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La quinta fue la más heroica
El Barça de Guardiola consigue otro título, en la prórroga y con gol de Pedro
El Barça de Guardiola consigue otro título, en la prórroga y con gol de Pedro
La fe inquebrantable del Barça triunfó en Mónaco, la ciudad de los pecados capitales, un feudo con escasa tradición futbolística y muy dado a los caprichos, dispuesta a que la final se disputara en la rueda de los penalits como si se tratara de un juego más de azar. El esfuerzo de los muchachos de Guardiola fue homérico hasta el último minuto de la prórroga, con Pedro, Bojan y Messi en el frente de ataque, señal de que Ibrahimovic ya se habia rendido ante Chigrinski. La defensa que montó el viejo estratega que es Lucescu había desactivado el plan de ataque de Guardiola hasta que Pedro encontró la rendija al lado del poste del imponente Pyatov después de un tuya mia con Messi, protagonista de una final escasa en ocasiones. La sensación es que al equipo azulgrana todo le costara mucho más este año que el pasado. La impresión, sin embargo, es que al igual que entonces jamás se rendirá.
La trayectoria del equipo es imparable en la sala de trofeos desde el glorioso mes de mayo cuando cayeron de forma consecutiva el Bernabéu, Mestalla y Roma. Esta noche ganó la Supercopa de Europa después de haber alcanzado la de España, dos torneos que refrendan el triplete conseguido la temporada pasada y coronan un año mágico, único en la historia del fútbol europeo, únicamente comparable desde el punto de vista azulgrana con el mítico equipo de Les Cinc Copes de los años cincuenta. El Barça de Messi es pariente del de Kubala no sólo por las copas sino también por el fútbol. Ambos participan de la misma carta de naturaleza, juegan muy bien, tienen futbolistas extraordinarios y han forjado su leyenda a partir del culto a la cantera. Ahí está el gol del joven Pedro para certificarlo.
A dos equipos tan peloteros como el Barça y el Shakhtar es un delito que les manden a jugar una final en Mónaco. El estadio es postizo, el césped está bacheado, la cancha es estrecha y no hay ambiente de fútbol por más que animen los seguidores de ambos equipos. No corren la pelota ni el aire, achicar los espacios es fácil y la gente se ahoga. Al plantel de Lucescu, además, nadie le exigía atacar ante el campeón de Europa, así que aprovechó la ocasión para formar con hasta nueve futbolistas por detrás del balón. El Shakthar se paró muy bien en su cancha, apretó hasta encimar a los azulgrana en la medular y cerró con una firme línea de cuatro, de manera que el partido se puso muy áspero para el Barcelona, siempre a disgusto cuando la contienda no tiene ritmo.
Los barcelonistas detestan el futbolín porque para ser profundos necesitan ensanchar el campo. A falta de terreno, no les quedó más remedio que perseverar en el juego, poner interés, llevar la iniciativa, ser solidarios y darle a la imaginación, para al menos ser el equipo reconocible de siempre. Alves se acercó hasta la divisoria y Touré se descolgó como tercer central para sacar el cuero desde su área cuando presionaba el adversario, hasta Messi recuperaba cuando se perdía el cuero y basculaban tanto Keita, infiltrado en la rodilla, como Henry. Los ucranios, sin embargo, no concedieron ni un tiro hasta pasada la media hora cuando se contó un duro remate de Messi, rebanado por Chigrinski, el futuro defensa azulgrana que anoche ejerció más de central que libre por las exigencias del argentino y de Ibrahimovic.
Ante el dominio del Barça, el Shakthar apeló a la táctica para contener y a las transiciones, a un fútbol tan selectivo como peligroso en ataque, por la intimidación de su pelotón de brasileños, volantes y delanteros rápidos, potentes y con interesantes detalles técnicos. La zaga azulgrana tuvo que estar siempre muy atenta mientras que los medios y delanteros nunca podían generar situaciones de superioridad en campo contrario. Había que mover el árbol y apelar a la estrategia ante tanto barroquismo futbolero. A mitad de camino, Guardiola probó con Messi de falso nueve e Ibrahimovic tirado a las bandas mientras Touré continuaba dirigiendo con precisión las maniobras.
