Penya Barcelonista de Lisboa

dissabte, d’abril 14, 2007

Ciento por ciento auténtico











Ciento por ciento auténtico
Invitó a sus jugadores a una mariscada y sólo les pidió que las dos próximas noches no salgan
Johan Cruyff fue el primero en felicitarle y Rijkaard le envió un fax deseándole mucha suerte
La gente se abraza a Hristo, le besuquean, le ven como al gran salvador
Antes de salir de Barcelona con destino Vigo, Hristo Stoichkov llamó a casa de Cruyff. “Como Johan no tiene móvil estuve horas hasta que le encontré…”, explica Hristo. Quería decirle en persona que había aceptado la oferta de entrenar al Celta de Vigo. Le deseó Johan suerte, muchísima suerte, le recordó el 'flaco' que puede contar con él para lo que necesite y esta vez los besos que se intercambian como saludos cuando se encuentran en el palco del Camp Nou fueron virtuales: Stoichkov los sintió igual.
Cuando Johan era entrenador del Dream Team podía pasarse un mes sin dirigir la palabra al búlgaro, “¡¡ignorándome como a ese trozo de pan!!”. Entonces enviaba 'el Maestro' a su segundo, Carles Rexach, para que suavizara la situación. Hristo también quiere un segundo con carácter, quizá un ex compañero.
Nunca le ha fallado el 'flaco'. Estuvo en su partido de despedida en Bulgaria, viajó hasta EE.UU. para apoyarle en la final del campeonato, le arropó en el Camp Nou… Al 'flaco' pertenece el 'copyright' de la frase que utilizó Hristo para animar a sus jugadores celtiñas nada más conocerlos: “Ahora salid y disfrutad”.
Hristo recibió nada más aterrizar en el hotel Hesperia un fax con un mensaje escrito con letras enormes. El fax lo enviaba Frank Rijkaard y le deseaba lo mejor en esta nueva carrera como entrenador y le felicitaba. Habló con Txiki, su gran amigo, también con Joan Laporta. Mantiene una impresionante relación con Josep Lluis Núñez, al que abraza en el Camp Nou porque las localidades del ex presidente están muy cerca del palco. Adora al ex president de la Generalitat Jordi Pujol, protagonista involuntario de una de las mejores anécdotas de su vida. Después de proclamar en la plaça Sant Jaume que Pujol “es el rey de Catalunya” le tocó a Hristo acompañar al presidente de Bulgaria a una audiencia con ¡¡el Rey Juan Carlos I en La Zarzuela!! Cuando Hristo notó que se aproximaba Su Majestad empezó a sudar. Don Juan Carlos se abrazó al azulgrana y le dijo: “Vaya, si vino el Rey de Catalunya”. Y todos se echaron a reír.
Stoichkov recibe a Mundo Deportivo en Vigo y nos hace sentir en casa. Compartimos la tradicional mariscada en Moncho, un restaurante a visitar, y entendemos que en cuatro días ya esté ambientado. En el entrenamiento se lo ha pasado en grande, como un crío, como si aceptar la oferta de salvar al Celta provoque el efecto de un 'lifting'. Bueno, la verdad es que lleva un mes a régimen, devorando una especie de pastillas que supuestamente le quitan el hambre aunque con nosotros en la mesa no se note esa falta de apetito. Ha adelgazado diez kilos y eso se nota cuando empieza con el partidillo.
Se llevó a su plantilla a cenar el segundo día para hacer grupo y sólo les pidió que en los dos próximos días no salgan por la noche, que piensen sólo en el partido contra el Deportivo. Sabe tratar a los futbolistas, él sigue siendo uno de ellos.
La gente le abraza, le achucha, le besa. Él responde con un “carajo” que le sale con un acento gallego impresionante. Está feliz, inmensamente feliz. Hristo es un fiel representante de lo que significa el Barça. Stoichkov lleva realmente los colores en la sangre, nada es fingido en el búlgaro, todo es ciento por ciento auténtico. Un jovenzuelo le grita “ánimo Hristo… ¡y força Barça!” y al búlgaro le cambia la cara.
El domingo, a las cinco de la tarde, muchos culés estarán pendientes del debut de Hristo en el banquillo del Celta en el derbi gallego ante el Deportivo. Le verán trajeado, elegante, con varios kilos de menos, sonriendo, concentrado. Se dirigirá a los árbitros con respeto y públicamente sólo animará a sus jugadores, las broncas se quedan ya para la intimidad.
Habrá iniciado un nuevo camino en la vida de Stoichkov con un destino final ya predestinado: el banquillo del Camp Nou