Tenerife 0 - Barcelona 5
Bojan puso las asistencias y Messi los goles para un Barcelona que se encontró a tiempo y solventó a base de pegada un partido que se le estaba complicando por su falta de dominio en la medular y de seguridad en defensa.
El Tenerife apostó por el descaro y su habitual riesgo defensivo y lo pagó con tres goles en diez minutos que mataron el partido antes del descanso. El Barcelona mantiene el liderato en Liga y se serena para el decisivo partido de Copa en el Sánchez Pizjuán.
De la zozobra al bálsamo en un puñado de minutos. El Barcelona vivió una catarsis en el Heliodoro Rodríguez, un viaje completo de la histeria a la calma y de la desconfianza a su seguridad más tradicional y prosaica. Empezó azotado por las dudas que le habían torcido el gesto tras los partidos ante Villarreal y Sevilla, pasó una fase en la que amenazó con mostrar de nuevo síntomas de oxidación en su maquinaria y terminó mandando y tocando, lamiéndose las heridas y recuperando feeling, casi una terapia de cara a la cita clave del Pizjuán, donde se juega la continuidad en Copa con todo en contra.
De paso, el Barcelona conservó el liderato y hasta volteó el goal-average general, donde ahora también tiene una ligera ventaja sobre el Real Madrid de cara a lo que se presume una salvaje carrera de fondo a dos bandas y con la Liga como premio. Pensando en esa lucha, la victoria en Tenerife se antojaba innegociable. Pensando en el actual momento del equipo, como mínimo con la euforia contenida tras el feliz empacho de 2009, también. Un mal resultado en la isla hubiera azotado los debates, las teorías, los malos augurios.
La tarde, que terminó plácida, comenzó torcida para el Barcelona. Sin Ibrahimovic y sin los africanos, Guardiola sorprendió al dejar en el banquillo a Pedro, foco de atención en Tenerife, y en la grada a Piqué. Las decisiones del técnico propiciaron una alineación con Márquez y Maxwell atrás y Bojan adelante, y quizá tuvieron efecto en el juego del equipo, errático hasta que Messi marcó el primer gol.
El Tenerife tuvo mucha culpa de que la primera media hora fuera vibrante y enseñara a un Barcelona incómodo e inseguro. Oltra apostó por su esquema habitual, por morir con su idea y jugando al fútbol, sin miedo ni complejos. Adelantó la defensa y planteó una presión salvaje que tuvo en solfa al Barça durante muchos minutos. Sin balón y sin sujetar la línea de tres cuartos rival, hubo pérdidas imperdonables y lagunas de concentración. El Tenerife robaba, tocaba y aceleraba en cuanto superaba la medular. Kome retrataba a Maxwell y Alfaro sacaba petróleo a la espalda de un lento Márquez para plantarse ante Valdés. En los primeros minutos disparó al palo y obligó a un par de intervenciones salvadoras a Valdés. La movilidad de Nino y el trabajo de Mikel Alonso terminaban de dar fuelle a la trampa orquestada por Oltra.
Leo Messi, justo a tiempo
Por esos minutos circuló un Barcelona ramplón y desconcertado, sin el balón y sin orden, con muchas figuras desaparecidas y otras obcecadas. Pero incluso entonces Bojan encontró la espalda de la defensa canaria, que juega al borde del suicido y que pasada la media hora ya no aguantó el envite al Barcelona, la partida de poder a poder. Cuando el partido se espesaba y los de Oltra bajaban las revoluciones, Messi remató en el segundo palo un centro de Bojan que se acopló como extremo izquierdo y, vertical y voraz, sirvió al argentino el primer tanto y repitió en el tercero al borde del descanso. Poco antes Puyol peinó a la red un centro del propio Messi tras una mala salida de Aragoneses. Bastaba la pegada: 0-3, partido resuelto.
El Barça, que otras veces ha tenido más fútbol que goles, invirtió esta vez los términos a tiempo y zanjó el partido por K.O. Lo que le faltó de sutileza lo compensó precisamente por esa falta de sutileza que castigó como un martillo los pequeños desajustes de un Tenerife que dejó pasar su tren en los primeros minutos.
La segunda parte se jugó con las cartas ya sobre la mesa, la rendición del Tenerife firmada y consumada. El equipo de Oltra aguantó el tipo y el Barcelona tocó, controló y se acabó gustando, acumuló ocasiones y disfrutó de la noche, tan benévola justo mientras la península se congelaba. Hubo minutos para Pedro, por fin, Milito y hasta Chygrynskiy, y hubo espacio y tiempo para aquellos a los que el hambre les obliga: Bojan siguió muy metido en el partido y Henry buscó el gol para encontrarse con el poste. Y Messi, mientras, se movió con libertad y descosió la frágil retaguardia del Tenerife hasta que encontró el 'hat-trick' con un maravilloso toque de vaselina desde fuera del área.
