Penya Barcelonista de Lisboa

diumenge, de desembre 14, 2008

FC Barcelona 2-0 Real Madrid


El Madrid salió con la consigna de castigar los tobillos de Messi, pero no pudo con su magia final

Tantas ganas tenía de jugar el clásico, pero no le dejaron. Él quiso. Él, como había anunciado Guardiola, nunca juega mal. Tardó en llegar su magia, pero lo consiguió con la grandeza que le caracteriza. Con un gol extraordinario que sirvió para apuntillar a un medroso Madrid. Porque a Leo Messi no se le puede encarcelar, ni siquiera a base de patadas. Esta noche el Madrid lo ha intentado. Pero no ha podido con él. Es imposible. Basta mirar su tanto, con una elegancia exquisita y una belleza extraordinaria, bajo la lluvia, superando al santo de Casillas, forzando la lesión de Cannavaro y desatando el éxtasis del Camp Nou.Primer minuto, primera faltaNo hubo partido de fútbol para Messi. Apenas se llevaba un cuarto de hora y estaba más pendiente de mirar si sus tobillos seguían sanos. Puro milagro. Después de lo visto hoy en el Camp Nou, fue un puro milagro que entrara en el descanso al vestuario de pie. Tras una semana llena de tensión en el Bernabéu, Juande Ramos, el nuevo técnico, dibujó una cárcel táctica para enjaular a Leo. Adiestró a su equipo con esa misión. Desplazó a Sergio Ramos a la banda izquierda como guardián de la celda. Pero no era el único. En la otra puerta estaban Gago y Drenthe para que nadie osara sumistrarle alimentos --o sea, el balón-- a Messi. Por las buenas y, sobre todo, por las malas. Así no había forma humana de que la estrella argentina pudiera levantarse con honor.Al primer minuto, lejos del área, y de espaldas a la portería de Casillas, Guti y Sergio Ramos se cruzaron en el camino de Messi. Y no con buenas intenciones. Primer balón que tocaba Leo, primera falta. Primer tobillo castigado. A los 10 minutos, Sneijder maltrataba el segundo. A los 13, le tocó a Gago enseñar el mensaje único del Madrid: "¡Cazar a Messi! ¡Cazar a Messi!". Ni más, ni menos. Pese a todo, transcurrido el primer cuarto de hora, Leo había disparado en dos ocasiones a puerta. Una con más peligro que otra. Pero en ambos tiros intervino con acierto Casillas. Después, pareció desaparecer, pese a que el Camp Nou entendió al instante lo que estaba sucediendo. De repente, el estadio se puso a gritar "Messi, Messi, Messi", mientras Guardiola intentaba intimidar al árbitro, cansado de que anularan al genio con violentas e imperdonables patadas.Terminó de 'nueve'Hacía días, semanas y hasta meses que ningún equipo era tan evidente en su estrategia. "Si pegamos patadas a Messi, anulamos al Barça", debió de pensar Juande antes de vivir su primer clásico como entrenador del Madrid. No solo lo pensó. También lo ordenó a sus jugadores. Dicho y hecho. Cada vez que Leo se ponía en pie, con los tobillos debilitados por los tacos blancos, volvía a caer. En cada patada, el Barça se encogía y el Camp Nou se estremecía. ¿Por? Porque temía lo peor. Y lo peor era ver a Leo camino del vestuario subido en una camilla, con los tobillos rotos y el alma deprimida. Al menos, en la segunda mitad, no recibió ninguna falta en el primer cuarto de hora. Pero Leo no estaba.Estaba en el campo, pero no estaba en el partido. Era obvio. No era Messi, a pesar de que Guardiola lo apartó de la banda para darle más libertad táctica. Lo sacó de la cárcel de Sergio Ramos y lo envió como delantero centro, emparedado, eso sí, entre dos centrales: Metzelder y Cannavaro. Perdiendo incluso esa extraña jerarquía establecida en el Barcelona en el lanzamiento de penaltis. No se sabe bien por qué, pero Messi no tiró. Apenas disparó en la segunda mitad, la prueba de que anoche nunca Messi pudo ser Messi. Eso pensaba el Madrid, pobre Madrid. No sabe que a los genios no se les anula nunca.