REY DE AMÉRICA
Messi le marca a México el gran gol del torneo con una vaselina antológica
Basile se rinde al crack: “Es un grande; después de esto hay que cerrar el estadio”
Los genios suelen ser gente extraña, ausente, paranoica, se refugian en su talento para vivir al margen de la realidad, traspasan los límites creyéndose protegidos por la inspiración.
Messi no es un genio, Leo es un chaval de 20 años que nació con una habilidad innata para comunicarse con un balón y su grandeza reside en la naturalidad con la que vive esa relación. Leo es enorme porque desde que jugaba en Newell's con doce años no ha vuelto a sentir presión, porque sólo entonces dejaba de hablar buscando concentrarse, ese fue el único momento de su vida que el fútbol no sólo era diversión, era competencia: a esa edad necesitaba convencer a los 'mayores' de que él era diferente.
Messi, nada más saltar al campo, se saca la camiseta por fuera y desde la grada parece como si el utillero se hubiese equivocado y en vez de grabar el '18' en una talla L e hubiese colocado la XXL. Pero ninguna camiseta le ha venido grande a Leo, juega con tanta naturalidad que emociona al mundo, su fútbol tiene tantos matices que provoca periódicamente que desde el banquillo a la tribuna nos llevemos las manos a la cabeza, gesto que expresa esa mezcla de sorpresa y admiración. “Lo ha vuelto a hacer”, otra travesura del 'nene', otra jugada de esas que la familia Messi ha visto realizar a Lionel siendo un crío, con 7 años: entonces también la elevaba por encima del portero con picardía.
Albacete en el recuerdo
Regresó de madrugada a Maracaibo después de conseguir el pase a la final de la Copa América y marcar otro de esos goles antológicos. A las 5 de la mañana, después de la cena más fiestera de la Copa - culpa del retraso en el chárter- recordaba que “yo ya la he picado en el Barça, hace ya, recuerdas, contra el Albacete, la piqué dos veces porque el primer gol me lo anularon. Ronnie es grande; tardó un minuto en regalarme una bola igual…”.
Han pasado dos años desde aquel instante en el que Leo advirtió al mundo que fuese preparándose. En estos dos años ha progresado a esa velocidad que marca su fútbol, su vida corre controlada, como hace él en el terreno de juego, acelera sin perder el equilibrio, marca puntos álgidos y no se relaja; con Leo siempre tienes la sensación de que lo mejor está por llegar. Durante estos dos años han comparado su juego al de Diego Armando Maradona. En la recta final del campeonato Leo parecía insistir en mirarse al espejo de Diego con goles magistrales como el conseguido ante el Getafe o la repetición de la 'mano de Dios' ante el Espanyol. Pero ese capítulo se cerró. Messi está escribiendo ahora su propia historia, no es que haya superado a Diego, sencillamente ha acumulado méritos para llevar una vida diferente. Dejó en esta Copa América de ser el heredero de Maradona para ser sencillamente Leo Messi.
El mundo repite la 'vaselina' de Leo a Oswaldo Sánchez, el portero mexicano que entra a formar parte de ese capítulo de damnificados por la grandeza del azulgrana. Le llegó una asistencia inteligente de Tévez, otro pequeño diablillo que se sobrepone a la ausencia del 'don' con garra y entrega. No se lo pensó: la picó. Dibujó una parábola perfecta y por mucho que quisiera estirarse el magnífico meta mexicano era imposible parar ese balón, llevaba demasiada intención.
Después de agradecerle el pase a Tévez, Leo se acordó de su gente, de los que sufren porque la vida no siempre es maravillosa y los que están ahí, ayudando a que nunca se crea un genio.
Como suele suceder en estos casos, el detalle de Messi provocó un efecto amplificador en el talento de otro de los grandes de la albiceleste, Juan Román Riquelme, que para lanzar un penalti se puso el traje de Zidane en la final del Mundial de Alemania y lo lanzó 'a lo Panenka', picándola, por el centro, bien dirigida. Era el tercero de Argentina contra el México de Rafa Márquez, el resultado que permitía que en la final se viva un atractivo Brasil-Argentina.
El seleccionador no se lo cree
Al 'Coco' Basile, que ha visto mucho crack en su vida, se le leyó en los labios: “No se puede creer”. Lanzó este alarido cuando Messi marcó el golazo de la Copa - y aún nos queda un partido- y después pidió a Venezuela que en Puerto Ordaz no se juegue nunca más a fútbol. El 'Coco' ya pidió que retirasen la camiseta de Maradona, que nunca nadie más llevase el '10', aunque Román le hace sentir que la merece. Con Leo no se quedó corto: “Tras el gol de Messi habría que cerrar el estadio. Sólo los grandes hacen esto. Messi es inteligente, hay que darle libertad porque sabe ubicarse donde ayuda”.
