Messi se corona
Messi se corona
Una pancarta amarilla, colocada en uno de las esquinas de la zona donde se ubicó la afición del Barcelona, lo dejaba muy claro. "Messi es el rey". Con permiso de la impresionante afición del Athletic, que dio un recital de apoyo incondicional a sus jugadores antes, durante y después del partido, Messi fue ayer el rey en la final copera.
Otro la hubiera empalado de primera. Messi no, por eso es Messi, probablemente el mejor jugador del mundo. La pulga aguantó, amagó y al fin, encontró un espacio en la portería del Athletic, repleta de efectivos que trataban de impedir lo inevitable. Y Messi, paciente, logró clavarla y poner en ventaja al Barcelona por vez primera. A esas alturas, minuto nueve de la segunda parte, el argentino ya había provocado una tarjeta amarilla a Koikili, el defensa que se le había pegado como una lapa, había sido amonestado por protestar y, tras probar por todos los frentes del ataque, llegó a la conclusión de que lo mejor era quedarse a la espalda de Bojan, para aliarse con Xavi, Keita y Busi. Desde ahí empezó la contra que culminó Bojan con un elegante derechazo, abajo al palo largo, imposible para que Iraizoz la parará. Bojan, como no podía ser de otra manera, marcó en una competición en la que ha tenido mucho peso.
Jugando por el centro del ataque Messi provocó también la falta que transformó Xavi con un magnífico lanzamiento a la escuadra. Messi, inmenso, participó en tres de los cuatro goles del Barcelona que acabaron con los sueños del Athletic, que se puso en ventaja y resistió con orgullo hasta el segundo tiempo.
El Barcelona empezó a darle la vuelta al partido con un gol de Touré, que cogió la pelota cerca del área de Pinto y no se la separó del pie hasta llegar a la frontal del área. Soltó un zapatazo para batir por bajo a Iraizoz, un gol que celebró con un corte de mangas ante la afición rojiblanca, de forma sorprendente y estúpida. Volvió Guardiola a incrustar al marfileño en el eje de la defensa, acompañando a Piqué, como ya hizo en Stamford Bridge. Si en Londres el entrenador buscaba músculo para chocar con Drogba, en Mestalla invitó a Touré a aportar su altura y su técnica para darle salida al balón y centímetros para combatir a Toquero. Muy táctico, Touré se ciñó a las consignas del entrenador, el mismo Guardiola que a principio de temporada le pidió a Messi que fuera feliz y ayer comprobó la felicidad que puede llegar a generar un talento como el del rosarino.
Messi, en la primera final que juega desde que llegó al primer equipo, jugó e hizo jugar, disfrutó e hizo disfrutar. Liberado por Guardiola de abrir el campo por la banda derecha, el delantero argentino voló libre para picotear la fornida zaga rojiblanca, hasta reventarla. Lleva 37 goles en este curso, repartidos entre los 23 que suma en la Liga, los 8 que ha anotado en la Champions y los seis con los que redondeó el título de Copa. Evidentemente, es el máximo goleador del Barcelona en lo que va de temporada.
Mestalla se rindió a su grandeza y su nombre fue el más coreado en las postrimerías de un partido en que Messi acabó buscando el pase que permitiera marcar un gol a Eto'o, seguramente para premiar la abnegación del camerunés, que se sacrificó otra vez abriéndose mucho a la banda izquierda, aunque terminó como delantero centro cuando Guardiola quitó a Bojan. Para entonces, Messi había dejado claro quién es el rey.
Una pancarta amarilla, colocada en uno de las esquinas de la zona donde se ubicó la afición del Barcelona, lo dejaba muy claro. "Messi es el rey". Con permiso de la impresionante afición del Athletic, que dio un recital de apoyo incondicional a sus jugadores antes, durante y después del partido, Messi fue ayer el rey en la final copera.
Otro la hubiera empalado de primera. Messi no, por eso es Messi, probablemente el mejor jugador del mundo. La pulga aguantó, amagó y al fin, encontró un espacio en la portería del Athletic, repleta de efectivos que trataban de impedir lo inevitable. Y Messi, paciente, logró clavarla y poner en ventaja al Barcelona por vez primera. A esas alturas, minuto nueve de la segunda parte, el argentino ya había provocado una tarjeta amarilla a Koikili, el defensa que se le había pegado como una lapa, había sido amonestado por protestar y, tras probar por todos los frentes del ataque, llegó a la conclusión de que lo mejor era quedarse a la espalda de Bojan, para aliarse con Xavi, Keita y Busi. Desde ahí empezó la contra que culminó Bojan con un elegante derechazo, abajo al palo largo, imposible para que Iraizoz la parará. Bojan, como no podía ser de otra manera, marcó en una competición en la que ha tenido mucho peso.
Jugando por el centro del ataque Messi provocó también la falta que transformó Xavi con un magnífico lanzamiento a la escuadra. Messi, inmenso, participó en tres de los cuatro goles del Barcelona que acabaron con los sueños del Athletic, que se puso en ventaja y resistió con orgullo hasta el segundo tiempo.
El Barcelona empezó a darle la vuelta al partido con un gol de Touré, que cogió la pelota cerca del área de Pinto y no se la separó del pie hasta llegar a la frontal del área. Soltó un zapatazo para batir por bajo a Iraizoz, un gol que celebró con un corte de mangas ante la afición rojiblanca, de forma sorprendente y estúpida. Volvió Guardiola a incrustar al marfileño en el eje de la defensa, acompañando a Piqué, como ya hizo en Stamford Bridge. Si en Londres el entrenador buscaba músculo para chocar con Drogba, en Mestalla invitó a Touré a aportar su altura y su técnica para darle salida al balón y centímetros para combatir a Toquero. Muy táctico, Touré se ciñó a las consignas del entrenador, el mismo Guardiola que a principio de temporada le pidió a Messi que fuera feliz y ayer comprobó la felicidad que puede llegar a generar un talento como el del rosarino.
Messi, en la primera final que juega desde que llegó al primer equipo, jugó e hizo jugar, disfrutó e hizo disfrutar. Liberado por Guardiola de abrir el campo por la banda derecha, el delantero argentino voló libre para picotear la fornida zaga rojiblanca, hasta reventarla. Lleva 37 goles en este curso, repartidos entre los 23 que suma en la Liga, los 8 que ha anotado en la Champions y los seis con los que redondeó el título de Copa. Evidentemente, es el máximo goleador del Barcelona en lo que va de temporada.
Mestalla se rindió a su grandeza y su nombre fue el más coreado en las postrimerías de un partido en que Messi acabó buscando el pase que permitiera marcar un gol a Eto'o, seguramente para premiar la abnegación del camerunés, que se sacrificó otra vez abriéndose mucho a la banda izquierda, aunque terminó como delantero centro cuando Guardiola quitó a Bojan. Para entonces, Messi había dejado claro quién es el rey.
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