CHAMPIONS LEAGUE | BARCELONA-BAYERN MÚNICH (4-0)
Paseo militar del Barça ante el Bayern Múnich
De vacaciones a Múnich
De vacaciones a Múnich
Para estrenarse ante el Bayern Múnich, al que nunca había ganado en competición oficial, el Barcelona decidió vengarse de todas las decepciones del pasado. Le resultó muy fácil pasar por encima de los alemanes. Sin duda uno de los grandes Barça de la historia despachó divertido a uno de los peores Bayern. No sería extraño que tras la segunda goleada en cinco días, a Jürgen Klinsmann le dieran finiquito.
Las virtudes del Barcelona se exponen solas sobre cualquier superficie, especialmente si es la del Camp Nou. Aunque llueva. O quizá mejor con el césped húmedo. Sus mejores futbolistas al completo, con la concentración necesaria, se convierten en algo salvaje, inabordable en un terreno rápido.
El Bayern recibió una retahíla de bofetadas. Primero el amago de Henry, que dejó sin marcar un gol ineludible para el más cojo. Inmediatamente después, el primero de Messi, a pase de Eto'o. La defensa rota de los bávaros, privados de sus centrales titulares y del lateral Lahm, fue un pasillo triunfal para los delineantes del Barça.
Eto'o tardó cuatro minutos en dar el siguiente tortazo al pobre Butt, sorprendente titular tras el infame 5-1 que recibió el titular Rensing en el último partido de la Bundesliga. Aunque, lamentablemente, a Butt, quien le partió la cara con toda literalidad fue Henry: 'Titi' se deslizó con su trasero por el césped hasta clavar las cuchillas de los tacos en la cara del guardameta.
Antes, con 2-0 para el Barcelona en apenas 20 minutos, vimos la cara violenta de Guardiola. Será que está harto de que nadie le saque un defecto y proclamó a los cuatro vientos que los tiene. Con el baño azulgrana en toda su intensidad, el técnico enolqueció protestando la tarjeta a Messi por simular un penalti que realmente había cometido Lell. Se indignó. Pisó el campo. Le gritó quién sabe qué cosas al juez de línea, al cuarto árbitro, al delegado de la UEFA y al hombre del silbato, Howard Webb, quien le envió al túnel y ni aún así consiguió que Pep cerrara el pico.
Además de la expulsión y lo feo que resulta ver a un joven entrenador sin afeitar disparar ráfagas de palabrotas en varias lenguas, el 'show' de Guardiola le dio un poco de aire al Bayern. Amainó momentáneamente el huracán de juego de sus futbolistas.
Como fútbol es fútbol, éste volvió rápido. Messi revivió la experiencia goleadora al remachar una jugada de Henry y el francés se desquitó de anteriores fallos en el último remate para desbaratar por cuarta vez la portería de Butt.
En el descanso se preguntó por Toni, por Ribéry, por Zé Roberto... Se preguntó por el Bayern: un grande de Europa, aunque no tenga fútbol, debe enseñar casta, carácter. Algo. Pero a los de Klinsmann se les cruzó una de esas noches ante el mejor equipo del mundo.
Las semifinales están en la mano. El Barcelona jugará el próximo martes en el estadio muniqués para sellar el trámite, aunque, con criterio ajustado, no habrá un solo miembro de la plantilla que dé oficialmente por muerto al oso alemán. Sin Márquez, al que le costó horrores forzar la amarilla que le impedirá estar en Alemania, pero que le asegurará su concurso en la penúltima ronda.
Sin cambiar de piezas hasta ya muy cerca del final, el Barcelona se dejó llevar en la segunda parte. Concedió un par de huecos que ni Zé Roberto ni Ribéry pudieron rellenar con una miguita de esperanza. Aunque Eto'o -ansioso siempre-, Messi -en plenitud- o Iniesta -en permanente estado creativo- pudieron agrandar la cosecha, nadie reprochó nada a un equipo perfecto que sabe cómo hacer felices a 90.000 súbditos de su regio fútbol.
Las virtudes del Barcelona se exponen solas sobre cualquier superficie, especialmente si es la del Camp Nou. Aunque llueva. O quizá mejor con el césped húmedo. Sus mejores futbolistas al completo, con la concentración necesaria, se convierten en algo salvaje, inabordable en un terreno rápido.
El Bayern recibió una retahíla de bofetadas. Primero el amago de Henry, que dejó sin marcar un gol ineludible para el más cojo. Inmediatamente después, el primero de Messi, a pase de Eto'o. La defensa rota de los bávaros, privados de sus centrales titulares y del lateral Lahm, fue un pasillo triunfal para los delineantes del Barça.
Eto'o tardó cuatro minutos en dar el siguiente tortazo al pobre Butt, sorprendente titular tras el infame 5-1 que recibió el titular Rensing en el último partido de la Bundesliga. Aunque, lamentablemente, a Butt, quien le partió la cara con toda literalidad fue Henry: 'Titi' se deslizó con su trasero por el césped hasta clavar las cuchillas de los tacos en la cara del guardameta.
Antes, con 2-0 para el Barcelona en apenas 20 minutos, vimos la cara violenta de Guardiola. Será que está harto de que nadie le saque un defecto y proclamó a los cuatro vientos que los tiene. Con el baño azulgrana en toda su intensidad, el técnico enolqueció protestando la tarjeta a Messi por simular un penalti que realmente había cometido Lell. Se indignó. Pisó el campo. Le gritó quién sabe qué cosas al juez de línea, al cuarto árbitro, al delegado de la UEFA y al hombre del silbato, Howard Webb, quien le envió al túnel y ni aún así consiguió que Pep cerrara el pico.
Además de la expulsión y lo feo que resulta ver a un joven entrenador sin afeitar disparar ráfagas de palabrotas en varias lenguas, el 'show' de Guardiola le dio un poco de aire al Bayern. Amainó momentáneamente el huracán de juego de sus futbolistas.
Como fútbol es fútbol, éste volvió rápido. Messi revivió la experiencia goleadora al remachar una jugada de Henry y el francés se desquitó de anteriores fallos en el último remate para desbaratar por cuarta vez la portería de Butt.
En el descanso se preguntó por Toni, por Ribéry, por Zé Roberto... Se preguntó por el Bayern: un grande de Europa, aunque no tenga fútbol, debe enseñar casta, carácter. Algo. Pero a los de Klinsmann se les cruzó una de esas noches ante el mejor equipo del mundo.
Las semifinales están en la mano. El Barcelona jugará el próximo martes en el estadio muniqués para sellar el trámite, aunque, con criterio ajustado, no habrá un solo miembro de la plantilla que dé oficialmente por muerto al oso alemán. Sin Márquez, al que le costó horrores forzar la amarilla que le impedirá estar en Alemania, pero que le asegurará su concurso en la penúltima ronda.
Sin cambiar de piezas hasta ya muy cerca del final, el Barcelona se dejó llevar en la segunda parte. Concedió un par de huecos que ni Zé Roberto ni Ribéry pudieron rellenar con una miguita de esperanza. Aunque Eto'o -ansioso siempre-, Messi -en plenitud- o Iniesta -en permanente estado creativo- pudieron agrandar la cosecha, nadie reprochó nada a un equipo perfecto que sabe cómo hacer felices a 90.000 súbditos de su regio fútbol.
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