Antes del final Pedro rozó un gol que finalmente marcó en propia puerta Luna al intentar despejar. Y el Barcelona frenó en la 'manita' sin hacer más sangre de un equipo al fin y al cabo amigo al que en la derrota hay que agradecer su apuesta por su personalidad futbolística. Su guerra, por supuesto, es otra, del mismo modo que son otras las batallas del Barcelona. La primera, a cara de perro y sin margen de error, en Copa ante el Sevilla.
De paso, el Barcelona conservó el liderato y hasta volteó el goal-average general, donde ahora también tiene una ligera ventaja sobre el Real Madrid de cara a lo que se presume una salvaje carrera de fondo a dos bandas y con la Liga como premio. Pensando en esa lucha, la victoria en Tenerife se antojaba innegociable. Pensando en el actual momento del equipo, como mínimo con la euforia contenida tras el feliz empacho de 2009, también. Un mal resultado en la isla hubiera azotado los debates, las teorías, los malos augurios.
La tarde, que terminó plácida, comenzó torcida para el Barcelona. Sin Ibrahimovic y sin los africanos, Guardiola sorprendió al dejar en el banquillo a Pedro, foco de atención en Tenerife, y en la grada a Piqué. Las decisiones del técnico propiciaron una alineación con Márquez y Maxwell atrás y Bojan adelante, y quizá tuvieron efecto en el juego del equipo, errático hasta que Messi marcó el primer gol.
El Tenerife tuvo mucha culpa de que la primera media hora fuera vibrante y enseñara a un Barcelona incómodo e inseguro. Oltra apostó por su esquema habitual, por morir con su idea y jugando al fútbol, sin miedo ni complejos. Adelantó la defensa y planteó una presión salvaje que tuvo en solfa al Barça durante muchos minutos. Sin balón y sin sujetar la línea de tres cuartos rival, hubo pérdidas imperdonables y lagunas de concentración. El Tenerife robaba, tocaba y aceleraba en cuanto superaba la medular. Kome retrataba a Maxwell y Alfaro sacaba petróleo a la espalda de un lento Márquez para plantarse ante Valdés. En los primeros minutos disparó al palo y obligó a un par de intervenciones salvadoras a Valdés. La movilidad de Nino y el trabajo de Mikel Alonso terminaban de dar fuelle a la trampa orquestada por Oltra.
Leo Messi, justo a tiempo
Por esos minutos circuló un Barcelona ramplón y desconcertado, sin el balón y sin orden, con muchas figuras desaparecidas y otras obcecadas. Pero incluso entonces Bojan encontró la espalda de la defensa canaria, que juega al borde del suicido y que pasada la media hora ya no aguantó el envite al Barcelona, la partida de poder a poder. Cuando el partido se espesaba y los de Oltra bajaban las revoluciones, Messi remató en el segundo palo un centro de Bojan que se acopló como extremo izquierdo y, vertical y voraz, sirvió al argentino el primer tanto y repitió en el tercero al borde del descanso. Poco antes Puyol peinó a la red un centro del propio Messi tras una mala salida de Aragoneses. Bastaba la pegada: 0-3, partido resuelto.
El Barça, que otras veces ha tenido más fútbol que goles, invirtió esta vez los términos a tiempo y zanjó el partido por K.O. Lo que le faltó de sutileza lo compensó precisamente por esa falta de sutileza que castigó como un martillo los pequeños desajustes de un Tenerife que dejó pasar su tren en los primeros minutos.
La segunda parte se jugó con las cartas ya sobre la mesa, la rendición del Tenerife firmada y consumada. El equipo de Oltra aguantó el tipo y el Barcelona tocó, controló y se acabó gustando, acumuló ocasiones y disfrutó de la noche, tan benévola justo mientras la península se congelaba. Hubo minutos para Pedro, por fin, Milito y hasta Chygrynskiy, y hubo espacio y tiempo para aquellos a los que el hambre les obliga: Bojan siguió muy metido en el partido y Henry buscó el gol para encontrarse con el poste. Y Messi, mientras, se movió con libertad y descosió la frágil retaguardia del Tenerife hasta que encontró el 'hat-trick' con un maravilloso toque de vaselina desde fuera del área.
Antes del final Pedro rozó un gol que finalmente marcó en propia puerta Luna al intentar despejar. Y el Barcelona frenó en la 'manita' sin hacer más sangre de un equipo al fin y al cabo amigo al que en la derrota hay que agradecer su apuesta por su personalidad futbolística. Su guerra, por supuesto, es otra, del mismo modo que son otras las batallas del Barcelona. La primera, a cara de perro y sin margen de error, en Copa ante el Sevilla.
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