no había dejado de jugar en campo rival, redobló el asedio y el Depor se aplicó a tapar las vías de agua. Lotina no dudó y retiró al tibio Adrián para reforzarse con Juca. Con cuatro zagueros y cuatro mediocentros descubrió al fin el verdadero valor de su equipo: el esfuerzo, la solidaridad y el talento defensivo respaldado por un público que entendió lo que había y ni siquiera decayó al final, cuando un cabezazo de Messi y un remate de Ibrahimovic, paridos ambos desde los extremos, dieron el triunfo a quien más fútbol puso sobre Riazor
0 Comments:
Publica un comentari a l'entrada
<< Home