Y Leo tan tranquilo. Relájense, lo mejor de Messi aún está por llegar.
Basile se rinde al crack: “Es un grande; después de esto hay que cerrar el estadio”
Los genios suelen ser gente extraña, ausente, paranoica, se refugian en su talento para vivir al margen de la realidad, traspasan los límites creyéndose protegidos por la inspiración.
Messi no es un genio, Leo es un chaval de 20 años que nació con una habilidad innata para comunicarse con un balón y su grandeza reside en la naturalidad con la que vive esa relación. Leo es enorme porque desde que jugaba en Newell's con doce años no ha vuelto a sentir presión, porque sólo entonces dejaba de hablar buscando concentrarse, ese fue el único momento de su vida que el fútbol no sólo era diversión, era competencia: a esa edad necesitaba convencer a los 'mayores' de que él era diferente.
Messi, nada más saltar al campo, se saca la camiseta por fuera y desde la grada parece como si el utillero se hubiese equivocado y en vez de grabar el '18' en una talla L e hubiese colocado la XXL. Pero ninguna camiseta le ha venido grande a Leo, juega con tanta naturalidad que emociona al mundo, su fútbol tiene tantos matices que provoca periódicamente que desde el banquillo a la tribuna nos llevemos las manos a la cabeza, gesto que expresa esa mezcla de sorpresa y admiración. “Lo ha vuelto a hacer”, otra travesura del 'nene', otra jugada de esas que la familia Messi ha visto realizar a Lionel siendo un crío, con 7 años: entonces también la elevaba por encima del portero con picardía.
Albacete en el recuerdo
Regresó de madrugada a Maracaibo después de conseguir el pase a la final de la Copa América y marcar otro de esos goles antológicos. A las 5 de la mañana, después de la cena más fiestera de la Copa - culpa del retraso en el chárter- recordaba que “yo ya la he picado en el Barça, hace ya, recuerdas, contra el Albacete, la piqué dos veces porque el primer gol me lo anularon. Ronnie es grande; tardó un minuto en regalarme una bola igual…”.
Han pasado dos años desde aquel instante en el que Leo advirtió al mundo que fuese preparándose. En estos dos años ha progresado a esa velocidad que marca su fútbol, su vida corre controlada, como hace él en el terreno de juego, acelera sin perder el equilibrio, marca puntos álgidos y no se relaja; con Leo siempre tienes la sensación de que lo mejor está por llegar. Durante estos dos años han comparado su juego al de Diego Armando Maradona. En la recta final del campeonato Leo parecía insistir en mirarse al espejo de Diego con goles magistrales como el conseguido ante el Getafe o la repetición de la 'mano de Dios' ante el Espanyol. Pero ese capítulo se cerró. Messi está escribiendo ahora su propia historia, no es que haya superado a Diego, sencillamente ha acumulado méritos para llevar una vida diferente. Dejó en esta Copa América de ser el heredero de Maradona para ser sencillamente Leo Messi.
El mundo repite la 'vaselina' de Leo a Oswaldo Sánchez, el portero mexicano que entra a formar parte de ese capítulo de damnificados por la grandeza del azulgrana. Le llegó una asistencia inteligente de Tévez, otro pequeño diablillo que se sobrepone a la ausencia del 'don' con garra y entrega. No se lo pensó: la picó. Dibujó una parábola perfecta y por mucho que quisiera estirarse el magnífico meta mexicano era imposible parar ese balón, llevaba demasiada intención.
Después de agradecerle el pase a Tévez, Leo se acordó de su gente, de los que sufren porque la vida no siempre es maravillosa y los que están ahí, ayudando a que nunca se crea un genio.
Como suele suceder en estos casos, el detalle de Messi provocó un efecto amplificador en el talento de otro de los grandes de la albiceleste, Juan Román Riquelme, que para lanzar un penalti se puso el traje de Zidane en la final del Mundial de Alemania y lo lanzó 'a lo Panenka', picándola, por el centro, bien dirigida. Era el tercero de Argentina contra el México de Rafa Márquez, el resultado que permitía que en la final se viva un atractivo Brasil-Argentina.
El seleccionador no se lo cree
Al 'Coco' Basile, que ha visto mucho crack en su vida, se le leyó en los labios: “No se puede creer”. Lanzó este alarido cuando Messi marcó el golazo de la Copa - y aún nos queda un partido- y después pidió a Venezuela que en Puerto Ordaz no se juegue nunca más a fútbol. El 'Coco' ya pidió que retirasen la camiseta de Maradona, que nunca nadie más llevase el '10', aunque Román le hace sentir que la merece. Con Leo no se quedó corto: “Tras el gol de Messi habría que cerrar el estadio. Sólo los grandes hacen esto. Messi es inteligente, hay que darle libertad porque sabe ubicarse donde ayuda”.
Y Leo tan tranquilo. Relájense, lo mejor de Messi aún está por llegar.
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