Aunque resultaba muy complicado, no había que desesperar ni perder el sentido de equipo ni tampoco el juego colectivo por mas pesado que fuera el Shakthar. La cuestión estaba en saber cual de los dos equipos se cansaría antes en su empeño: si el equipo de Lucescu de defender o el de Guardiola de atacar. Nadie desmayó ni se acoloró hasta alcanzar el final de la prórroga después que la pelota se negara a entrar en el parco de Pyatov en un par de remates francos de Messi y un tercero de Henry. Las tornas se cambiaron en el tiempo suplementario, y tanto Puyol como Valdés mantuvieron al Barça en la final hasta que apareció Pedro y no paró hasta poner la pelota en el número exacto de la ruleta del casino de Montecarlo. Un gol tan precioso como merecido.
A dos equipos tan peloteros como el Barça y el Shakhtar es un delito que les manden a jugar una final en Mónaco. El estadio es postizo, el césped está bacheado, la cancha es estrecha y no hay ambiente de fútbol por más que animen los seguidores de ambos equipos. No corren la pelota ni el aire, achicar los espacios es fácil y la gente se ahoga. Al plantel de Lucescu, además, nadie le exigía atacar ante el campeón de Europa, así que aprovechó la ocasión para formar con hasta nueve futbolistas por detrás del balón. El Shakthar se paró muy bien en su cancha, apretó hasta encimar a los azulgrana en la medular y cerró con una firme línea de cuatro, de manera que el partido se puso muy áspero para el Barcelona, siempre a disgusto cuando la contienda no tiene ritmo.
Los barcelonistas detestan el futbolín porque para ser profundos necesitan ensanchar el campo. A falta de terreno, no les quedó más remedio que perseverar en el juego, poner interés, llevar la iniciativa, ser solidarios y darle a la imaginación, para al menos ser el equipo reconocible de siempre. Alves se acercó hasta la divisoria y Touré se descolgó como tercer central para sacar el cuero desde su área cuando presionaba el adversario, hasta Messi recuperaba cuando se perdía el cuero y basculaban tanto Keita, infiltrado en la rodilla, como Henry. Los ucranios, sin embargo, no concedieron ni un tiro hasta pasada la media hora cuando se contó un duro remate de Messi, rebanado por Chigrinski, el futuro defensa azulgrana que anoche ejerció más de central que libre por las exigencias del argentino y de Ibrahimovic.
Ante el dominio del Barça, el Shakthar apeló a la táctica para contener y a las transiciones, a un fútbol tan selectivo como peligroso en ataque, por la intimidación de su pelotón de brasileños, volantes y delanteros rápidos, potentes y con interesantes detalles técnicos. La zaga azulgrana tuvo que estar siempre muy atenta mientras que los medios y delanteros nunca podían generar situaciones de superioridad en campo contrario. Había que mover el árbol y apelar a la estrategia ante tanto barroquismo futbolero. A mitad de camino, Guardiola probó con Messi de falso nueve e Ibrahimovic tirado a las bandas mientras Touré continuaba dirigiendo con precisión las maniobras.
Aunque resultaba muy complicado, no había que desesperar ni perder el sentido de equipo ni tampoco el juego colectivo por mas pesado que fuera el Shakthar. La cuestión estaba en saber cual de los dos equipos se cansaría antes en su empeño: si el equipo de Lucescu de defender o el de Guardiola de atacar. Nadie desmayó ni se acoloró hasta alcanzar el final de la prórroga después que la pelota se negara a entrar en el parco de Pyatov en un par de remates francos de Messi y un tercero de Henry. Las tornas se cambiaron en el tiempo suplementario, y tanto Puyol como Valdés mantuvieron al Barça en la final hasta que apareció Pedro y no paró hasta poner la pelota en el número exacto de la ruleta del casino de Montecarlo. Un gol tan precioso como merecido.
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